Varoufakis, el destructor, quiere convertirse en un adalid de la democracia
- La historia juzgará con dureza a Tsipras, pero también al exministro
Lourdes Miyar
El ex ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis piensa que la historia "juzgará con mucha severidad lo que ocurrió ese día (el 13 de julio, cuando se alcanzó el acuerdo para un tercer rescate a Grecia) y en particular a nuestros líderes que prosiguen esa mascarada". El ex ministro, enfrentado y resentido con su antiguo amigo, Alexis Tsipras, se quiere convertir en una especie de adalid de la democracia europea, un espiritu puro que nada tiene que ver ya con un partido, Syriza, que rechaza.
Nada habla de cómo se puede juzgar a un Gobierno, del que formaba parte, que con una jugada política, cómo fue la convocatoria del referendum, condenó a todo su sistema financiero. Varoufakis, eso sí, encuentra argumentos para echar la culpa del desastre, el cierre de los bancos ante la falta de liquidez, al Banco Central Europeo. O a la Troika, cuyo omnipotente control sobre la informática mundial impidió poner en marcha un plan para disponer de una banca paralela y operativa en dragmas, según relató el ex ministro.
Volumen necesario
El volumen necesario para el tercer rescate heleno, unos 86.000 millones, hubiera sido bastante menor si no hiciera falta ahora rescatar a su sistema financiero. Eso hubiera ahorrado recursos a sus malvados socios europeos y también convertiría en más manejable la solución para Grecia. Las cuatro mayores entidades financieras, que copan el 95% de todo el negocio del sistema, eran viables antes de que Varoufakis y Tsipras convocaran la consulta.
Ya habían tenido que ser rescatadas y aunque aún tenían pérdidas sus niveles de solvencia y evolución eran más que aceptables. Tras el pánico bancario que provocó la convocatoria y el corralito inmediatamente posterior, pocos son los inversores que se atreven a asegurar que los 25.000 millones asignados serán suficientes para devolverlos a la vida. Tal vez la historia juzgue con dureza a Tsipras, pero Varoufakis tampoco debería salir indemne.
Lourdes Miyar, adjunta a la dirección