Firmas
¿Por qué las niñas deben estudiar ciencias?
- Los estereotipos y la falta de modelos femeninos inciden en la elección final
María Izaguirre, Rebeca Muñoz, Estela Aguirre
Un buen ejercicio de reflexión podría ser plantearnos por qué cuando pensamos en determinadas profesiones no aparece en nuestro imaginario figuras de mujeres pilotando cohetes espaciales, diseñando el sistema operativo de un ordenador o trabajando en técnicas de recombinación genética.
Este imaginario parece no alejarse de la realidad con la que estamos en contacto. De acuerdo con un estudio realizado por la ONU en 14 países, la probabilidad de que las estudiantes terminen una licenciatura, un máster y un doctorado en algún área relacionada con la ciencia es del 18%, el 8% y el 2%, mientras que la probabilidad de que un hombre finalice los mismos estudios es del 37%, 18% y 6%, respectivamente.
El último informe de Científicas en Cifras de 2015, señala que el porcentaje de investigadoras en España se ha mantenido constante, representando un 39% del total desde el año 2009. Este porcentaje sitúa a nuestro país por encima de la media europea, que se encuentra en el 33%. No obstante, el estancamiento de las cifras pone sobre la mesa la necesidad de promover medidas que fomenten el interés de las niñas por la ciencia.
La necesidad de impulsar, desde la infancia, los cursos de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (CETIM) podría hacer que las cifras de las mujeres en estos sectores cambiarán en el futuro. En 2014, las investigadoras Nilanjana Dasgupta, de la Universidad de Massachusetts, y Jane G. Stout, de la institución Computing Research Association de Washington DC, plantearon que tres factores clave explican la escasa presencia de las mujeres en el ámbito de las ciencias.
Por un lado, durante las etapas de la adolescencia, los estereotipos masculinos sobre los perfiles CTIM condicionan las expectativas que padres y madres tienen sobre el futuro profesional de sus hijas. Además, el papel que juega la socialización primaria en los colegios y la falta de identificación de las niñas con estas profesiones masculinizadas, determinan sus propias expectativas.
Por otro lado, las autoras señalan que en el rito de paso hacia la edad adulta las mujeres que eligen carreras CTIM se sienten una minoría numérica en sus clases. Este hecho, unido a la falta de modelos femeninos de referencia en el campo de la ciencia, provoca que, en algunos casos, las mujeres eviten elegir este tipo de especialidades o se sientan incómodas en sus clases. Si observamos la situación de las mujeres que superan las dos barreras anteriores y entran en el mundo profesional, los sesgos invisibles de género en la contratación y promoción de las mujeres científicas, junto con las dificultades de conciliar la vida familiar, personal y laboral disminuyen las oportunidades profesionales de las mujeres y paralizan su crecimiento profesional.
El mensaje que se debe transmitir se debe centrar en las posibilidades que tenemos para generar un viraje en las expectativas de vida que recaen sobre las niñas y que condicionan su futuro e intereses. El planteamiento de medidas y acciones gubernamentales que promuevan políticas que incentiven la participación de las niñas y las mujeres en el sistema CTIM, es una medida ineludible. No podemos olvidar que el apoyo institucional en forma de premios, becas o cualquier tipo de reconocimiento o soporte financiero y social son medidas esenciales para lograr que las estadísticas se inviertan.
Como ya demuestran algunas iniciativas, los cambios también se pueden generar desde un ámbito más cercano mediante la elaboración de los currículos educativos de los colegios o desde las instituciones culturales. Por ejemplo, se pueden establecer colaboraciones entre las escuelas primarias y los museos científicos para llevar el aprendizaje fuera de las aulas; los museos podrían visibilizar el papel activo de las mujeres en la historia de la ciencia; se pueden crear mecanismos de colaboración entre colegios e institutos y universidades; del mismo modo que se puede promover la creación de actividades extraescolares y campamentos de verano que pongan en contacto a niñas y niños con el lado más divertido de la ciencia y la tecnología.
Esperemos que, en un futuro no muy lejano, el número de mujeres y hombres en la ciencia se iguale y podamos celebrar que la igualdad de género se ha alcanzado.