Hay que echarle valor para crear una empresa hoy
Ana Samboal
En España, hay que superar once trámites, de media, para constituir una empresa. En Francia, un Estado que no puede presumir de liberal, cinco. Es un dato que debería hacer reflexionar a nuestros dirigentes políticos y sindicales: la formidable muralla administrativa que se ve obligado a sortear el emprendedor que quiere crear una empresa da vértigo.
También a los que ya han franqueado el paso, solo así se explica que, desde 1996, el repliegue en autonomías distintas a las del lugar de origen sea una constante. Ya deberíamos haber caído en la cuenta de que una tasa de paro del 20% es inadmisible. Pero solo reaccionan cuando se toca la médula, que es el empleado indefinido.
La única forma de dar el salto es ganar en productividad para ser competitivos, mayor cuota de mercado y tamaño y así generar puestos de trabajo. Y la productividad no pasa solo por recortar las indemnizaciones por despido de los contratos fijos -que también, si no queremos que una cuarta parte de la plantilla, de segunda categoría, se muestre desmotivada y con escasa propensión al consumo-, sino además por eliminar obstáculos aparentemente invisibles, que disuaden a las pymes de dar el salto.
Superar los 250 empleados, en vez de constituir un motivo de alegría, puede convertirse en una pesadilla de obligaciones, no sólo administrativas, imposibles de digerir en muchos casos. Los programas electorales vienen cuajados de grandes promesas, pero poco avanzan el contenido: si cortaran por lo sano, acabarían con muchos estómagos agradecidos.
Prefieren la mal llamada paz social porque los parados, aunque todos se arroguen de forma falsaria su representación, hacen menos ruido. Unos y otros saben lo que hay que hacer, pero hay que echarle valor y los únicos que lo hacen son los que se deciden a poner en marcha una empresa. Al menos, algo bueno ha salido de esta crisis, que su nombre, el de los empresarios, ya no se expresa con una mueca en la boca y un matiz peyorativo.