Firmas
El ángel exterminador
En la época de Internet, las redes sociales, el matrimonio del mismo sexo... el derecho a la intimidad debería ser un derecho fundamental, como puede serlo el derecho de reunión, manifestación o huelga. Sin embargo, se trata de un derecho capitidisminuido que va a menos. Pero no sólo ha sido el legislador quien ha dejado en un segundo plano el derecho a la intimidad. La estocada de muerte se la hemos dado los periodistas, que nos lo hemos tomado muy poco en serio y hemos decidido por nuestra cuenta y riesgo que el derecho a la información está por encima de cualquier otro derecho.
Sinceramente, creo que es un error. Esta forma de actuar nos puede llevar a una sociedad asfixiante y fascista, como la que reflejó George Orwell en sus inquietantes novelas: 1984, Fahrenheit 451, Gran Hermano o Rebelión en la granja.
Estas semanas hemos visto cómo los medios de comunicación han publicado con regocijo los WhatsApp entre Jaime García-Legaz y Francisco Nicolás. Se puede argumentar que el material lo proporcionó el receptor del mensaje y que por ello es legal. Pero no es ético publicarlos cuando se está violando la intimidad del secretario de Estado de Comercio. Hacerse partícipe del "juego" urdido por el pequeño Nicolás en un intento de desacreditarle con la única intención de conseguir sus propósitos no deja en un buen lugar a quien se ha prestado a ser cómplice.
No es un hecho aislado, cuando estalló el escándalo de las tarjetas opacas de Bankia, se publicaron los gastos que los titulares habían realizado en un intento de hundirles moral y políticamente. Lo mismo ocurrió cuando en el caso Noos se publicaron los WhatsApp de Diego Torres contra Iñaki Urdangarín. La Justicia en este tema siempre ha mirado para otra parte. Como en la película del gran Luis Buñuel, esto cada vez se parece más a El ángel exterminador (1962). Los jueces no deberían olvidar que la corrupción moral es tan grave como la económica.
Mariano Guindal, periodista.