Firmas

Contundencia y sensatez

    El presidente francés, François Hollande.

    Marcos Suárez Sipmann

    El baño de sangre en París produce un repudio sin matices. Hemos de plantearnos cómo acabar con el terrorismo y cuál será el impacto de esa lucha. El yihadismo islamista no se limita al autoproclamado Estado Islámico de Irak y Siria. Está en los estados fallidos Yemen, Somalia y Libia. Y hay muchos otros movimientos fundamentalistas: en Nigeria y Malí; en Afganistán y Pakistán; en India, Bangladesh e Indonesia?

    La pretensión del terror no es religiosa. Es totalitaria. Su declaración de guerra consiste en querer imponer al mundo su visión. El problema es que es una guerra asimétrica. Muy pocos amenazan a la mayoría. Individuos sueltos atacan a la sociedad. Es una batalla de guerrillas islamistas contra un ejército. Los puntos de partida son diferentes.

    Los yihadistas desdeñan su propia vida - por primera vez se han producido atentados suicidas en suelo europeo - persiguiendo una brutal ideología totalitaria contraria a toda ley natural. Por su parte, policías y militares tratan de actuar racionalmente con objetivos específicos, sometimiento a la ley y sujeción a unos principios constitucionales.

    Habrá que replantear y renovar algunos fundamentos de política de seguridad. Pero sin renunciar al Estado de Derecho porque eso sería la victoria imposible que ansía el terrorismo. El Estado no puede evitar cualquier logro terrorista. La garantía de seguridad en cualquier lugar y momento es imposible. Será una lucha desigual y de duración prolongada.

    El objetivo de la masacre es claro. Por un lado es un ataque contra la política francesa. Es de temer un giro hacia posiciones de extrema derecha. Francia querrá retraerse de la globalización. El Frente Nacional obtendrá el rédito político de esta atrocidad en perjuicio de un impopular presidente François Hollande.

    Por otro, la europea en su conjunto. Los ataques -efecto perversamente buscado- avivaron las tensiones en la UE sobre los refugiados.

    Europa se encuentra en estado de alerta. Las autoridades de los países de la Unión darán prioridad a la seguridad interna por encima de otras consideraciones, al menos en el corto plazo. Esta reacción cobra especial significado en un continente que se enfrenta a la llegada masiva de migrantes.

    Frente a partidarios de la línea dura el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, defiende la línea aplicada hasta ahora. "Los que cometieron los atentados son exactamente aquellos de quienes huyen los refugiados y no a la inversa", afirmó Juncker antes de la cumbre del G-20 en Turquía. Tras los crímenes algunos sirios en Europa temen convertirse en chivos expiatorios. Otros sostienen que, pase lo que pase, siempre será mejor que quedarse en su país, devastado por la guerra y la violencia.

    En Polonia pese a tener una de las tasas de migrantes más bajas de toda Europa aumentan los discursos xenófobos. El nuevo gobierno, hostil a la acogida, anuncia que su país no podrá respetar los acuerdos europeos de relocalización de migrantes. No es solo una muestra de insolidaridad hacia los refugiados sino un claro incumplimiento del deber de lealtad comunitaria.

    En países como Holanda, tradicionalmente abiertos, el populista Geert Wilders cuyo partido encabeza los sondeos pide el cierre inmediato de fronteras. Para el ministro de Relaciones Exteriores holandés ello equivaldría a crear una falsa ilusión creando una fantasía que no ayuda a nadie.

    En Alemania, que prevé acoger a casi un millón de refugiados este año, el movimiento islamófobo Pegida ha aprovechado para afirmar que habrá atentados si no se para la avalancha de solicitantes de asilo. Es claro que hay que tratar de velar mejor por la seguridad en las fronteras aunque como ha advertido el ministro del Interior alemán no se puede establecer un vínculo a la ligera entre los atentados y la crisis migratoria.

    También en Croacia, principal país de tránsito de los migrantes en los Balcanes, el primer ministro consideró que el cierre de fronteras y las alambradas "no impedirán dramas como éste".

    A diferencia de los populismos que intentan aprovechar la situación, hasta ahora ejecutivo europeo y la mayoría de gobiernos nacionales afortunadamente han sabido reaccionar con unidad, contundencia a la vez que sensatez.

    Es necesario controlar a los migrantes. No se puede excluir la presencia de yihadistas que intentan filtrarse entre ellos mas hay que tener mucho cuidado cuando se relacionan causas y efectos. La Unión se enfrenta a un terrorismo existente tanto antes como después de la crisis. No es tanto una nueva política migratoria como una verdadera acción común en este ámbito lo que se requiere.