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Un activo económico español: el ejército

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    Juan Velarde Fuertes

    Quizás en España abundaban y eran bastante caros los despliegues militares en América, en Europa y en África, como consecuencia de una correlación que se decidió fuese causalidad (error evidente conceptual), al leer por un lado el libro de Ramón Carande Carlos V y sus banqueros, donde se mostraba la exigencia de créditos en una serie de instituciones bancarias europeas (por ejemplo en las Fugges, cuyo recuerdo aún queda en Madrid en la calle de Fúcar, donde tenían su sucursal).

    A pesar de eso, fue el crecimiento del PIB por habitante, medido según la estimación de Angus Maddison en dólares internacionales Geary-Khamis 1950, aumentó el español, de 1500 a 1600 un 29,0%; el aumento en Francia, un 15,7%; en Alemania, de un 15,0% y en Gran Bretaña, de un 36,4%. Esa época corresponde a la vida de Carlos V (1500-1559) y de Felipe II (1527-1598). Por supuesto, a partir de 1600, las cosas fueron peor o incluso muy mal, pero cuando se escudriña esa realidad, surge la noticia de unas pésimas políticas económicas como explicación.

    Pero en España, con el punto de apoyo que más aprisa se encuentra, se afianzó la idea de que las fuerzas armadas y las actividades bélicas de Austrias y Borbones eran un motivo fundamental explicativo de la decadencia económica de España.

    Ciertos estudios recientes modifican todo eso. Desde el siglo XVIII surgió la Revolución Industrial y ello permitió que Ruttan pudiese sostener en su Is War Necessary for Economic Growth? Military procurement and technology development (Oxford University Press, 2008) que "la inversión gubernamental en gran escala y a largo plazo" ha sido "el motor de casi todas las tecnologías de alta utilidad del último siglo", las llamadas OPT. Y ello a partir de seis complejos tecnológicos: los de la aviación, los de la exploración del espacio exterior, los de la revolución digital, los de internet y, desde luego, los de la energía nuclear. E indica que, por ejemplo, en este último caso, esta energía "tal vez no se hubiera desarrollado en absoluto sin las grandes inversiones gubernamentales militares".

    Veamos, además, los datos empíricos expuestos por Mariana Mazzucato en El Estado emprendedor. Mitos del sector público ante el privado (RBA Libros, 2014), donde puede tomarse buena nota de argumentos críticos que se enfrentan con multitud de tesis antimilitaristas. Encuentra apoyo para eso en una expresión de Keynes en The end of 'laissez faire': "Lo importante de un Gobierno no es hacer cosas que ya están funcionando gracias a medidas de los particulares y tampoco hacerlas un poco mejor o un poco peor, sino el hacer aquellas cosas que no se hacen en absoluto".

    Esa busqueda de cosas nuevas relacionadas con la defensa nacional, pero después favorecedoras del desarrollo económico, ¿ha tenido lugar en España? Si es así, no puede decirse que nuestros Ejércitos hayan sido, y ahora sean, una carga molesta para España. Es pues, en estos momentos precisamente, muy útil observar, desde que decidimos actuar dentro de la Revolución Industrial, si desde el siglo XIX de decisiones relacionadas con la defensa nacional se derivaron unos apoyos clave para nuestro progreso material.

    Así es posible preguntar si no procedió un impulso esencial para nuestra siderurgia, derivado de una decisiva actuación del General Elorza al dirigir la Fábrica de Trubia, imponiendo una siderurgia con Hornos de Coke. Pero previamente hay que añadir lo que supusieron nuestros marinos para que los denominados por Carande "los caminos del oro y de la plata" fuesen no solo cómodos sino segurísimos para la recepción de estos metales que llegaban de América a España, y que, a continuación, se remitían para mantener nuestro peso en Europa, unas veces a Flandes, otras en Nápoles y que servía para financiar la llegada de productos asiáticos a Europa, a través de Filipinas, porque allí existía un tráfico procedente de China, ávida siempre de la plata española. Además, y gracias al control naval que se tenía por España en el Pacífico (océano que prácticamente se pasó a considerar en el siglo XVIII como una especie de lago español), el tráfico así provocado llegaba a través de la Nao de Acapulco a México, desde allí, por el Atlántico, arribaba a España y a puertos europeos.

    ¡Y qué decir del mundo de la aviación y de sus complementos! He comprobado muchas veces en Argentina que, para intereses españoles de todo tipo, mucho significó y aun significa, el vuelo del Plus Ultra.

    No es posible olvidar el asunto de la energía nuclear, ya que ésta ha pasado a ser parte importantísima de nuestra economía y ¿es posible ignorar que nació precisamente en el ámbito militar? Yo no puedo dejar de tener presente mis conversaciones en ese sentido con el almirante Cerrolaza, precisamente en torno al papel que habían tenido las Fuerzas Armadas en la integración de esta tecnología. Ahora mismo, esto lo confirma el libro del General Guillermo Velarde, Proyecto Islero.

    Además, nuestro futuro económico depende en gran medida de la espléndida renta de situación que ha pasado a tener nuestra patria. La colosal corriente de tráfico que, desde las costas asiáticas del Pacífico o del Índico, en proceso acelerado además, se dirige desde Japón, China, el ASEAN y la India hacia la rica Europa del Norte se practica por el Mediterráneo y nos rodea. El estar precisamente vinculadas las costas de España a esto, genera una fuente de renta adicional notable. Y gracias a las Fuerzas Armadas esto se puede mantener con seguridad, con lo que el Ejército puede tener consecuencias económicas muy positivas gracias a la participación militar española dentro de la OTAN. Así es como se afianza el desarrollo, no ya de nuestros puertos, sino de su ampliación hacia el interior de España. Y he ahí un reciente enriquecimiento que sería imposible si no existiese una colaboración del mundo militar. También esto se desprende de las declaraciones de la ministra Cospedal con motivo de la Pascua Militar, al subrayar que "hay mucha demagogia sobre el gasto militar".

    ¿No es hora de abandonar actitudes antimilitaristas? Además España no se explica sin ir de San Quintín a Lepanto, de Otumba a Cartagena de Indias, de Bailén a Baler y de Alhucemas al Alcázar de Toledo.