Un círculo diabólico
Ignacio Nart
Un circulo diabólico es como los reguladores financieros califican con cierto dramatismo a la relación simbiótica entre sector bancario y deuda pública. La última monografía Profundizando en la Unión Económica y monetaria publicada recientemente por la Comisión Juncker presenta una acertada diagnosis sobre la situación en la que se encuentra la Unión Monetaria. Un análisis que incluye un mea culpa respecto a las políticas impuestas por Bruselas durante la pasada crisis -que tanto han contribuido al descrédito y desencanto con el proyecto europeo- y en el que finalmente se reconoce que cuando una economía se encuentra en recesión hay que evitar políticas fiscales contractivas que solo contribuyen a empeorar las cosas.
Y una vez más reitera una preocupación: como consecuencia del rescate bancario se tardará años en reducir los altos niveles de endeudamiento público que nos deja en una situación muy frágil frente a un eventual pinchazo de la economía y que dificulta las ineludibles inversiones públicas necesarias para relanzar el proyecto europeo en las áreas de defensa, infraestructuras y economía digital.
Unos niveles de endeudamiento público sin precedentes en el que los Estados miembros y el sector bancario se han fundido en un perverso abrazo de oso del que es difícil desligarse. Los bancos acumulan en sus balances ingentes cantidades de deuda pública que los Estados se han visto obligados a emitir para financiar su déficit. Un déficit que tiene sus orígenes en los rescates a la banca y sus posteriores repercusiones; contracción del crédito, caída de ingresos fiscales, crecientes prestaciones por desempleo, dando lugar a un surrealista círculo vicioso que ha transmutado en los balances de los bancos los créditos fallidos o de dudoso cobro que desencadenaron la crisis por deuda soberana a cargo del contribuyente. Deuda soberana que, a diferencia de otros créditos, tiene la calificación de activo sin riesgo y, como tal, sin limitación a la cantidad que un banco puede incorporar a su balance sin establecer contrapartidas en la cuenta de capital. Y es precisamente en los Estados menos solventes donde ante la dificultad de financiar su déficit en los mercados internacionales mayor cantidad de bonos el estado descarga en los balances de su sistema bancario. Balances que además de incorporar el riesgo soberano respectivo están lastrados todavía por una masa importante de créditos dudosos o incobrables que contribuyen a la fragilidad del conjunto del sistema financiero.
Durante una crisis se produce una huida masiva de los depósitos bancarios y capitales y de las inversiones en deuda pública a otras jurisdicciones mas seguras que descapitalizan el país. En España tenemos un ejemplo reciente, aunque limitado al Banco Popular, pero en Italia especialmente y en menor medida en Francia y otros países mas periféricos se dan en mayor o menor medida las mismas condiciones de fragilidad. Una situación de riesgo en la que el sector bancario y los Estados miembros como hermanos siameses comparten un mismo corazón que bombea crédito a ambos y que la Comisión propone desligar cambiando la regulación que afecta a los bonos soberanos y su calificación como activo sin riesgo. Una propuesta controvertida pero de largo alcance ya que lo que realmente se pretende es limitar por la vía indirecta la capacidad de los estados miembros de financiarse a bajo coste mediante la emisión de deuda pública. Como alternativa la Comisión propone un activo sin riesgo, el llamado European Safe Asset (ESA) que sustituya el de facto activo sin riesgo europeo, el B ono alemán a diez años que se ha estado beneficiando de ese estatus al financiarse a tasas de interés minusculas o negativas. Los ESAS son un bono sintético. Un compuesto de la deuda soberana de los 19 países miembros agregado en función del PIB de cada país corregido por su nivel de endeudamiento y que, como a cualquier compuesto, es precisamente esa heterogeneidad de materiales la que le confiere consistencia y estabilidad de valor ante una eventual crisis de un estado miembro. Un activo de nuevo cuño que otorgaría a los balances bancarios una solidez inédita facilitando sus operaciones en el mercado interbancario y de capitales.
Una propuesta todavía en fase de elaboración que conjuntamente con otras que la Comisión esta preparando suponen un paso adelante y decidido en la consolidación del euro y la UE en unos momentos en que la inestable situación internacional hace bueno aquello de que "la unión hace la fuerza".