Firmas

Librerías, un negocio muy negro y nada criminal

  • Cada día echan el cierre en España dos librerías de media

Raúl Tristán

Entre todos las asesinamos. Debemos declararnos culpables de homicidio. Por nuestra indolencia, por nuestra pereza, por nuestra tacañería... Hemos sido ruines. Hemos sido infieles. Somos criminales con nombre y apellidos.

'Negra y Criminal', la "más que librería" de Barcelona especializada en el Género Negro, agoniza, y ya conocemos su fecha de defunción: será el próximo tres de octubre. Un sábado de otoño en el que, armados de pico y pala, nosotros, los fríos sicarios disfrazados de fieles camaradas, acudiremos al cementerio para enterrar bien hondo el sueño polar de Paco Camarasa y Monste Clavè, los dos osados compinches que creyeron poder asaltar cara descubierta el tren de los libros y salir indemnes.

Paco y Montse lo han hecho todo por esos montones de papel, en estos trece años. Un número muy noir. Lo han hecho todo para llevar el género negro a su cénit en España. Han reunido en su guarida del Carrer de la Sal a malhechores, de la comarca y de allende estas tierras. Monstruos del negro y escarlata de la talla de Barlett, Perry, Larsson, Salem, Zanon, Rusell, Leon, Martínez Laínez, Navarro, Ledesma, Rankin, Tristante, Connelly y un largo etcétera que hace la lista casi interminable. Paco y Montse han visto el Sol teñirse de rojo cada anochecer en La Barceloneta, un día tras otro, y elevarse sobre el horizonte al amanecer, tras haber seguido en la noche los furtivos pasos de un detective, de un asesino en serie, de un comisario, de un psicópata, de una inspectora? Eso era así hasta hace escasos días. Porque aunque ellos llegaran a intuirlo, a presentirlo, nada podía hacerse: el destino les aguardaba a la vuelta de una esquina con la frialdad del filo de un cuchillo que ansiaba hundirse en sus entrañas. Y la mano que lo empuñaba era la nuestra. La misma mano que descargó de forma pirata la última novela de Camilleri; aquella mano a la que le venció la pereza a la hora de acercarse a la librería del barrio, para recorrer sus estanterías en busca de 'Los crímenes del abecedario' y optó por comprarlo en un conocido almacén de libros a un click; sí, la misma mano ensangrentada que no tuvo reparos en arrancarle a la billetera varios cientos de euros para adquirir la entrada de un partido de fútbol, o comprar el móvil de última generación de los frikis, pero que tembló y se achantó a la hora de soltar bastante menos de veinte euros para llevarse a casa 'Yo fui Johnny Thunders'?

Casi veinte mil fichas, cerca de doscientos cómplices, unos cuatro mil títulos de lujo en el fondo editorial de buenos libreros... de esos que no hablan de oídas, de esos que se leen antes el material que van a aconsejar, que ?conocen el paño?. Yo, al menos, aunque no llegué a sentir su negra camiseta sobre la pell, creí alcanzar la gloria al colocar los títulos de mis novelas entre sus anaqueles? Pero eso, es ya otra historia.

Dos bajas diarias

Lo peor de todo es que 'Negra y Criminal' no ha sido nuestra primera víctima. Ni será la última. En España bajan la persiana, para no volver a subirla jamás, cerca de dos librerías diarias... en ocasiones más. Una crisis, esta de las librerías, que ha dejado muchos cadáveres en el camino: los de algunas librerías emblemáticas, y los muchos de pequeñas tiendas de barrio de novelas, como las conocíamos algunos durante la infancia.

Un crimen perfecto cometido contra nuestra Cultura, contra nuestra Educación. Porque Libro y Librería (como Biblioteca) deberían escribirse así, con mayúscula. Como Cultura y como Educación.

Pero, y ¿qué hay de las armas del asesino? Como ya he adelantado, nos han sobrado herramientas, o excusas: desde el libro electrónico, hasta la descarga ilegal, pasando por el exceso de oferta de títulos editados, el escaso interés por la lectura de gran parte de los ciudadanos, el cambio de paradigma en las compras, la comodidad de una sociedad de consumo apoltronada, los elevados precios de las novedades editoriales, los libros-regalo que acompañan a los diarios de papel. Al final, puede que incluso no haya crimen alguno, y que el forense en la autopsia determine que se trata tan solo de un fallecimiento por causas naturales. Y si es así, ¿es acaso, el de las librerías, un modelo de negocio condenado, no ya a reinventarse, sino a desaparecer?

Como hemos visto, la reinvención no es suficiente. La especialización no es garantía de supervivencia. En todos los rincones del país, las librerías se especializan; o se convierten en lugares de tertulia y debate; espacios donde se charla con el autor en torno a un café o a unos mejillones. Las librerías lanzan sus propias tiendas online y tienen presencia en las redes sociales; en ellas se reúnen clubes de lectura; y se llevan a cabo presentaciones de novedades editoriales. Las hay con cuentacuentos para los niños; e incluso las más atrevidas desarrollan performances con actores, cantantes o se arriesgan a convertirse en centros de agitación social. Y a pesar de todo ello, cierran. ¿Qué es entonces lo que está fallando en el modelo de negocio de las librerías? ¿Es la propuesta de valor? ¿Es el segmento de mercado? ¿Quizás la relación con los clientes? ¿O son las actividades clave?

No lo sé, pero lo que sí sé es que cada vez que una librería desaparece, un gran butrón se abre en uno de los muros de carga de nuestra sociedad, y parte de lo que somos nos es arrebatado con nocturnidad y alevosía.