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Se ha pasado el Rubicón

    <i>Foto: Efe</i>.

    Julio Anguita

    El PSOE y las demás fuerzas parlamentarias que han votado la Moción de Censura están ante la misma tesitura que Julio César cuando decidió cruzar el río Rubicón, asumir o no las consecuencias ulteriores de su decisión.

    La corrupción institucionalizada encarnada en el Partido Popular, el cinismo de sus dirigentes sin parangón alguno, la prepotencia genética del estatus económico-social que ha ejercido el poder institucional y el fáctico durante siglos (con la excepción de brevísimos y escasos paréntesis) han desaparecido súbitamente de la primera línea del protagonismo mediático. ¿Y ahora qué?

    El problema que tiene ante sí Pedro Sánchez, y también quienes lo han apoyado con mayor o menor convicción, es explotar un éxito impensable hace diez días. La victoria ha sido deslumbrante, pero es una victoria inquietante. El adversario está incólume y en íntima conexión con los poderes económicos.

    El ocasional, frágil y puede que efímero bloque vencedor no sólo es abigarrado, plural y contradictorio entre sí, sino que también lo es el propio partido del flamante presidente: el Partido Socialista Obrero Español. Las espadas que salieron a relucir en el último congreso de la formación siguen en pie. Es una cuestión de estrategia para el ejercicio del poder sin molestar demasiado al estatus, hoy episódicamente vencido.

    Solamente y en un ejercicio de racionalidad, audacia, ética pública y voluntad de construir una democracia española sana, integral y consensuada, es posible transformar la victoria de un día en el comienzo de una nueva época política. La renuncia a planteamientos maximalistas de una u otra posición, es la condición sine qua non para construir un marco de relaciones democráticas estables que conduzcan a una transición desde la corrupción, la intolerancia, el abuso de poder o la demagogia castiza a una situación simplemente normalizada a la luz del Derecho, la Justicia social, la separación efectiva de Poderes y la dignidad de la Política.

    Y si lo anterior no fuera posible se debería intentar, al menos, preparar una pronta convocatoria de elecciones democráticas con las mínimas condiciones de serenidad y de normalización política.

    Si el paso del Rubicón ha sido simplemente la exteriorización de la rabia (más que justificada) y no conlleva la asunción de que ahora hay que buscar nuevas vías pactadas para problemas viejos y enconados, los hoy derrotados volverán como volvió Alfonso XII tras la expulsión de Isabel II, su regia madre.