El PIB español, sólido pese a las circunstancias
Miguel Cuerdo Mir
La actividad económica en España durante el segundo trimestre de 2016, de acuerdo con los datos del INE, ha seguido creciendo a tasas notables -por encima del 3% interanual-, a pesar de tener un Gobierno en funciones. Este resultado es más destacable, si cabe, cuando se observa como algunos de nuestros poderosos socios económicos, Francia o Italia, en ese mismo periodo, se han ido al estancamiento trimestral del PIB.
No obstante, se observa que nuestro crecimiento se desacelera, tanto en tasas de variación intertrimestral -del 1% al 0,8%- como interanual -del 3,4% al 3,2%. No es algo dramático, pero la dirección que sigue, ya apuntada en el trimestre anterior, no es la que se desearía, sobre todo cuando en el horizonte está la necesidad imperiosa de recuperar los niveles de renta y empleo que precedieron a la Gran Recesión.
Obviamente, la cuestión de por qué se desacelera el crecimiento económico en España en esta primera mitad de 2016 es del máximo interés. En primer lugar, es la demanda interna la que pierde algo de fuerza, si bien aportando un crecimiento nada despreciable del 3%. En segundo lugar, la demanda exterior es capaz de aportar crecimiento a la economía, con dos décimas de crecimiento en términos netos.
La demanda interna pierde fuelle, básicamente, porque hay una reducción importante en las tasas de crecimiento tanto del consumo de bienes y servicios del sector público como de la formación bruta de capital fijo. No así el consumo privado de los hogares, que incluso aumenta su tasa de crecimiento. La demanda externa, sin embargo, refuerza el crecimiento exportador -en términos interanuales, está creciendo a tasas del 6,8%, cuando hace un año lo hacía a tasas del 6%-, a la vez que se desinfla en algo el crecimiento importador.
Todo apunta a dos fuerzas distintas en esta evolución. Por una parte, la demanda interna crece algo menos que antes, muy probablemente porque un Gobierno en funciones, por más que hiciera bien las cosas en 2015, aprobando el Presupuesto para 2016, es menos proclive a gastar hasta el límite que le permite el presupuesto aprobado, sobre todo en aquello que no tiene una continuidad clara en el tiempo, ya sea por cambios en los responsables, en las funciones o en los objetivos que había diseñado el policymaker en su momento.
De hecho, el déficit del Estado, según los datos del ministerio de Hacienda, se ha reducido en un 1,4% interanual en la primera mitad de 2016, a pesar del impacto en la recaudación de las recientes rebajas de impuestos, que han producido una reducción de más de 3.000 millones de euros en los recursos no financieros de que han dispuesto las administraciones públicas en el primer semestre de este año.
La desaceleración del crecimiento de la demanda interna también está motivada por una pérdida de pujanza de la inversión. Aunque se mantiene en términos interanuales por encima del 4%, lo cierto es que hace un año crecía a más del 6%.
No sabemos hasta qué punto, pero parece razonable pensar que cuando hay que asignar recursos a varios años vista, la incertidumbre sobre la estabilidad política y sobre las medidas de política económica cuando no hay gobierno ni un horizonte claro acerca de cómo será el mismo, influyen de manera acusada en la evolución de esa inversión.
Sin contar con la inexistencia de proyectos públicos en infraestructuras, equipamientos y modernización económica de futuro al no tener un plan de acción gubernamental de carácter plurianual que poder implementar a ciencia cierta.
Por otra parte, no se puede obviar la aportación de nuestro sector exterior al crecimiento. En un contexto internacional muy incierto, las exportaciones incrementan su crecimiento en tasa interanual y, de acuerdo con los últimos datos del Banco de España de balanza de pagos, seguimos manteniendo la capacidad de financiación externa de los últimos trimestres.
En definitiva, la desaceleración del crecimiento español del segundo trimestre se produce en un contexto de incertidumbre política muy relevante, que se extiende ya a toda la primera mitad del año 2016 y amenaza con seguir a lo largo de la segunda mitad. Sin embargo, no se puede dejar de subrayar que el crecimiento anual se mantiene en la misma tasa que tenía en 2015 por estas fechas -es decir, un 3,2%-, que el empleo sigue creciendo a tasas superiores al 3%, que los costes laborales unitarios crecen a una tasa inferior al deflactor del PIB y que la desaceleración no afecta al conjunto, sino sobre todo al sector público -también sigue perdiendo empleo- y a los sectores primario e industrial.
Todo ello en un contexto general de una economía española cada vez más abierta, que se sigue desenvolviendo muy bien en un entorno internacional de alta incertidumbre, a pesar de que los socios comerciales principales presentan situaciones mucho más claras de desaceleración o de estancamiento.