Firmas

El legado de Varoufakis: un euro reversible

    El ex ministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis. <i>Reuters</I>.

    Matthew Lynn

    Suena a película de Jason Bourne. Sin embargo, el legado de Varoufakis, llamado así por el recientemente cesado ministro griego de Finanzas, podría ser algo más emocionante que la cuarta parte de la serie Bourne.

    Con hackeo de alta tecnología un siniestro villano alemán, un complejo atraco financiero, chantaje, acoso y rescates en el último minuto, tiene todos los elementos de una película de acción, con la única excepción de una persecución en coches a gran velocidad por las calles de Atenas.

    Dejando de lado su valor como entretenimiento, sin embargo, Yanis Varoufakis también deja tras de sí un legado mucho más importante, uno que dará forma a la evolución de la economía de la eurozona durante al menos el próximo decenio.

    Con las revelaciones de los planes secretos de una moneda paralela trazados por autoridades del ministerio griego de Finanzas en lo más alto de la crisis de este año, ahora tenemos lo que en la práctica es un euro reversible. Seguro que no afectará solo a Grecia. Cada país deberá hacer planes de contingencia para un sistema monetario alternativo. Y eso significa que el euro ya no es una moneda única, sino un régimen de tipo de cambio fijo, y será mucho menos estable.

    Mientras Grecia y el resto de la eurozona se enfrentaban por el último paquete de rescate del país, los bancos griegos cerraban sus puertas, y se introducían controles de capital, siempre hubo un agujero en el corazón de la estrategia negociadora del primer ministro Alexis Tsipras. Mantuvo su compromiso de permanecer en el euro. En cualquier negociación, si ya has concedido el resultado final, tu parte es mucho más débil. Sin una amenaza creíble de salir de la moneda única Grecia acabó viéndose obligada a ceder, y a aceptar los punitivos términos del resto de la UE que empujarán a su economía aún más al fondo de la recesión.

    La alternativa del plan B

    Ahora resulta que Grecia siempre tuvo un Plan B. La filtración de expedientes ha revelado que Varoufakis trabajaba en una propuesta para una moneda paralela, y había hablado de ello en profundidad con un grupo de hedge funds.

    Los detalles del plan son lógicamente imprecisos. Pero incluían la creación de pagarés, que en la práctica serían una cuasi-moneda, y, lo más extraño de todo, incluían entrar en el sistema fiscal griego para crear cuentas de reserva vinculadas con cada contribuyente. Era clandestino, y no pensado del todo; habría tenido que incubarse en secreto. Si se hubiera lanzado, tendría que haberse hecho con un elemento de sorpresa, y probablemente de la noche a la mañana. Nunca fue probable que se avisara con seis meses de adelanto, con mucha preparación para el cambio. El punto importante era que el plan estaba ahí.

    Los alemanes estaban trabajando en algo similar. En lo más álgido de la crisis, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schauble, propuso su propio Plan B para Grecia. Incluía una suspensión "temporal" de su pertenencia al euro, junto con abundante ayuda humanitaria para ayudarle a atravesar los primeros y difíciles meses del restablecimiento de su propia moneda. En la práctica, por supuesto, la suspensión "temporal" de la pertenencia al euro sería una hoja de parra. Es imposible imaginar las circunstancias en las que los griegos decidirían reingresar en un sistema monetario que ya les había llevado a una recesión catastrófica.

    En realidad, ambos planes tenían todo el sentido. La única diferencia real era que uno implicaba que los griegos rompieran las cadenas de la pertenencia al euro, y el otro implicaba que fueran liberados. Ambos acaban en que el prisionero queda libre de nuevo, pero el proceso de conseguirlo es muy diferente. Pero que tuvieran sentido o no no es la cuestión central. Lo importante es simplemente que los planes existieran; y una vez que se han hecho es imposible que desaparezcan jamás de la mesa.

    Un precedente para el resto

    Sin duda que ahora a todos los ministros de Finanzas de Europa se les va a preguntar continuamente si, como los griegos, han puesto en marcha un plan de contingencia para una moneda alternativa. Será una cuestión muy difícil de responder. Si dicen que no parecerán irresponsables, después de todo una de las tareas clave de todo gobierno es prepararse para toda clase de cosas terribles que pueden ocurrir. Si dicen sí, sin embargo, entonces perjudican a su pertenencia a la moneda única. Sólo pueden perder -pero eso no significa que no vaya a pasar. ¿Los irlandeses? Ciertamente se esperará de ellos que tengan un plan en marcha, dada la fortaleza subyacente de su economía, y lo que les ocurrió la última vez. ¿Los españoles? Con la subida de sus propios partidos anti-austeridad no cabe duda que deberán prepararse para todas las eventualidades. Lo mismo es válido para los italianos y los portugueses. Cuando empiecen las preguntas será imposible de parar.

    El problema es que así es como se espera ahora que funcione una moneda. Nadie pregunta al gobernador de Virginia los planes que tiene en marcha para el caso en el que el Estado decidiera salirse del dólar. Nadie pregunta al líder del Consejo de Manchester si se han preparado para dejar la zona de la libra, o a los líderes de Osaka si puede que reemplacen al yen. Sería como preguntar si han planeado colonizar Marte. La pregunta sería demasiado disparatada siquiera para hacerla. Sencillamente, no pasaría. Eso es porque los sistemas monetarios que funcionan de forma correcta son permanentes.

    Eso lo han cambiado los griegos y los alemanes. El legado de Varoufakis es, en verdad, un euro reversible. Un país puede ser miembro, pero sólo por el momento, y sólo mientras funcione. Siempre tendrá un Plan B almacenado en algún sitio, por si acaso. Sin embargo, eso no es una moneda. Es un sistema de tipo de cambio fijo. El problema es que los sistemas monetarios fijos no suelen sobrevivir a una crisis económica. El euro por ahora se está tambaleando. Pero las opciones de que sobreviva a la siguiente ola o turbulencia en los mercados se acaban de reducir drásticamente.