Firmas

No hay flores para tantos

    Los migrantes del barco Aquarius. <i>Foto: Reuters</i>.

    Ana Samboal

    Más de mil trescientos migrantes han llegado a las costas de Andalucía y Canarias sólo este último fin de semana. Ninguna autoridad pública fue a recibirles. Muchos de sus compañeros de viaje no tuvieron la fortuna de arribar a puerto seguro y ningún dirigente político asistirá a su entierro. Yacerán en una fosa sin nombre en la que nadie nunca dejará flores. El terrible drama de la inmigración remueve la conciencia de cualquier ser humano, pero mientras que el ciudadano de a pie se conmueve, el hombre de Estado está obligado a encontrar remedio a la tragedia esquivando la tentación de usarla de modo torticero para favorecer intereses espurios. Por eso, la obsesión por hacerse la foto al pie de la escalinata del Aquarius retrata la condición moral de nuestros gobernantes. Recibir a un buque en alerta humanitaria es una obligación, pero alardear de ello del modo en que se ha hecho, alertando a la prensa para que diera cuenta de su presencia como hicieron unos cuantos, es miserable. Lo peor es que esos que celebran sus supuestamente bienintencionados actos hasta la náusea acabarán por provocar el efecto que aparentemente aborrecen. No tienen más que mirar al norte de Europa. El auge de la extrema derecha y los nacionalismos xenófobos en Alemania o Austria no es casual, es la respuesta de unos ciudadanos aterrados que, con razón o sin ella, se sienten atropellados en sus derechos e inseguros en sus ciudades y pueblos ante el efecto de las políticas promovidas por el populismo de extrema izquierda. No es casual la victoria de Trump en Estados Unidos o la pujanza de Le Pen en Francia.

    Es por eso por lo que Pedro Sánchez no puede presumir de haber construido un Gobierno sensato. No sólo porque ha aireado hasta la saciedad la condición de las costas de España como puerto seguro para cualquier buque que envíen las mafias de traficantes de seres humanos a nuestras costas, es que además les ha añadido un reclamo insustituible y único: la sanidad universal de la que nuestros compatriotas no gozan en ningún lugar del mundo.

    De poco valdrán las cautelas que a posteriori ha puesto el ministro Borrell, porque a ver quién es ahora el valiente que se atreve a decirle a un barco cargado de inmigrantes que dé la vuelta porque aquí no encontrará el asilo que busca, ni los derechos de los que le han informado.

    Hasta el rey de Marruecos ha tenido que enseñarle a este Gobierno abriendo el grifo en sus fronteras las consecuencias que acarrea ese buenismo que celebran las televisiones y con el que la Moncloa intenta anular la influencia de Podemos.

    No podemos pedirle al vecino del sur que contenga a las pateras en la frontera geográfica con la brecha de riqueza más amplia del mundo cuando nosotros nos ponemos medallas al lado del primer hombre exhausto que baja de un barco tras una travesía de meses por desiertos sólo por arañar un puñado más de votos.