Firmas

Asistamos al cortejo de los cisnes

  • Sepuede cumplir el propósito de Iglesias de que el PSOE olvide a C's
  • Cuando Sánchez fracase, se verá obligado a aproximarse a los 'populares'

Víctor Arribas

Lo importante empieza el día 5. La investidura fallida no ha arrojado grandes sorpresas y ha respondido al guión que todos esperábamos: ni un solo voto han sumado el PSOE y Ciudadanos, todos los partidos han criticado con dureza al candidato, y éste ha cosechado el menor número de votos de cualquier aspirante a la presidencia en toda nuestra historia democrática. Además, las críticas a Mariano Rajoy han sido también generalizadas, pese a que no era quien se sometía a la investidura. Las posiciones maximalistas parecen alejar cualquier posibilidad de pacto articulado por los socialistas hacia su derecha o hacia su izquierda. Pero la gran duda es durante cuánto tiempo, de los dos meses de período legal que se abren hasta el 2 de mayo, serán esas las posiciones inamovibles de unos y otros, quiénes las mantendrán y qué exigencias imprescindibles se irán diluyendo con el paso de los días y las semanas. Ésta primera parte del partido concluirá el viernes por la noche, pero lo interesante empezará entonces.

No podemos afirmar que lo ocurrido en la primera sesión de investidura haya sido inútil: se ha activado el plazo constitucional, los portavoces han abierto con sus intervenciones la nueva etapa política post bipartidismo, y el candidato socialista ha logrado visualizar su papel central y ha reforzado su posición hacia el interior de su propio partido. Pero el juego de ataques y contraataques, de desconsideraciones y faltas de respeto, puede dar paso a una especie de cortejo similar al que los cisnes realizan para iniciar su apareamiento. Con sus hermosos gestos visuales.

Vaya adelante o no la previsible nueva negociación entre PSOE y Podemos, todo apunta a que eso es lo que la opinión pública española va a presenciar en el tiempo inmediatamente venidero. En todas las declaraciones de los dirigentes de ambos partidos, tras la firma solemne del acuerdo de los 130 diputados en la sala del abrazo de Genovés, han dejado una puerta entreabierta a lo que debe ocurrir después del día 4: una nueva oportunidad para el acuerdo, una mano tendida, un dejar atrás las diferencias y los ataques. En el momento más visceral de su tremenda intervención de ayer, Pablo Iglesias volvía a tender al mano a Pedro Sánchez. ¿Dinamitaba con sus ataques envueltos en cal viva cualquier posibilidad de acuerdo posterior, o marcaba el camino para todo lo contrario? Saldremos de dudas no tardando mucho.

En los tiempos que corren para la política española, lo que hoy parece un principio inamovible, mañana puede ser papel mojado. Sin ir más lejos, Albert Rivera afirmó durante meses con una apariencia de verdad apabullante que su partido nunca daría el sí a Rajoy o a Sánchez, y ya vemos cómo los hechos le han desmentido. Escuchando lo que se han dicho socialistas y populistas parece imposible que vuelvan a sentarse en una misma mesa de negociación, pero la voluntad de la izquierda siempre ha superado montañas, y ahí está Alberto Garzón para realizar los esfuerzos que sean necesarios en esa dirección. A estas alturas parece posible que se cumpla la pretensión de Iglesias de que los socialistas olviden su pacto de progreso y reformista con Ciudadanos. En este escenario, el acuerdo con Ciudadanos decaerá, dejará de tener la visibilidad y las defensas que ha tenido como si de un Tratado histórico se tratara.

Cuando fracase por segunda vez en la tarde del viernes, Sánchez debería estar obligado a aceptar un acercamiento al PP, al que tanto repudia. La lógica política tradicional indica que tras salir derrotado una vez, rechazada su intentona, debería permitir que lo intente Rajoy y propiciar entonces que gobierne el partido más votado. Lo cual sería incluso positivo para su formación, aunque no para él, porque el PSOE podría hacer la más dura y razonada oposición a un Gobierno en minoría que no tendría una legislatura fácil ni larga. Podría ser como Sigmar Gabriel en relación a Angela Merkel. Lo que no tiene sentido alguno es precisamente lo que no ocurrió en Alemania, pero que hemos escuchado en el Congreso propuesto como mágica solución al bloqueo institucional que sufrimos: que el cuarto candidato más votado le diga al primero y ganador que apoye al segundo para que forme gobierno, léase: lo que Rivera le ha pedido ayer a Rajoy.