Grecia: rescate III en lugar de la salida del euro
- El caso griego demuestra que no hay convergencia en la UE
Ferran Brunet
Rescate III en lugar de salida del euro. La Unión Europea confía en la capacidad de Grecia para recuperar su economía fallida y para evitar ser un Estado fallido. Abona esta confianza poniendo unos recursos muy importantes y condicionándolos a unas reformas de calado, que en relación a los rescates anteriores cada vez implica más dinero y más profundidad en las medidas.
Ahora la Unión Europea ha establecido unas condiciones muy esenciales e incluso los Estados de la eurozona han añadido unas garantías muy significativas para financiar el rescate.
El programa griego de rescate y reforma debe votarse en los parlamentos de varios Estados donde los gobiernos signatarios tienen mayoría. Por el bienestar de los griegos y por la estabilidad del sistema político europeo, ¡ojalá Grecia sea capaz de recuperarse con estas reformas y con estos fondos!
Este caso griego está siendo uno de los más enrevesados y más largos de la historia de la integración europea. En los últimos meses han ocurrido hechos inéditos, algunos inauditos. Grecia lleva dos semanas en default financiero y en corralito bancario. Con todo, ni los mercados financieros se hundieron ni la Unión Europea se precipitó a pagar las facturas de Grecia. En este tiempo hubo muchísima presión, incluyendo un referéndum en Grecia el 5 de julio, larga negociación y amplia transparencia.
Conclusiones del desenlace griego
El nuevo rescate de Grecia de hasta 80.000 millones de euros, que era lo más probable, tardó muchísimo en fraguar. Al revés, la salida del euro que parecía casi imposible estuvo muy cerca, y no cabe descartarla completamente si algo se tuerce. En este caso, la Unión Europea se ha resistido a lo más cómodo, un rescate. Pero no se ha atrevido con lo difícil, el Grexit. Con la perspectiva del desenlace de la cuestión griega, podemos entresacar algunas conclusiones provisionales, que presentamos en forma de decálogo:
La eurozona no es un área monetaria óptima: carece de movilidad de la fuerza de trabajo, de flexibilidad salarial, de unión bancaria y de unión fiscal, y las diferencias entre las estructuras económicas de sus miembros y las políticas económicas nacionales hacen que más de un país tenga un insuperable déficit de competitividad.
Se producen choques asimétricos, que la crisis de 2007-2009 exacerbó, y se acrecientan las divergencias económicas y políticas.
El caso griego muestra que, en lugar de europearización y convergencia, pueden persistir estructuras nacionales contradictorias con el acervo comunitario y el mercado único, y todo ello puede regarse con fondos comunitarios cuya finalidad era la contraria, la armonización.
Dado el grado de integración europea y la unión monetaria, Europa debe implementar ya una gobernanza económica avanzada y desarrollar un sistema multinivel de gobierno, con competencias exclusivas. La contradicción entre soberanía fiscal y unión monetaria puede ser letal, precisamente para los países de la Unión cuyo sistema político y económico es más débil.
La crisis, la competencia política y el juego negociador han atizado el nacionalismo y la demagogia. El populismo y el nacionalismo son un riesgo político notable en algunos países de Europa. Son dos tendencias incompatibles con el espíritu europeo y con el funcionamiento de la Unión. De acentuarse las políticas nacionalistas y populistas, la Unión Europea se resquebrajará, lo que auspiciaría una integración selectiva.
En esta crisis griega y en las anteriores se puso de relieve que los mercados funcionan, que descuentan bien las opciones y acompañan a los desenlaces sin mayor crack. A este propósito ayuda también el gradualismo de la Unión, incluso su lentitud.
Las medidas de política económica y las reformas institucionales cuyo fin sea introducir competitividad pueden tener un coste económico para algunos sectores y un coste político para el gobierno. Por ello deben contar con consenso entre los partidos básicos y en ningún momento de su ciclo pueden aparecer como impuestas desde fuera.
El caso griego resulta de la síntesis entre lo peor de la política económica nacional y lo peor del proceder de la Unión Europea. En la confederación europea, la fortaleza y debilidad de los Estados miembros es trascendente. Cuanto ha ocurrido en esta crisis griega en relación a Alemania y a los países nórdicos indica severamente los límites del sistema comunitario.
La cuestión griega muestra el estropicio que genera el exceso de la política, a nivel estatal y europeo, donde parece que todo fuera posible. A menudo, las soluciones políticas contrarían a las soluciones económicas y tienen un coste político y económico elevado.
El caso griego y su desenlace tienen un riesgo de contagio. Debido al riesgo moral que supone premiar a los incumplidores, este rescate griego III eleva el riesgo de contagio político, especialmente el de los Estados débiles, y reduce el riesgo de contagio económico, por lo menos en el corto plazo.
La presente cuestión griega será un hito en la historia de la integración europea. Con todo, en el horizonte global aparece otro riesgo más vibrante aún: ¡la cuestión china! Los desperfectos de ésta sí podrían ser sistémicos.