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CETA, algo más que un acuerdo comercial entre la UE y Canadá
Isabel Rodríguez Piñero
El pasado 15 de febrero, el Parlamento Europeo aprobó mayoritariamente el Acuerdo Económico y Comercial Global entre la UE y Canadá, más conocido como CETA por sus siglas en inglés. Claves del acuerdo comercial
Desde el punto de vista arancelario, es uno de los acuerdos de libre comercio más ambiciosos suscritos por la UE hasta la fecha. En general, serán eliminados los derechos de aduana para el 98,8% de las líneas arancelarias canadienses y para el 99,2% de las líneas arancelarias de la UE, con períodos de transición de tres, cinco y siete años. Los aranceles industriales, con la excepción de los vehículos de turismo, serán eliminados al 100%. Sin embargo, los aranceles se mantendrán en vigor para un reducido número de productos sensibles: los ya mencionados vehículos de turismo y algunos productos agrarios.
CETA también ofrece considerables ventajas a nuestras pequeñas y medianas empresas, la columna vertebral de la economía de la Unión Europea. Nuestras pymes no sólo podrán exportar prácticamente todos los productos manufacturados libres de aranceles sino que también se beneficiarán de la supresión de barreras no arancelarias que han restringido hasta ahora a muchos de nuestros empresarios a la hora de hacer negocios.
En este sentido, CETA reducirá los plazos de tramitación en la frontera, reducirá obstáculos reglamentarios, facilitará la circulación de proveedores de servicios y ampliará el acceso de las pymes a las oportunidades de contratación pública a escala local, regional y nacional en Canadá.
Contratación pública
A decir verdad, el capítulo sobre contratación pública es uno de los más exitosos de las negociaciones. Hasta la fecha, el mercado canadiense de contratación pública, especialmente a nivel sub-federal, ha estado cerrado a las empresas europeas. Mediante CETA, la UE ha logrado abrir los mercados de contratación pública canadienses a todos los niveles de la administración, consiguiendo que las contrataciones públicas a nivel sub-federal queden, por primera vez, abiertas a la competencia extranjera. Otro de los aspectos destacables de CETA es la protección de nuestros productos de calidad. Canadá no cuenta con un sistema de protección de las indicaciones geográficas como disponemos en Europa.
Sin embargo, fruto de la negociación, la Comisión Europea ha conseguido que, por primera vez, 145 indicaciones prioritarias de la UE, 27 de ellas españolas, disfruten en Canadá de un nivel de protección comparable al de nuestra legislación. Este listado, consensuado con los Estados miembros y susceptible de ser ampliado en el futuro con la entrada de nuevos productos europeos en el mercado canadiense, incluye los productos españoles de mayor implantación en Canadá como el jamón de Huelva, el de Teruel, el Guijuelo, los cítricos valencianos, el queso manchego, el turrón de Alicante y el de Jijona y 13 aceites de oliva, entre otros.
Pero la importancia del CETA trasciende de su valor económico y comercial. No hay que olvidar que las relaciones comerciales entre la UE y Canadá suponen tan sólo el 1,8% de nuestro comercio exterior. CETA es más un modelo de referencia que un tratado comercial. Representa una política comercial que no se limita a suprimir barreras comerciales, sino a garantizar y promover nuestros estándares sociales, laborales y medioambientales, estándares que compartimos con Canadá. Un país que es el que más se parece a la UE por sus valores democráticos, su nivel de desarrollo, su defensa del estado del bienestar, de los servicios públicos, de los derechos humanos y de la sostenibilidad.
Frente al avance del proteccionismo y de los nacionalismos, tanto en algunos Estados de la UE como al otro lado del Atlántico, es el momento de contraponer un modelo de política comercial basada en principios y valores, que contribuya a regular la globalización y que permita repartir mejor las enormes ganancias de la apertura económica, reduciendo la brecha de renta y de oportunidades entre los ganadores y perdedores.
CETA no es un acuerdo comercial perfecto, siempre queda margen de mejora, pero no puede ser visto como una amenaza sino como una oportunidad para continuar defendiendo a nivel internacional estos principios y valores que tanto Canadá como la UE compartimos. Trabajar juntos en todos los foros internacionales para avanzar hacia una globalización más justa y sostenible es el camino y, con CETA, la UE y Canadá se comprometen a ello.