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Cuando hay algo que contar, la telebasura se hunde


    Javier Huerta

    Tal vez la clave del éxito de la telebasura esté en que la gente pincha el canal mugriento cuando no quiere saber nada de nadie. Esa es la clase de programas que acompañan la siesta en el sofá, y aunque el audímetro registre que el espectador está mirando el televisor, en verdad está durmiendo o con los ojos cerrados a la espera de que llegue Morfeo.

    Dice Barlovento Comunicación que dos millones de personas ya no ven ni un minuto de televisión al día. Es increíble que aún haya marcas que gasten su dinero en meter anuncios de sus productos en medio de broncas terribles entre personas que se insultan, personajes con conductas y principios que huelen que apestan, todólogos de pacotilla.

    Hablamos de contertulios que dan conferencias de moral embadurnados de retórica hortera. Estos vulgares mercenarios de la palabra caen desde sus castillos mediáticos como aviones de papel mojados cuando hay algo que contar de verdad.

    LaSexta apostó por la información y sacó un 17,5% de share gracias a sus 16 horas de cobertura del 1-O. Dobló el domingo de marras en audiencia a todas las demás cadenas. Después de que por razones desconocidas La 1 renunciara a emitir un programa especial, Al rojo vivo se anotaba un 28,1% y 2.807.000 espectadores. Antes, el previo llegó al 30,9% y 1.646.000 espectadores. El Objetivo anotó un 15,6% y 2.279.000 espectadores.

    En Cataluña, Telecinco se hundió el domingo hasta un 3,6%. Pero la noticia es que, por insólito que parezca, por la noche, con la que estaba cayendo, un millón de personas veían Gran hermano El debate. Y dicen que es un desastre de dato. ¿Estaban despiertos?