La fiesta nacional
- Lo que piensan los separatistas actuales no es nuevo y sigue siendo racista
Joaquín Leguina
El 12 de octubre de 1492 fue el día en que tres carabelas españolas al mando del genovés Cristóforo Colombo llegaron a América. Una hazaña marinera que "ampliaría" el mundo hasta entonces conocido, y ese acontecimiento es el que se celebra cada 12 de octubre. Por encima del nombre que sea ("Día de la Hispanidad", "Día de la Virgen del Pilar", "Día de la Raza"...) es una fecha que, con mucha razón, es la Fiesta Nacional de España, aunque desde hace ya bastante tiempo se haya echado sobre el Descubrimiento gran cantidad de basura indigenista, pretendiendo convertir la Conquista en un genocidio.
Hace unos cuantos años, visitando el magnífico Museo Nacional de Antropología, en México D.F., escuché a un guía "nativo" explicar a un grupo de gringos entrados en años una gran figura circular en piedra. La "reliquia", según el guía, llevaba impresa la relación de los crímenes cometidos por los conquistadores españoles contra "el pueblo mexicano". En realidad, era un calendario olmeca, anterior al nacimiento de Cristo.
La leyenda negra cayó como losa sobre "los restos mortales" del Imperio español y sólo a partir de historiadores más modernos, es decir, de rigurosos científicos en busca de la verdad, se va pudiendo levantar esa piedra preñada de mentiras.
Entre esos nuevos historiadores se ha de citar aquí a María Elvira Roca, una profesora malagueña que acaba de publicar un magnífico ensayo titulado Imperiofobia y leyenda negra (Siruela, 2017). Ya en el prólogo, Arcadi Espada nos anuncia: "Este libro de María Elvira Roca Barea reúne un espectacular acopio de datos que recorre las épocas desde la propia matriz de la acusación xenófoba". Y añade: "Nuestra ensayista ha conseguido con este libro algo de extremada dificultad en esta época. Ha hecho de España un país simpático. Esta es su mayor victoria contra el excepcionalismo, porque cualquier aventura humana, observada con la resignación a que obliga el tiempo, acaba ganándose el corazón de sus pares".
Finalmente recomienda: "Así pues, curioso lector, lee este libro, nutritivo y ameno, hasta el final. Verás cómo a partir de ahora dirás sin vacilación ni miedo alguno "leyenda negra". Pero, a diferencia de la costumbre, cargando fieramente la suerte por el sustantivo".
En un trabajo de 2002, Eric Griffin ya analizaba el desarrollo del sentimiento antiespañol desde el siglo XVI hasta el presente, tomando como punto de partida El judío de Malta, de Christopher Marlowe, y explicaba cómo se ha perpetuado un estereotipo, claramente racista, que empezó entonces y dura hasta nuestros días.
En efecto, una parte muy relevante de los argumentos decimonónicos para explicar el ocaso del Imperio español está ligada al desarrollo del racismo pseudocientífico de esa época. Son ideas que también encontramos en Joaquín Costa o Lucas Mallada, para quienes la decadencia del Imperio fue la manifestación de una auténtica degeneración racial, punto de vista compartido por Ángel Ganivet, por Rafael Salillas o por Ángel Pulido.
Al otro lado del Atlántico, el panorama decimonónico era el mismo, y también durante buena parte del siglo XX. Así, el mexicano José Vasconcelos considera en La raza cósmica: misión de la raza iberoamericana (1925) que la inestabilidad que padece el territorio es causa de la mezcla de razas.
También los nacionalismos periféricos españoles harán uso y abuso de estas ideas racistas. Por ejemplo, Pompeu Gener: "España está paralizada por la necrosis producida por la sangre de razas inferiores como la semítica, la bereber y la mongólica y por el expurgo que de las razas fuertes hicieron la Inquisición y el Trono, maltratando a todos los que pensaban diferente y dejando apenas como residuo a los más fanáticos, serviles e imbéciles".
Bien se ve que en el fondo lo que piensan los separatistas actuales no es nuevo y sigue siendo racista, aunque su racismo de hoy sea un racismo vergonzante. "La visión del imperio español -nos dice María Elvira Roca en una reciente entrevista- está deformada por siglos de propaganda que se solidificaron en una versión sesgada no solo de la historia de España, también de Europa".
A instancias del periodista Ramón Lobo, la pensadora andaluza entra en "el asunto catalán" y lo hace sin pelos en la lengua. Intentaré resumirlo. El nacionalismo vive fomentando emociones primitivas del tipo "o estás conmigo o estás contra mí"; si no compartes mis ideas, no eres de los míos. Ningún nacionalista catalán dice "nosotros, los del partido", no, dicen "Cataluña quiere", "Cataluña piensa".
La profesora Roca insiste en que el nacionalismo es a la vez victimismo y práctica perversa: si impongo mi criterio gano, y si no impongo mi criterio lo convierto en ofensa y en una nueva razón para el enfrentamiento y para decir, ¿veis cómo nos tenéis machacados? "La oligarquía que se ha instalado en Cataluña es corrupta hasta decir basta" -declara- y añade: Imelda Marcos decía 'Filipinas es mi jardín'. Marta Ferrusola debía de pensar algo semejante de Cataluña".
Elvira Roca cree que se está llegando al punto del hartazgo y que se va a producir una reacción en cadena. No sabe cómo se materializará, pero "tengo claro que se va a producir" y añade: "hay que aprender a luchar contra el nacionalismo en varios frentes. La política de apaciguamiento y cesión es letal. Debemos aprender a recuperar el espacio -afirma-, el territorio de la discusión pública que ellos han ocupado. Llevan décadas siendo el centro de nuestra atención. Hay que ir apagando esos focos, como han hecho los ingleses con el asunto escocés. Esto que hacemos en España, portada tras portada, cabecera tras cabecera, titular tras titular, es lo que les alimenta".
Con todo, la historiadora es optimista: "Soy muy optimista. Creo que esto va a ser un revulsivo, va a ser clarificador y va a limpiar la atmósfera para mucho tiempo. Tengo una fe enorme, la tengo en la gente, no en sus élites intelectuales y políticas, que han tendido desde la disolución del imperio a andar desnortadas, y últimamente más. Compartimos con otras democracias occidentales la tendencia a promover a las categorías superiores de la élite política a la gente más incapaz. Pero cuando a España le fallan las élites la gente de abajo suele mostrar una gran sensatez.
¡Ojalá que tenga razón!