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Efectos del referéndum escocés en Cataluña
El no socavará irremediablemente al movimiento secesionista catalán, con el sí incendiarían Cataluña.
El jueves 18 de septiembre los escoceses votarán si siguen siendo parte del Reino Unido. Grandes cuestiones, grandes apuestas, con profundas implicaciones para los escoceses, para los británicos y para los europeos. En sí mismo, el referéndum escocés ha generado ya muchos elementos negativos: confrontación política, fractura social e inestabilidad económica. En cuanto al resultado del referéndum, parece que los mercados han descontado el no a la independencia, pero los escarceos de la semana próxima van generar algún susto bursátil.
En España el referéndum de Escocia afectará mucho. Los separatistas catalanes propusieron un referéndum que carece de fundamento legal, lo que les ha permitido multiplicar sus fuerzas merced al víctimismo: "España no nos deja votar". Tras el desfile oficial del jueves 11 de septiembre, los separatistas catalanes esperan como agua de mayo que Escocia vote sí a la secesión. El escenario catalán se orientará de modo diferente según cual sea el resultado del referéndum escocés: el no socavará irremediablemente al movimiento secesionista catalán, con el sí incendiarían Cataluña.
De ganar el no a la independencia de Escocia, la inestabilidad en el Reino Unido se corregirá rápidamente. El resto del continente suspirará aliviado. Quedará el rescoldo de Cataluña: al no ser posible aquí un referéndum, la energía política que los separatistas han acumulado no se saldará, sino que irá esfumándose lentamente. Por tanto, del movimiento nacionalista quedará en su núcleo duro revolucionario, que procurará recrecerse, auspiciando la insumisión, propiciando la confrontación personal y con ella la violencia y la represión ante las cámaras de todo el mundo.
De ganar el sí a la independencia de Escocia, el crack financiero del Reino Unido y de España, y por extensión en Europa, Estados Unidos y los mercados globales estaría servido. Además, los daños tendrían difícil arreglo y sumirían a Europa en una recesión larga. La desesperanza sería honda. Para España, la independencia de Escocia sería nefasta. Muy probablemente, finalmente en ningún caso se producirá la independencia de Cataluña y del resto de regiones españolas y la desintegración de España, y tras ella de varios otros países de Europa. Pero si Escocia vota por la independencia el riesgo que habría que combatir se multiplicaría, y los costes políticos, sociales y económicos serían muy altos y muy prolongados. Si a este reto sustancial en cuanto a la estabilidad de las naciones le unimos el reto de competitividad, entenderemos que Europa entraría en un invierno prolongado, asaetado con tormentas tremendas.
El Parlamento catalán aprobará el 19 de septiembre una consulta para el 9 de noviembre, que el Gobierno de España impugnará y el Tribunal Constitucional suspenderá. Si el próximo jueves 18 de septiembre en Escocia gana el no a la independencia, la convocatoria de consulta sería el antepenúltimo paso de la farsa catalana, que entrará en su otoño. Si ganase el sí, sería una estación más del vía crucis catalán, preludio de la tragedia a la que los separatistas tienen abocados a los catalanes.
Otoño es la estación del año que acumula la mayor energía política y el mayor riesgo financiero. Si se avizorara que la inseguridad y los daños colaterales del caso catalán pueden ser significativos, especialmente en las finanzas se complicarían. De modo que el pronóstico de la cuestión catalana no es halagüeño: o próxima insurrección o largo declinar.
El referéndum del próximo 18 marcará el desenlace de la partida. Entre los lances escocés y británico y el catalán y español hay innumerables diferencias, y hay un aspecto que hace al segundo de peor pronóstico: aquí, a falta de voto y de consumación de la energía política, el reto soberanista se cronificará. De modo que, aunque en Escocia haya más probabilidades de independencia que en Cataluña, simplemente porque allí es jurídicamente posible y aquí no, la resolución política allí será más rápida y menos costosa que aquí. Salvo que Escocia optara por la independencia: entonces, sobrevendrían años de caos, y la ruina de aquel reino, lo que sería el mejor aviso para los catalanes que aún duden.
Por tanto, el próximo 18 de septiembre tendremos despejado el caso escocés. Sin ninguna duda, better together. Si en Escocia gana el no, el ocaso del desafío separatista catalán, será abreviado; si gana el sí, el ocaso será largo.