El rechazo de Trump a los tratados compromete un 1% del PIB mundial
- China será el mayor ganador del cambio de estrategia comercial
Javier Santacruz Cano
El presidente electo de EEUU, Donald Trump, comienza a desvelar las principales líneas de su programa de Gobierno, las cuales desarrollará a partir de su toma de posesión el próximo mes de enero. Entre las más destacadas, se encuentra su intención de romper los acuerdos a los que su país ha llegado en los últimos meses en materia de libre comercio multilateral, especialmente el Tratado Transpacífico (TPP, con siglas inglesas), además de aparcar las negociaciones del Tratado de libre comercio con la Unión Europea (TTIP, por su acrónimo anglosajón).
Se trata de una decisión que afectará al crecimiento global, ya que se calcula que el efecto combinado de ambos tratados, plenamente implantados, generaría un avance adicional del PIB mundial del 1% al año hasta 2030.
El anuncio ha causado un enorme revuelo, sobre todo en los países firmantes del acuerdo TPP, cuya posición internacional se veía reforzada por una red comercial privilegiada formada por doce países a un lado y al otro del Pacífico, los cuales suponen el 36% del PIB mundial y el 23% de las exportaciones totales a nivel global. En su mayor parte, se trata de economías cuyas divisas (dólares australianos, canadienses, neozelandeses,?) están ancladas de alguna manera al dólar americano y cuya unión comercial suponía un respiro importante para sus respectivos saldos por cuenta corriente (el caso de economías con "dólares") o, como en el caso de Japón, ayudaría a reducir la volatilidad en el cambio del yen a través de una mayor estabilidad de la cuantía de reservas internacionales de dólares americanos.
La ejecución de los planes de Trump a partir del 21 de enero en materia de comercio internacional supone un importante cambio de estrategia, tanto para la política económica como para la política exterior norteamericana.
Mientras que en el mandato Obama se primó la negociación de tratados comerciales con grandes bloques de economías y una relación fluida con países como Arabia Saudí o Irán, el próximo Gobierno de Trump prefiere negociar acuerdos de libre comercio de forma bilateral país a país y restablecer las relaciones con Rusia.
Aunque el acuerdo está rubricado por sus integrantes en Nueva Zelanda, su ratificación total todavía no se ha producido de forma completa, ya que todos los Parlamentos nacionales tienen que dar el visto bueno antes de entra en vigor.
En este sentido, echar para atrás el TPP tendrá un coste económico evidente que se compone de, por un lado, un coste explícito en forma de burocracia y proceso administrativo en estos meses de tramitación y, por otro lado, un coste de oportunidad más profundo definido por los beneficios económicos que dejarán de disfrutar los países integrantes por no aplicar este tratado.
Según los profesores Petri y Plummer en un papel publicado por el Peterson Institute for International Economics (PIIE), el PIB mundial se vería elevado en casi 500.000 millones de dólares cada año hasta 2030, mientras que las exportaciones mundiales crecerían un 3,1% adicional cada año de vigencia del TPP. Y el aumento extra del PIB llegaría al billón de dólares, con un alza de la exportación que escalaría al 7% por cada año de vigencia, con el efecto combinado del TPP y del TTIP.
Como ocurre en toda relación económica, aparece una dinámica evidente de ganadores y perdedores del TPP, donde habría ganadores externos al acuerdo, como serían Europa o el sudeste asiático, y un perdedor muy claro: China. Este punto es fundamental, dado que la política exterior de Obama tuvo un pivote claro en intentar evitar a China en medio de derrota tras derrota diplomática frente al gigante asiático en materia, por ejemplo, de emisiones contaminantes.
Por ello, al producirse la dinámica contraria, el mayor "ganador" del giro americano con Trump es China. La estrategia de alcanzar acuerdos comerciales bilaterales del presidente chino Xi Jinping que está tejiéndose en el marco de la Nueva Ruta de la Seda, es la que finalmente se impondrá frente a las tesis sostenidas en las últimas negociaciones de libre comercio emanadas del seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Sin duda, el camino que emprendió China hace años, y que ahora hará EEUU, entierra para siempre la Ronda de Doha y deja en evidencia a bloques políticos como la Unión Europea, que ahora ven peligrar aún más su posición internacional, dada su apuesta casi exclusiva por muñir tratados a gran escala, como el TTIP.
A diferencia del mandato Obama, Trump esconde las armas con las que quiere luchar en su 'guerra comercial' contra China. Además, formalmente buscará un equilibrio con Xi que convierta el eje del Pacífico en una zona de intereses comerciales cruzados, pero en la que todos se pueden beneficiar. Éste ha sido el espíritu que la delegación china encabezada por su presidente ha buscado en la reciente Cumbre de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) y que despierta gran interés en países como los de la Alianza del Pacífico o sus suministradores tradicionales de materias primas en el sudeste asiático u Oceanía.
Quién le iba a decir a China que su mejor aliado podría llegar a ser Estados Unidos. Comparten, además, el objetivo de reestructurar todo su sector industrial y sacar al mercado exterior sólo aquellos sectores que puedan ser competitivos. Con un acuerdo global, esto no habría sido posible. Pero con un pacto bilateral entre las diferentes potencias, la probabilidad de llegar a una solución paretiana (la mayoría se beneficia mientras el resto no empeora) es sustancialmente más alta.