Firmas

Populismo a conveniencia

  • Desear la muerte es muy feo, pero o es libertad de expresión o es amenaza
<i>Foto: Archivo</i>

Ana Samboal

Vivimos en una sociedad libre y plural, pero no por ello exenta de desequilibrios e injusticias. Hay y habrá siempre causas nobles por las que merezca la pena luchar, pero líbrenos Dios -o el azar para los que no crean en Él- de que esas banderas, por justas que puedan ser, caigan en manos del populismo rampante que anega nuestras calles y pantallas de televisión. Sirva como ejemplo el feminismo, cruzada de la que a estas alturas nadie se atreverá a renegar. Habrá que seguir luchando para desterrar la discriminación salarial o la que sufren las mujeres que deciden ser madres, pero tanto lo han manoseado que al final aparece Carmen Calvo -para más señas, la exministra que decía que el dinero público no es de nadie- y concluye que el gran problema es nada menos que el amor romántico, "posesivo y dependiente, una gran trampa para las mujeres". O sea, que no era más que eso: si dejamos de enamorarnos, fin de la discriminación. Habrá que enviar libros y libros a la hoguera, ya de paso. Pues sí que es sencillo. O no, que diría Rajoy.

Este se entiende más o menos bien, pero hay otros pronunciamientos que resultan más difíciles de encajar. Por ejemplo, si una concejala de Madrid asalta una capilla católica y grita a los fieles que celebran misa "arderéis como en el 36" es libertad de expresión. Sin embargo, si en una conversación privada los agentes de la policía del mismo ayuntamiento desean la muerte a la alcaldesa tienen que ir a la cárcel de inmediato. Será fácil coincidir en que desear a alguien la muerte es algo muy, muy feo, pero o es libertad de expresión o es amenaza. Una cosa y la contraria al mismo tiempo, imposible. En esto de las muertes, o asesinatos para ser más exactos, el doble rasero del populismo roza ya la excelencia. Sus más célebres representantes públicos han nacido en plena democracia, pero no pierden ocasión de denunciar los crímenes del franquismo. Su lamento y preocupación sería creíble y hasta loable si hicieran lo propio con los que ha cometido ETA. Pero no, no hay consuelo para esas víctimas, solo aplausos para una banda de asesinos que ha decidido disolverse porque, como admiten en una repugnante entrevista que ha comenzado a publicar por entregas Gara, su panfleto cargado de odio ya no vale la pena seguir matando, aunque tal y como están las cosas en este momento en España, todavía creen que pueden lograr sus fines. Es tan de aplaudir su gesta (léase con mordaz ironía) que hasta TV3 ha recibido con honores a uno de sus pistoleros. El tipo ha dicho en una televisión que pagamos todos, con los impuestos fruto de nuestro trabajo, que ni se arrepiente ni pide perdón. Y a la entrevistadora, que no le ha hecho ascos a sentarse a su lado, le hace mucha gracia. Mató a un comerciante, Rafael Vega, que él si merece nombre y memoria, porque era un chivato. De sus palabras, nada tiene que decir el populismo. Para hablar del tema, hay otras televisiones públicas que les resultan mucho más interesantes.