Firmas
El futuro de Europa
Ana Samboal
Ada Colau no iba a ser menos que Joan Ribó. Tras el éxito de audiencias que cosechó el alcalde de Valencia recibiendo al Aquarius, ahora ella ofrece Barcelona a mil personas que han partido desde Libia. Un popular gesto de humanidad de la misma alcaldesa partidaria de celebrar un referéndum de autodeterminación por el que los independentistas quieren echar de su propia casa, de una región de su propio país, Cataluña, a millones de españoles. ¿Gozarían ellos, en opinión de Colau, de la condición de refugiados políticos?
La respuesta al drama de la inmigración requiere de una amplia y compleja estrategia alejada de iniciativas como la suya, que no tienen más objetivo que el autobombo del que las pronuncia. A largo plazo, pasa por generar condiciones de seguridad y progreso en los países de origen de esos inmigrantes que les disuadan de abandonar el lugar en que nacieron. Todo lo contrario de lo que hemos hecho hasta el momento.
¿Habrán lamentado en Bruselas su bienintencionada aunque cobarde inhibición en los primeros compases del conflicto en Siria, cuando aún podía atajarse? Tal vez entonces, los mismos que hoy lloran por esas personas en busca de refugio, los mismos que ofrecen puertos seguros a cambio de una foto, se hubieran llevado las manos a la cabeza ante una intervención militar que hubiera evitado la tragedia.
¿Habrá lamentado Bush el desmantelamiento de la administración de Sadam? ¿Y Obama la promoción de las fallidas primaveras árabes o esa precipitada retirada en Iraq que dejó el territorio expedito al Estado Islámico? ¿Habrá lamentado Sarkozy su orden de dar muerte a Gadafi? Las causas de la tragedia no proceden sólo de Oriente, están en las dos orillas del Mediterráneo y para evitar nuevos dramas convendría aprender de los errores del pasado. Pero el remedio de sus consecuencias no puede pasar por engordar el negocio de unas mafias que, aliadas o al menos dispuestas a sacar el mayor provecho del buenismo de algunas ONG, mandarán más y más seres humanos a buscar un nuevo futuro en un mar incierto si saben que hay alcaldes en Europa dispuestos a acogerles.
El Gobierno parece haber caído en la cuenta tras su primer tropiezo. Despojando de su barniz racista las declaraciones de Trump o Salvini, el mensaje de Ábalos viene a ser el mismo que el de sus colegas: España no puede ser el Salvamento Marítimo de la Unión Europea. Aunque nos conmueva, no se pueden abrir las puertas de par en par a todo el que llama, como pretende hacer Colau, porque la principal misión de un gobierno radica en proteger a su población y una entrada masiva de desconocidos pondría en peligro no sólo la estabilidad económica de Europa, dispararía la alerta de seguridad.
Éste no es sólo un problema de España, Italia o Grecia. Es un asunto trascendental que sólo puede abordarse a escala global y en el que con su respuesta la Unión Europea se juega su esencia y su futuro.