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¿Para qué queremos las conexiones de un Gigabit?
Antonio Lorenzo
Burra grande, ande o no ande. El refranero español desborda sabiduría, incluso en asuntos tecnológicos. Si la diferencia de precio entre los 50 Mbps y los 300 Mbps invita a contratar la oferta más ambiciosa, la misma regla podría justificar la migración de 300 Mbps a 1.000 Mbps.
El número de conexiones concurrentes al WiFi del hogar se ha disparado en los últimos años. A los móviles de cada miembro de la familia se suman sus ordenadores, tabletas, smart TV, diversos wereables, lectores de libros electrónicos, consolas de videojuegos o cámaras de vigilancia, entre otros dispositivos. A lo anterior hay que agregar la creciente oferta de contenidos en alta definición o 4K -no sólo en los televisores, sino también en móviles y tabletas-. Electrodomésticos como neveras, lavadoras, aspiradoras o robots de cocina también se suben al mismo carro de la conectividad. La necesidad de líneas simétricas de alta capacidad se hace más evidente entre aquellos aficionados a los videojuegos, donde un puñado de milisegundos en la latencia puede hacer ganar o perder la pelea. Cualquier gamer conoce por experiencia que no es lo mismo devorar 200 MB en paquetes de 1 MB cada vez que se refresca la pantalla que hacerlo en bloques de 10 MB. El denominado e-health (sanidad electrónica) es otro elemento que demandará líneas de mayor calidad y lo mismo sucede con los servicios de seguridad en el hogar, ahora con imágenes y sonido en alta resolución de forma permanente. La educación a distancia y las apuestas y juegos online son otras de las actividades que aplaudirán el ancho de banda superlativo. Por si todo lo anterior fuera poco, el Internet de las Cosas multiplicará la demanda de conectividad para infinidad de objetos en el hogar, en las calles y hasta en el propio cuerpo.
Serán tantas y tan diversas las necesidades, ya sea para subir datos como para bajarlos, que las velocidades de 1 Gbps no parecen exageradas. Eso sí, semejante exuberancia de conectividad se concentrará en unas pocas ciudades, lo que acentuará la brecha digital con el resto del país.