Firmas

Tres escenarios en Cataluña y ningún cambio a la vista


    Francisco Jerez Lozano

    Ha quedado claro que el único objetivo del Gobierno para el domingo es parar la realización del referéndum ilegal, pero también es evidente que el 1-O será un hito histórico en la deriva independentista.

    Aunque no hubiese un solo altercado ni ningún acto de violencia que, desgraciadamente, son posibles, la semana que viene la situación seguirá ahí y la sociedad, tanto en Cataluña como en el conjunto de España, seguirá necesitando una reacción política. Si escucha o lee usted hablar de un referéndum legal y con garantías sepa que un primer referéndum pactado nunca podría ser vinculante. Si se celebrase, ganase el sí y se quisiera seguir adelante sería obligatorio cambiar el artículo 2 de la Constitución, cosa que exige la aprobación de dos tercios, tanto del Congreso como del Senado. Por si fuera poco, al afectar ese cambio al Título Preliminar de la Carta Magna, el cambio conllevaría la inmediata disolución de las Cortes, la celebración de nuevas elecciones generales, la ratificación del cambio por dos tercios de las nuevas Cortes recién elegidas y, para finalizar, un referéndum, ese sí vinculante, entre toda la población española. Por tanto, descartado ese largo y tortuoso camino, a día de hoy los escenarios posibles son: la búsqueda de un diálogo con el 'Govern'. El problema es saber qué es lo que se puede negociar y, sobre todo, con quién. ¿Son interlocutores válidos los que han dirigido un Gobierno que se ha saltado la ley y cuyo único propósito ahora mismo es la independencia? Recordemos que impulsar un referéndum no le compete a Rajoy, sino que obliga, como se ha dicho, a un vuelco constitucional que ni es fácil ni breve ni cuenta con consenso alguno. Aparte de que, sea en torno a la lengua, la financiación a más autogobierno, está demostrado que trasferir competencias nunca satisface a ningún nacionalismo.

    Este escenario podría apaciguar temporalmente la encrespada situación actual pero solo para aplazar el problema. Una segunda posibilidad es la convocatoria de elecciones autonómicas. No obstante, recordemos que el independentismo aprovechó los últimos comicios para presentarse en coalición y llamarlas plebiscitarias. Ni aun así consiguió el 50 por ciento. Unas nuevas elecciones a corto plazo estarían marcadas por la frustración de una ciudadanía que se siente legitimada para votar su futuro sin límites ni leyes. Por último, queda la posibilidad de esperar a que se vayan calmando las aguas y, mientras tanto, se aplique el manoseado y temido artículo 155 de la Constitución, que se nos presenta casi como una ocupación militar cuando se trata de una asunción de competencias más o menos parcial. Habrá que esperar a la reacción del 'Govern', saber si declara unilateralmente la independencia o si más miembros del Ejecutivo catalán son procesados. Es el escenario más conflictivo, el que tendría más respuesta en la calle, el que nadie desea en el círculo político, pero evidentemente el más directo a la hora de defender la legalidad si los gobernantes catalanes siguen por el camino que van. Tal vez sea el camino, pero España ha perdido tanta presencia en los útimos 30 años en detrimento del nacionalismo que sería un trauma tratar de recuperar competencias que le hicieran garantizar la igualdad de todos los españoles en Cataluña, empezando por la educación, la sanidad y el control de los Mossos.