Firmas
Moisés perdido en el Sinaí
Javier Nart
Hace algunos años Artur Mas confundió el país con una manifestación. Y a la ciudadanía con una asociación. Y autoconvencido de ser un genio de la política y salvador de la patria, asumió el rol de un nuevo Moisés. Moisés-Mas que, mandíbula enhiesta y mirada desafiante, conduciría a los catalanes oprimidos por el Faraón hispano hacia la tierra de promisión, hacia la independencia.
Una independencia de efecto milagroso: la solución está en la patria, aunque la bandera esconda la cartera. "Llegará un día en que los catalanes por el simple hecho de serlo iremos por el mundo y lo tendremos todo pagado", afirmó con sorna el filósofo Francesc Pujols. Por entonces Moisés contaba con 62 diputados en el Parlamento. Adelantó las elecciones? y se encontró con 50. Éxito apoteósico, sin duda.
Y en éstas sigue y prosigue. "Inasequible al desaliento e impasible el ademán" dirige con solemne vacuidad Cataluña hacia la partición y a su partido hacia la jibarización. Vocación de indio amazónico en la que se mantiene con extrema eficacia: los sondeos de la Generalidad indican que en la actualidad pasaría de sus 50? ¡a 30!
En cualquier actividad humana, desde una fábrica de zapatos a una ferretería, el responsable de unas pérdidas de un 50% sería puesto directamente en la calle por manifiesta incompetencia. Pues no: Moisés abducido por su histórica-histérica misión sigue contando con el apoyo unánime de los órganos de dirección donde el consenso recuerda a los congresos del Partido Comunista búlgaro (105% de adhesión al líder).
Significativa concordancia ya que sin discrepancia alguna Convergencia pasó del nacionalismo moderado al independentismo radical. "Quien se mueve no sale en la foto", lapidario lema del muy corrupto Partido Revolucionario Institucional mexicano. El temor, el terror, es qué será de tanto militante con trabajo a extinguir cuando Moisés siga perdido en su Sinaí.