Firmas
La amenaza ya no es la periferia: Europa está en deuda con España
- Una crisis incontrolada en la periferia hubiera sido una amenaza al euro
Europa está en deuda con España, como también lo está con Irlanda y Portugal. Todos ellos han llevado a cabo los dolorosos ajustes que se les exigía desde Bruselas. Hoy España, gracias a los sacrificios de sus ciudadanos, ha implementado las reformas que han hecho posible ser el único país que supera la previsiones de crecimiento en un contexto generalizado de recesión o estancamiento en el resto de la UE.
Una crisis incontrolada en la periferia hubiera supuesto una grave amenaza para la pervivencia del euro y un autentico torpedo en la misma línea de flotación del proyecto europeo. Hoy el peligro es distinto pero de igual gravedad.
La resistencia de países clave como Francia e Italia para poner en marcha las reformas necesarias para activar sus economías amenazan al conjunto de la Unión Europea con una nueva recesión que pone en peligro todos los logros que tan dolorosamente se han conseguido en la periferia. No es de recibo que, una vez más, los imprescindibles ajustes y los compromisos de estabilidad macroeconómica establecidos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento pretendan ser ignorados por un país tan central al proyecto europeo como Francia.
Amenaza de recesión
La amenaza es seria; la posibilidad de una nueva recesión que hace seis meses era del 2% se ha disparado actualmente al 40%. Tendencia que se ve favorecida por un entorno geopolítico nada favorable. Una crisis larvada en Ucrania, Oriente Medio en descomposición, Libia un foco de inestabilidad que se desparrama por toda África central, y la inminencia de una plaga como el ébola en países incapaces de hacerles frente sin ayuda exterior.
Son por lo tanto momentos críticos en que es exigible una acción concertada de todos los países miembros de la UE. Lo que no es de recibo, lo que constituiría un grave quebranto de los compromisos y de la credibilidad de la UE, es que las reglas de juego que entre todos nos damos solo sean aplicables a los países de la periferia. No sería la primera vez; Alemania y Francia se saltaron a la torera el Pacto de Estabilidad (déficit no superior al 3%) catorce veces desde 2005, cuando les tocó el turno de aplicarse en carne propia el rigor que tan meticulosamente exigían a los demás. Un pacto que ambos promovieron en un ejercicio de arrogancia para resguardarse de las veleidades de la denostada periferia, los mismos que el norte tuvo la insolencia de englobar recientemente bajo el peyorativo acrónimo de PIGS.
Hace unos días Draghi no se anduvo con ambages y abordó en el cuerpo principal de su discurso en el Brokings Institute el mensaje que en su intervención el pasado agosto prefirió relegar al pie de pagina del turno de preguntas. "Sin reformas no habrá recuperación". Una vez mas vuelve a insistir que los problemas a los que se enfrenta Europa no son tanto de facilidades de crédito como estructurales y que por lo tanto es imprescindible acometerlos de una vez por todas con decisión o estaremos poniendo en juego el estado de prestaciones sociales del que hoy por hoy, a pesar de los recortes, seguimos disfrutando en Europa. Pero para ello es necesario una economía potente y que funcione.
Estado de bienestar
El llamado estado de bienestar constituye un logro único en un mundo atormentado por la pobreza, la inseguridad, la falta de asistencia medica gratuita. Nada es gratis y el "porque yo lo merezco" está muy bien como engañoso eslogan populista, pero la Biblia y sobre todo nuestra experiencia nos enseña que el sudor de la frente es lo que de verdad opera milagros.
No esperemos mucho de los políticos; están mediatizados por cálculos electoralistas. Prestemos oídos a los técnicos; y lo que estos nos dicen, una y otra vez, es que como sociedad tenemos que dejar de escuchar las mentiras que nos consuelan y empezar a prestar atención al diagnóstico que nos desagrada.
En España eso pasa por finalizar las reformas iniciadas y por un cambio de mentalidad profundo. Necesitamos reinventarnos como país y como economía. Y eso exige derribar las barreras que nos condicionan superando particularismos territoriales o ideológicos para sustituirlos por una exigencia constante y vigilante de competencia y honradez. Las estructuras políticas han amparado en demasiadas ocasiones a miserables e ineptos. Tenemos la clase política a la que votamos; un reflejo en última instancia de lo que somos como ciudadanos. Un fraude a la Hacienda Publica de 40.000 millones año no parece dejar a muchos de nosotros a salvo. La conclusión es inescapable. Tenemos los políticos que somos.
Ignacio Nart, analista financiero