El PSOE, en busca de la identidad perdida
José María Triper
Decía Íñigo Errejón este fin de semana que "el socialdemócrata se está convirtiendo en una especie semejante al lince ibérico: sale en los libros, pero es muy difícil de encontrar". Todo un torpedo en la línea de flotación del PSOE, más cargado de malicia que de realidad, pero sustentado sobre una base de razones objetivas.
Porque si la crisis económica ha arrastrado en estos años a una ideología ha sido, sin duda alguna, a la socialdemocracia. Una doctrina política que dominó en el oeste y norte de Europa durante la segunda mitad del siglo XX, que Felipe González importó a España recogiendo el legado de Willy Brandt en Alemania y del primer ministro sueco Olof Palme, y cuyos principios existenciales se basan en procurar un Estado de bienestar universal y la negociación colectiva dentro del marco de una economía capitalista.
Toda una revisión del socialismo decimonónico que tuvo un amplio respaldo sociológico hasta que ese Estado de bienestar empezó a desmoronarse, vapuleado por la crisis financiera, los excesos de la "cultura del pelotazo" y la implantación del luteranismo económico puro y duro de Angela Merkel, que mostró su cara más cruda en la Europa del Sur.
Cuando ya no había bienestar que repartir, sino ajustes, sacrificios y recortes, la socialdemocracia entró en crisis y muchos de quienes hasta entonces habían sido sus entusiastas defensores, proselitistas y votantes empezaron a virar, unos hacia la derecha liberal y los demás hacia el populismo radical.
Un fenómeno que no es sólo propio de España y de Podemos. Ahí está la Grecia de Tsipras, el Die Linke en Alemania, el Sinn Fein irlandés, o el Frente Nacional en Francia, país éste donde los socialdemócratas de Hollande y Valls están acorralados por las huelgas y el rechazo social a una reforma laboral similar a la española, que se han visto obligados a imponer por decreto y de espaldas a la soberanía del Parlamento.
Pero el reconocimiento de una crisis no significa que la socialdemocracia sea ya una especie en peligro de extinción como pretende Errejón con su comparación perversa. Los socialdemócratas están ahí y la crisis de la socialdemocracia es también su oportunidad para adaptar fundamentos, programas y respuestas a la nueva realidad socioeconómica de la Europa del siglo XXI.
Una búsqueda de la identidad perdida que es la que resume el desconcierto actual del socialismo español y su alejamiento del electorado. Una orfandad de credo y de principios que exige reflexión, tiempo y sobre todo un liderazgo claro y con carisma. Algo de lo que hoy adolecen en un PSOE fustigado por la urgencias, las tensiones internas y los personalismos.