El 'roboautomóvil'
Javier Urones
El sector de la automoción ha encontrado en las tecnológicas un aliado para mejorar sus vehículos y potenciar sus ventas; sin embargo, este matrimonio de conveniencia entre ambos sectores puede acabar en los próximos años.
La aparición de nuevas tecnologías para la conducción como el coche dirigido de Google amenaza directamente a los productores clásicos. En lo que llevamos de año las cifras de ventas de vehículos nuevos crece un 1,5 por ciento aunque con diferencias. Mientras que compañías tradicionales como FIAT o Volkswagen venden cerca de un 10 por ciento menos, otras más ligadas a las nuevas tecnologías como Tesla crecen un 84 por ciento. Nuevas mejoras como el mencionado coche autónomo de Google amenazan con sacar de su zona de confort a compañías que mantienen una línea de producción más clásica y que no pueden seguir el ritmo de innovación. Otra compañía que trata de revolucionar el mundo del coche autónomo es la estadounidense Tesla, que pasará a producir también camiones y autobuses. El revés sufrido tras el primer accidente mortal con un coche autónomo, se va paliando poco a poco en bolsa con una subida del 16 por ciento en el último mes.
La duda que asalta a los analistas es si realmente el coche autónomo se encuentra tan desarrollado como para inquietar a la industria tradicional. Por poner un ejemplo, Ford lleva más de diez años investigando esta tecnología y todavía no ha conseguido trasladarla al usuario particular. Se trata de un concepto demasiado novedoso que tardará años en tener implantación en los compradores de vehículos, que en general, siguen mostrándose escépticos ante esta tecnología. Otro aspecto que tiene en jaque a la industria es quién se hará cargo del pago de los datos necesario para el funcionamiento del coche. Esperamos que con el paso de los años la tecnología se vuelva más asequible. El aspecto positivo será la seguridad de los usuarios y el respeto a las normas viales. El coche autónomo realiza una perfecta lectura de la señalización. La mejora de la seguridad vial es sin duda la principal baza de sus defensores.
Las condiciones climáticas también aparecen en el horizonte. Está por ver cómo el coche autónomo puede desenvolverse en escenarios adversos y si puede suponer un riesgo. El último aspecto es el gusto por conducir. Son muchos los conductores que disfrutan de la conducción y no están dispuestos a renunciar a ella.
Está claro que el debate no se terminará en los próximos meses, y que aunque la evolución tecnológica nos lleve a asumir que con el paso del tiempo el coche autónomo será una realidad, todavía falta mucho por pulir. La mayor dificultad radica en que las máquinas entiendan y sepan predecir la conducta humana. Pongamos un ejemplo. Si un coche autónomo respeta la señalización, pero por el contrario una persona al volante se salta una señal de stop ¿cuál será la reacción de la máquina para evitar un posible accidente?