Ni Susana Díaz, ni Pedro Sánchez ni Patxi López, el debate lo ganó el PSOE
- Es una formación que discute sus diferencias internas a tumba abierta
Carmelo Encinas
Supuse que me aburriría y no fue así. El debate que mantuvieron los tres candidatos a las primarias del PSOE ni fue inútil ni aburrido. Podía haber ocurrido que los contendientes trataran de mantener las formas hasta el extremo de tapar el auténtico alcance de sus cuitas y diferencias internas o que por contra se abriera la caja de los truenos y terminaran a tortas. Lo primero habría resultado cínico y estéril, lo segundo desastroso para la imagen de la formación. No sucedió ni una cosa ni otra.
Allí se abrió el partido en canal ante el mayor foco mediático desde el debate de las elecciones generales del 20J y la imagen que proyectaron fue la de una formación que discute sus diferencias internas a tumba abierta, de forma civilizada y con absoluta diafanidad. Un debate con guantazos de guante blanco. A la consabida pregunta de "quien ganó la discusión" la primera respuesta es que ha ganado el PSOE. Una victoria ante la opinión pública española en el momento en el que más lo necesita y que contrasta abiertamente con la opacidad calculada de Vistalegre 2 o las alfombras cubiertas de pétalos de rosa para líder de los Congresos del PP.
El partido centenario se abrió a la sociedad cuando vive en una encrucijada en la que se juega incluso su propia supervivencia. Inmerso como está en una profunda crisis para la que no se vislumbra el final y, mientras parecen abocados a la insignificancia formaciones hermanas de media Europa, esta exhibición de transparencia y democracia interna que le honra constituye en sí misma un soplo de aire fresco cargado de oxígeno. Hubo altura en la retórica de los tres aspirantes que pusieron blanco sobre negro sus fortalezas y debilidades.
Desde los primeros compases se advirtió el interés de Pedro Sánchez de acuñar como su gran elemento diferencial el rechazo a la abstención ordenada por la gestora a la investidura de Rajoy. En ese machacón afán llegó a anunciar su intención de pedir la dimisión del presidente del gobierno si su candidatura fuera la ganadora, cuando hace tan solo dos semanas manifestaba que no se daban las circunstancias para la moción de censura que propone Pablo Iglesias.
Pudo Susana Díaz recordarle la circunstancia política en la que se produjo la abstención y no lo hizo. Es decir podría haber rememorado que entonces el país llevaba un año con un gobierno en funciones, que se habían celebrado unos segundos comicios en los que el PP había mejorado su posición y que la alternativa era el convocar unos terceros en los que todas las encuestas auguraban un margen de maniobra mayor aún a la derecha. Díaz prefirió no enredarse en el argumento y se empleó en remarcar la sucesión de derrotas de Sánchez contraponiéndolas a su compromiso, allí anunciado, de abandonar la secretaria general en el caso de resultar elegida si no consigue remontar los 85 escaños que obtuvo su antecesor. La presidenta andaluza defendió además al PSOE como "la izquierda útil" y cargó la mano en los manifestados apegos de Sánchez a Podemos que recientemente corrigió.
Si algo dejó claro el debate es que los tres candidatos son conscientes del rechazo que la formación morada provoca de manera generalizada en la militancia a la que se dirigen. De ahí el empeño de Susana Díaz en presentar los bandazos ideológicos de Pedro Sánchez como maniobras a su conveniencia personal. Casi no quedó en la refriega una afrenta ni un pecado sin aflorar. Quisieron saldar sus cuentas y lo hicieron descarnadamente, "tu problema no soy yo , eres tú", le espetaría Díaz a Sánchez añadiendo a la puya que la mayoría de sus colaboradores ya no se fían de él. "Te has derechizado por pactar con Ciudadanos", le diría Sánchez a Díaz.
Con todo el momento más intenso lo creó Lopez con una pregunta a Sánchez que el socialismo nunca olvidará: "Vamos a ver Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?". La atmósfera se podía cortar con un cuchillo. López tenía la posición más cómoda y la supo aprovechar, estuvo natural, brillante y creíble. Se situó como el pacificador entre dos posiciones irreconciliables que habrá que reconciliar si se quiere salvar al partido. Sin posibilidad alguna de vencer en la votación del próximo domingo, Patxi López fue el ganador indiscutible del debate con su discurso integrador. Con ello no solo se mantiene vivo hasta la jornada electoral, también se garantiza una posición privilegiada en los posteriores acontecimientos.
Susana Díaz era la que más podía perder en el debate y no perdió. Pedro Sánchez era el que más podía ganar y tampoco lo ganó. La inmensa mayoría de sus respectivos fieles mantendrá el voto comprometido en avales y solo habrá movimiento apreciable entre los indecisos. Lo que consigue seguro el interés del debate es incentivar la participación. Ese ya es un síntoma de vitalidad. Quien piense que el PSOE está muerto se equivoca.