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Sobre la soberanía de... llámelo Quebec o Cataluña
- Montreal no podría forzar a negociar al resto de Canadá
- Perdería beneficios fiscales y el déficit se incrementaría
Eduardo Olier
Patrick Grady, relevante economista canadiense de origen americano, escribió en 1991 un libro de título autoexplicativo: Las consecuencias económicas de la soberanía de Quebec. El libro tiene 168 páginas por lo que no es posible hacer un completo resumen del mismo en este artículo. Nos limitaremos a traducir algunos de sus párrafos que reflejan el contexto y los resultados si al final Quebec se hubiera separado unilateralmente de Canadá.
Pongan Cataluña en lugar de Quebec, España en lugar de Canadá, adáptenlo a los condicionantes de la Unión Europea, y saquen sus propias conclusiones. Pasemos al texto de Grady:
Quebec es una parte integral de la economía canadiense. Incluso si Quebec se separara, el flujo de bienes y servicios, de capital y fuerza laboral deberían mantenerse en ambos sentidos. Quebec se equivocaría si pensara que Canadá está sentada en un barril de pólvora sin otra opción que negociar una asociación con Quebec de acuerdo a sus propios términos.
¿Qué quieren los quebequenses?
Una asociación con soberanía parece ser la opción preferida por la mayoría de los quebequenses para mantener las relaciones económicas con el resto de Canadá. Esto tiene el atractivo de preservar la continua y libre circulación de bienes y personas entre Canadá y Quebec. Los dos pilares del binomio "soberanía-asociación" son: la unión aduanera y la unión monetaria.
Desde el punto de vista de Canadá, la primera carece de interés, ya que Canadá abandonaría el control de tarifas externas en productos sin sentido económico para el país, como pueden ser el textil o el calzado, ya que sólo son importantes para Quebec. Existirían además otros contenciosos como los productos lácteos de Quebec, que se venden en Canadá a precios más elevados, o la electricidad que tiene contratos de larga duración con Canadá, parte de la cual se exporta a Estados Unidos. Ninguna de estas situaciones continuarían.
Sería probable que Canadá ejecutara un acuerdo de libre comercio con Quebec a fin de acomodar el nuevo país. Sin embargo, esto no sería un acto magnánimo, sino del interés de Canadá. Bajo este acuerdo de libre comercio existirían puntos de control aduanero entre Canadá y Quebec.
Sin embargo, si una unión aduanera acabaría por no funcionar, una unión monetaria entre Canadá y Quebec sería improbable. Ciertamente, sería muy difícil para Quebec vender sus productos en el resto de Canadá. Otras provincias aceptarían con dificultad la representatividad de Quebec en el banco central canadiense si fueran excluidas.
La ausencia de una unión monetaria sería mucho más problemática para Quebec que para Canadá. El Banco de Canadá tiene ya el reconocimiento de la comunidad internacional por la estabilidad del dólar canadiense. Quebec tendría que ganarse la confianza para su nueva moneda.
Otro asunto sería la división de los activos nacionales. Presumiblemente, los activos pertenecientes al Gobierno federal canadiense, como edificios o suelo, que tienen una localización determinada, deberían ser transferidos. La mayoría de los activos que existen en Quebec fueron, por supuesto, creados para el beneficio de todo el país: puertos, canales e instalaciones asociadas, sistemas de comunicaciones, industrias de defensa, aeropuertos y redes ferroviarias, por citar los obvios. Tan complejo como los activos serían los servicios públicos, que serían suprimidos de inmediato en caso de la separación de Quebec.
Otro posible coste de la independencia de Quebec proviene del final del bilingüismo en Canadá. Canadá ha funcionado como el amortiguador entre el Quebec franco parlante y la América del Norte de habla inglesa. Un Quebec independiente tendría que desarrollar sus actividades con los Estados Unidos sin la ayuda de Canadá. La documentación y las etiquetas en francés no serían ya obligatorias en los productos canadienses.
El problema de las fronteras
Quizás, el asunto más espinoso sería el concerniente a las fronteras territoriales de un Quebec soberano. Con la transferencia de las tierras pertenecientes a la compañía de la Bahía del Hudson a la provincia de Quebec entre 1898 y 1912, el territorio de Quebec creció de 193.000 millas cuadradas a las actuales 595.000. El proceso de separación sería muy costoso.
Un Gobierno central en el resto de Canadá y un Gobierno en Quebec con razonables políticas económicas serían necesarios para controlar los daños. Aún así, las dificultades serían enormes. Mucha gente dejaría Quebec para ubicarse en Canadá, lo que se añadirá a las 200.000 personas que abandonaron Montreal durante los pasados 15 años.
A largo plazo, Quebec sufriría probablemente mucho más que Canadá. Tendría dificultades para negociar un acuerdo comercial favorable con los Estados Unidos debido a la mayor intervención del Gobierno de Quebec en la economía: más intervención que en Estados Unidos y Canadá.
En cualquier caso, la posición exterior de Quebec sería débil, con la necesidad de hacer los ajustes estructurales requeridos por el Banco Mundial. La economía de Quebec mostraría varias debilidades: perdería los beneficios fiscales de las transferencias del Gobierno federal; el déficit presupuestario se incrementaría al incorporar los gastos adicionales necesarios para la nueva estructura de país, etc.