Sobre la situación de Cataluña
Juan Velarde
Cataluña ha conseguido recibir históricamente, como consecuencia de la política proteccionista avalada en Madrid por Cánovas y, muy en primer lugar, con la participación de Cambó en diversos Gobiernos, una renta considerable. Y ella le ha permitido crear en la región de Barcelona, pero con ampliaciones tan importantes como las de Tarragona o el caso concreto de Reus, un distrito industrial. Los economistas bien sabemos cómo eso lo explica de maravilla en el capítulo 10, La concentración de las industrias especializadas en localidades particulares de sus Principios de Economía, libro IV, Alfredo Marshall. Por eso, a costa de sustraer rentas de las regiones españolas que adquirían productos catalanes, con precios que crecían por encima de los incrementos de los que vendían a Cataluña los del resto de España, surgió un colosal capitalización para el distrito industrial encabezado por Barcelona.
Como la demografía propia no era capaz de suministrar la mano de obra necesaria, lo demostró Vandellós con claridad, ésta región llegó, en busca de mayores ingresos a buscar en multitud de regiones españolas la población activa necesaria. Este alud de mano de obra también recibió allí otro mensaje: el de que era explotado por los empresarios. Así surgió, sobre todo a través del anarcosindicalismo, un movimiento obrero en Cataluña de una violencia extraordinaria. Han quedado para siempre registrados en la historia social española, acontecimientos como, por ejemplo, la llamada Semana sangrienta. La normalización radical contra esos movimientos, se logró tras el golpe de Estado dado por quien era entonces, precisamente, capitán general en Cataluña, Miguel Primo de Rivera. Recordemos el conjunto alto burgués empresarial que lo despidió afectuosísimamente en la estación del ferrocarril, cuando emprendió el viaje desde Barcelona hacia Madrid, para tomar posesión del Gobierno de la Nación.
Todo eso es lo que se encuentra en los cimientos de este distrito industrial, junto con otros acompañamientos vinculados, una y otra vez, a problemas surgidos en el sector bancario, a más de proyecciones exteriores como sucedió con los enlaces creados por Cambó con el grupo Sofina y realidades como Chade-Cade. Así aparece un primer conjunto de medios para crear una realidad regional con altos niveles de renta.
Por otro lado, se encuentra la región en situación fronteriza con Francia. Esto, a partir de 1985 y la integración de España en el conjunto económico de la UE, la convierte en un lugar de enlace perfecto con el altamente desarrollado mundo europeo occidental, uno de cuyos miembros, Francia, se convierte en prolongación de la actividad económica de Cataluña. Se comprende así la buena visión del famoso Informe del Banco Mundial cuando, en los inicios de la reactivación económica general española, tras el Plan de Estabilización de 1959, recomendó que se reforzasen las infraestructuras de las vías de comunicación de la costa mediterránea española, esencialmente desde Cartagena a Francia, y naturalmente a través de Cataluña. Esa línea muy lógica de nuestra política de transportes y comunicaciones, acaba de ser ratificada por el actual Gobierno, y lógicamente, mejora la renta de situación de Cataluña.
Pero eso no es todo. En el mundo actual se ha originado una autentica conmoción tras el final de la Guerra Fría. Por un lado se ha consolidado el crecimiento de la Europa occidental, capitaneado por Alemania, y del que forman parte el Reino Unido, Francia, el Benelux, Austria y los países escandinavos en vanguardia. Simultáneamente a más de Japón, el mundo asiático del Pacifico y del Indico, pasa a crecer de modo extraordinario y de él surgen tres enlaces de tráfico de mercancías y de decisiones financieras de mucho peso en el conjunto de la economía mundial: con los EEUU, con los países iberoamericanos con costas al Pacifico, y con Europa occidental, a través del Índico, el Mar Rojo, el Canal de Suez, el Mediterráneo y por el Estrecho de Gibraltar, a los puertos de la rica Europa. Toda la costa mediterránea española, resulta beneficiada por eso, pero especialmente Cataluña y, sobre todo, Barcelona y su puerto.
Solo existen tres riesgos que hay que calificar como remotos y poco probables, pero que tienen que tenerse en cuenta. El primero, que las tentaciones imperialistas rusas, entremezcladas con la expansión del yihadismo, con expansión hacia los enlaces africanos y asiáticos del Mar Rojo, rompa esa ruta. Como sucedió con la lucha contra los berberiscos en el Mediterráneo, recordemos el papel del almirante catalán Requesens a las ordenes de Felipe II limpiando las aguas mediterráneas, la garantía de la normalidad de ese tráfico depende de la OTAN, a la que pertenecen las Fuerzas Armadas españolas, que se convierten así, como antaño tuvo lugar, por ejemplo con Lepanto, en salvaguardia de esa ventaja extraordinaria que existe en el puerto de Barcelona.
El segundo riesgo lo ofrecía recientemente la revista Futuribles. Si continúa el calentamiento de la Tierra, el Océano Ártico dejará de ofrecer un obstáculo helado para el tráfico entre el Pacífico y el Mar del Norte. Eso hundiría mucho el peso del Mediterráneo y la importancia de sus puertos, incluidos los de Cataluña. Pero España se encuentra respaldando los acuerdos de la Cumbre de París para frenar ese proceso. Al hacerlo, también ampara a Barcelona.
Y como sucedió antaño con el proteccionismo, actualmente con una economía muy abierta y que crece con fuerzas en el conjunto de España, el conjunto del territorio nacional español crea un mercado creciente para los productos de Cataluña. Ahora ya eso se origina con ventajas mutuas entre las regiones y Cataluña. Todo lo que el poder central logre homogeneizar ese mercado interior español, favorecerá de modo inmediato, a Cataluña.
Curiosamente esa serie de ventajas derivadas de una historia común, que se remonta a más allá de cinco siglos, ahora es cuando se pretende por algunos ese olvido con las consiguientes consecuencias económicas. Conviene por eso tener en cuenta una cita del discurso que desarrolló ese gran economista que era Perpiñá Grau al ser investido como doctor honoris causa por la Universidad de Barcelona el 9 de junio de 1982, basándose en unas palabras de Juan Pablo II ante la FAO. Indicó que era hora de reajustar las actitudes "per rendir a la satisfacció de les necessitats reals fondamentals i no les artificials, en part provocads y acrescudes per la publicitat... i per les posicions de força obtingudas en els camps economic i politic".