Firmas

Limitado impacto de Atenas en Madrid



    Con toda probabilidad no habrá ruptura entre Atenas y Bruselas, sino un acercamiento de posiciones. La elección de Alexis Tsipras tampoco supondrá un empuje significativo para Podemos en España. La desesperación del pueblo griego, que dijo "no" a los candidatos del ajuste, se comprende en un país cuyo PIB cayó un 25 por cien con respecto al inicio de la crisis. Sin embargo, España nunca llegó a estar tan hundida como Grecia y, a diferencia de ésta, empieza a recuperarse tímidamente.

    Si han surgido partidos antisistema como la coalición Syriza es porque todos los que están dentro de él han sido incapaces de ofrecer soluciones a la tragedia griega. Tsipras declara que la deuda así como está es impagable. Su dilema: aceptar las exigencias de la troika y aplicar los ajustes acordados, o conservar sus promesas electorales de aplicar un plan social de emergencia reclamando una renegociación.

    Por su parte, la disyuntiva de la Unión Europea es decidir si se mantiene en su postura de austeridad o si suaviza sus imposiciones a las demandas griegas. Si hace lo primero, da una señal de fortaleza, pero se arriesga a que Grecia no sea capaz de solventar la deuda. Si hace lo segundo, alivia la presión sobre el gobierno heleno, pero corre el riesgo de que emprenda - con dinero europeo- un programa de expansión del gasto, con lo que se perdería lo ganado en estos años de ajuste. Además, alimenta los grupos populistas en otros países en aprietos, como Podemos en España.

    Europa, a partir del año 2010, creyó que el problema futuro iba a ser la inflación y por ello, la austeridad la respuesta para disminuir el gasto fiscal. El caso de Alemania es hasta cierto punto comprensible, a la luz de sus experiencias con inflaciones galopantes entre las dos Guerras Mundiales.

    Otra razón no menor que explica su inflexibilidad es que el 80 por cien de la deuda griega está en manos de instituciones o gobiernos de otros países europeos. Cualquier reducción afectaría a sus contribuyentes. Solidaridad, sí; pero alemanes, holandeses, finlandeses, por citar sólo algunos, no están dispuestos a sufragar indefinidamente y sin garantías a los griegos. Y sucedería lo mismo -no hay que engañarse- si la situación fuera a la inversa.

    Fueron varios los grupos que aplaudieron la victoria de Syriza, sin distinción de derechas o izquierdas. Los parabienes y felicitaciones de la ultraderecha eurófoba provenientes del Frente Nacional francés o la Liga del Norte italiana vuelven a mostrar la virtual alianza entre los extremos.

    En nuestro país, la izquierda radical representada por Podemos actúa en un contexto de rechazo a los políticos tradicionales mediante mensajes radicales, a veces revolucionarios. Con eslóganes con pegada del tipo "democratizar el poder", sus jóvenes líderes han sabido llegar a los votantes. Lo que ha dado fuerza a Podemos han sido los numerosos escándalos de corrupción en la clase política en el contexto de crisis y recortes. No obstante, sigue careciendo de programa.

    Hay otra diferencia sustancial: Syriza se vio favorecida por una ley electoral pensada en otros tiempos que premia al partido más votado, permitiéndole arañar la mayoría absoluta con el 36 por cien de los votos. No sucede así en España. En cambio, sí se vislumbra aquí, como ha sucedido en Grecia, la esperada ruptura del bipartidismo. Junto a Podemos irrumpe con fuerza el partido moderado Ciudadanos en el Congreso español, donde - y esta es otra importante variante con respecto a Grecia - no hay representación de la extrema derecha.

    Como se anticipaba, una vez en el poder, Tsipras ya ha comenzado a moderar su discurso. La UE también tendrá que ceder: ampliando plazos y seguir ayudando al tiempo que mantiene la supervisión sobre Grecia. Hará bien en medir sus pasos para evitar que el descontento contra Bruselas y los programas de austeridad, reflejado en partidos populistas exitosos, se transforme en una epidemia que contagie a toda Europa.

    Cuando a partir de ahora los dirigentes de Podemos miren a Syriza en Grecia para ver qué pasos les conviene seguir, ya no escucharán las acostumbradas consignas incendiarias tan útiles desde la oposición y en campaña. Verán a un Tsipras más centrado y responsable en sus tareas de gobierno ante los colosales desafíos a que se enfrenta. Su Ejecutivo ni siquiera es tan pésima noticia para la Unión como temen unos y desean otros. Es un toque de atención fundamental para corregir el rumbo entre todos.