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Cuando Argentina se tiñó de amarillo

    En la imagen, Mauricio Macri. Imagen: Reuters.

    Carlos Malamud

    Cambiemos, la coalición electoral de Mauricio Macri, ganó ampliamente las elecciones parlamentarias argentinas. No sólo se impuso en los cinco mayores distritos del país (la capital y las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza) y en Santa Cruz, otrora el gran bastión kirchnerista, sino también en siete circunscripciones más hasta llegar a 13, de 24. De este modo, el color amarillo del oficialismo se esparció sobre todo el territorio nacional. Los mercados también reaccionaron favorablemente a la victoria. El riesgo país se contrajo un 4%, subieron los bonos y las acciones y el peso mejoró su cotización frente al dólar.

    En términos simbólicos, la victoria más importante se dio en la provincia de Buenos Aires, territorio peronista por antonomasia, convertida en la última línea de defensa del kirchnerismo. Cristina Fernández se jugaba en el conurbano bonaerense su (ante)última chance de mantenerse en política y conservar sus aspiraciones a la Casa Rosada en 2019. Pero, como predecían las encuestas, sus esfuerzos fueron vanos.

    Ni siquiera le valió la pirueta de retornar al peronismo después de su desvinculación en las primarias, cuando creó Unidad Ciudadana al margen de las estructuras justicialistas, con un perfil próximo al bolivarianismo. Pese a la magnitud de su derrota, más de cuatro puntos porcentuales, algunos aliados externos prefirieron resaltar su elección como senadora, como hicieron Dilma Rousseff o la televisión estatal venezolana.

    El otro gran derrotado fue el peronismo, que deberá enfrentar su renovación en condiciones más difíciles. La primera cuestión a resolver es el papel reservado a Fernández en el proceso, si le reserva alguno, ya que los más se inclinan por prescindir de ella. Muchos de los alcaldes del Gran Buenos Aires que la apoyaron al comenzar la campaña ya le dieron la espalda.

    Muy significativo fue lo ocurrido en San Luis. La candidatura de los hermanos Rodríguez Saá, la dinastía peronista que gobierna la provincia desde hace décadas, triunfó por 12 puntos después de haber perdido las primarias por una cifra abultada. El misterio de la remontada no radica sólo en el clientelismo. Si en agosto se habían presentado como aliados fieles del kirchnerismo, esta vez decidieron distanciarse de Fernández y adoptar un perfil más ortodoxo.

    Uno de los grandes problemas del peronismo es que sus líderes con más potencial, como el gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey, fueron derrotados el domingo. En esta ocasión la renovación será mucho más difícil que en el pasado, por haber mermado de forma considerable poder territorial. Sin el control de los fondos públicos y su dominio de gobernaciones e intendencias todo será cuesta arriba.

    Fernández también lo tendrá complicado. Ya le advirtieron en el grupo parlamentario peronista del Senado que no la querían ver junto a ellos. Su idea inicial era recuperar el poder por fuera del justicialismo, pero una empresa de esta naturaleza tiene poco recorrido. Además, le espera un intenso año judicial, con diversas comparecencias, por causas muy distintas, como corrupción, lavado de dinero o traición a la patria. No es improbable que acabe con sus huesos en la cárcel.

    La otra incógnita está en el gobierno y su coalición, formada por el PRO, el partido de Macri, los radicales de la UCR y los seguidores de Lilita Carrió, que arrasó en Buenos Aires. ¿Qué hará el presidente con su poder reforzado? ¿Hasta dónde avanzará en las reformas? Si bien mejoró su representación parlamentaria y Cambiemos es la primera minoría en ambas Cámaras, para pasar sus leyes deberá seguir pactando.

    En los primeros dos años de gobierno predominó el gradualismo y ahora habrá que ver si se mantiene o se aceleran las reformas. En este caso la ventana de oportunidad no es muy grande, al haber elecciones presidenciales en dos años. De todos modos, si todo continúa de acuerdo al guión previsto, Macri será el primer presidente no peronista democráticamente elegido en terminar su mandato desde 1946.

    Un hecho histórico y de gran contenido político que le abre las puertas de la reelección, algo que ni estaba en su mente cuando fue elegido para el cargo. Ni en la suya ni en la de ninguno de los integrantes de su equipo, donde sobresalen su Jefe de Gabinete, Marcos Peña, y María Eugenia Vidal, gobernadora de Buenos Aires, y una de las grandes triunfadores de la noche del domingo. Atención a su figura, de un gran futuro político.