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España ante la alianza de Rusia y Turquía

  • El acercamiento turco-ruso tendrá importantes efectos en la economía

Eduardo Olier

Turquía está en proceso de convertirse en una dictadura. O para ser más exactos, en una democracia al estilo ruso; a la que se llegará cuando acaben las purgas de las decenas de miles de ciudadanos turcos, y la reorganización de un ejército más favorable a Erdogan.

De ahí quizás el nuevo entendimiento entre Putin y el presidente turco después de su reunión el pasado día 9 de este mes en Moscú. Un encuentro que abrió, al menos, tres líneas de entendimiento: la puesta en marcha del olvidado proyecto de un gaseoducto entre los dos países a través del Mar Negro; la construcción de una central nuclear en Turquía con tecnología rusa en la localidad de Akkuyu, al sur del país; y, quizás lo más relevante, el posible cambio de posición de Turquía siguiendo la estrategia rusa en favor del presidente sirio Assad.

Tres movimientos que se suman al aumento de tensión entre Turquía y la Unión Europea, a quien el presidente Erdogan ha acusado públicamente de no haber rechazado contundentemente el fracasado golpe de Estado. Una acusación que ha levantado los sentimientos antieuropeos de gran parte de la población turca, que se agrava en Alemania, que cuenta con unos tres millones de turcos de los que más de 200.000 son favorables a la yihad.

Aunque en España se piense que esto es de otros y queda demasiado lejos, el estado actual de la política española no hace sino agravar nuestra situación ante los problemas políticos y económicos que se sucederán en el próximo futuro; ya que el acercamiento turco-ruso tendrá importantes efectos en ámbitos muy sensibles de la economía y de la política europeas; lo que sin ninguna duda nos afecta.

El primer efecto del acercamiento turco-ruso tiene que ver con la energía. Turquía depende hoy casi en un 60 % del gas ruso. Una conexión directa de gas entre los dos países convertirá a Turquía en la entrada fundamental de gas hacia la Europa central. Aunque España no se vea afectada directamente, si lo estarán Alemania y otros países comunitarios, con las consiguientes consecuencias sobre la política energética global de la Unión.

Y no digamos si los precios del petróleo inician su escalada desde los 50 dólares por barril de hoy y su tendencia al alza; lo que se notará de inmediato en las débiles cuentas públicas que hoy no gestiona nadie. El segundo efecto tiene que ver con la construcción de una central nuclear de tecnología rusa en Turquía. Lo que hará a este país más dependiente energéticamente de Rusia, con el consiguiente impacto sobre la OTAN, que se verá de alguna manera debilitada por una alianza aparentemente contra natura.

Algo que, de llevarse finalmente a cabo, obligará a una toma de posición de Estados Unidos, y se sumará a las actuales posiciones de países tan relevantes como Francia, el Reino Unido o, incluso, Hungría, que mantienen buenas relaciones con Rusia fuera de la posición oficial que enfrenta a la Unión Europea y Estados Unidos con aquel país. Un hecho que se sumará a las dificultades para encajar el Brexit, lo que debilitará los intereses comunes y abrirá nuevas brechas entre las posiciones de unos y otros dentro de la Unión.

Una serie de acontecimientos que sin duda afectarán a España, máxime si, con la situación política actual, se mantiene la dispersión de opiniones a la hora de defender los intereses comunes y no los beneficios de cada partido o de cada dirigente político.

A todo lo anterior, se suma el problema más serio que viene desde el conflicto sirio y la avalancha de refugiados que están hoy "controlados" en Turquía. Una circunstancia que, de nuevo, afectará de manera directa a España ya que un cambio de posición de Turquía respecto de los refugiados sirios tendrá unos efectos devastadores sobre Europa, carente aún de una posición común ante un problema que afecta a más de dos millones de personas.

Enorme problema que, desde Bruselas, se creyó solucionar con la aportación de casi 7.000 millones de euros a Turquía, sin entender que se trata de un problema geopolítico donde Europa no tiene ningún mecanismo eficaz que poner encima de la mesa. Lo cual se une a lo ya manifestado por Turquía y su incomprensión hacia Alemania por no haber sido más contundente contra el fracasado golpe de Estado.

A lo que hay que añadir otra reclamación del Gobierno turco, que exige la libre circulación de sus ciudadanos por la Unión Europea acogiéndose al Espacio de Schengen, que no entiende tampoco las reticencias de los países occidentales ante la masiva represión que se ha realizado en Turquía sin el necesario respeto a las más elementales reglas del Estado de derecho. Reticencias que Rusia no ha manifestado en ningún momento.

Queda el problema de la minoría kurda, que obligará a cambiar la posición rusa. Un problema quizás menor ante los beneficios que Rusia tendría de una alianza con Turquía. En España, de momento, seguimos entre el "no" socialista y las previsibles nuevas elecciones. Sólo Ciudadanos es el partido que mantiene el imprescindible sentido de Estado. Muy poco aún, desgraciadamente, ante la gravedad del momento.