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Europa según la visión de Draghi

    El presidente del BCE, Mario Draghi. <i>Imagen: Archivo</I>.


    Los banqueros centrales suelen sentirse orgullosos de ser aburridos. No es el caso de Mario Draghi. Hace dos años el presidente del BCE sorprendió con su anuncio de que iba a hacer "lo que fuese necesario" para salvar el euro. Esta semana Draghi ha dejado caer otra bomba y ha elegido bando sobre cuál es la respuesta política adecuada ante el estancamiento de la eurozona: junto con las reformas estructurales se necesita apoyo para la demanda agregada.

    El riesgo de hacer muy poco claramente supera el riesgo de hacer demasiado. El BCE está haciendo su parte para impulsar la demanda agregada, con la flexibilización cuantitativa, como una herramienta necesaria en un contexto en el que las expectativas de inflación han disminuido por debajo del objetivo oficial del 2 por ciento. Draghi añade que existe margen para una política fiscal más expansiva en la eurozona en su conjunto. Además, hace un llamamiento a los líderes europeos sobre la política fiscal general de la eurozona.

    Draghi ha roto tres tabúes de un solo tiro. En primer lugar, basa su razonamiento en la idea heterodoxa de una mezcla de políticas que combinan medidas monetarias y fiscales. En segundo lugar, menciona explícitamente una política fiscal agregada, cuando Europa siempre contempló la política fiscal como algo exclusivo de cada país. En tercer lugar, su afirmación de que evitar que el BCE actúe como prestamista de último recurso impone un alto precio -hace que los gobiernos se tornen vulnerables y que sus espacios fiscales se reduzcan- contradice el principio de que el Banco Central no debe proporcionar apoyo a los préstamos del gobierno.

    Todo indica que hay una gran preocupación del BCE por la situación económica en la eurozona. Su mensaje es que el sistema de políticas en la forma que actualmente funciona no es el adecuado para los desafíos que Europa enfrenta y que se necesitan más políticas y cambios institucionales.

    Ante un acción política

    Ahora el asunto es si la audacia conceptual se va a traducir o no en acción política y, en caso de que así sea, cómo se va llevar a cabo esto. Al mismo tiempo, no hay duda de que la política fiscal se quedará corta en relación a los deseos de Draghi. No hay acuerdo en Europa sobre el concepto de una política fiscal común, y el respaldo que el BCE podría proporcionar a los Estados soberanos se puede ofrecer solo a los países que se comprometan a un conjunto negociado de políticas. La iniciativa de Draghi en este aspecto se debe interpretar no sólo como un llamamiento a la acción, sino también a la reflexión sobre cómo se abordará la formulación de políticas en la eurozona.

    ¿Cómo puede la eurozona definir y aplicar una política fiscal común sin tener un presupuesto común? La experiencia demuestra que la coordinación voluntaria es de poca ayuda. Lo que ocurrió en 2009 fue una rara excepción; shocks como el que siguió a la quiebra de Lehman Brothers vienen una vez en décadas. En ese momento, todos los países compartían la misma preocupación sobre que la economía global se deslizase hacia una depresión.

    El problema en Europa es diferente

    El problema hoy en Europa, aunque grave, es diferente. Un subconjunto significativo de países no tiene margen fiscal para actuar y por lo tanto sería incapaz de sostener la demanda. Y aunque a Alemania le está yendo mucho mejor que al resto y tiene espacio fiscal, no desea utilizarlo en beneficio de sus vecinos. Si se va a llevar a cabo una acción fiscal conjunta, se necesitaría un mecanismo específico para desencadenarla.

    Se podría pensar en un procedimiento conjunto para la toma de decisiones, que requiere que se aprueben leyes presupuestarias en los parlamentos nacionales, además de obtener el apoyo de una mayoría de los países del Parlamento Europeo). Se podría pensar en un mecanismo inspirado en los "permisos de déficit negociables" que imaginó Alessandra Casella de la Universidad de Columbia. En este escenario, a los países se les asignaría un permiso de déficit en consonancia con la política agregada deseada, pero tendrían la libertad para negociarlos; un país dispuesto a mostrar un déficit menor, por lo tanto, podría ceder su permiso a otro dispuesto a mostrar un déficit mayor.

    De esta manera, se podría lograr la posición agregada deseada, mientras que al mismo tiempo se acomodaría las preferencias nacionales. Cualquier mecanismo de este tipo plantea una serie de preguntas. Pero el hecho de que Draghi, el funcionario a cargo del euro, esté planteando el tema indica que la arquitectura de la moneda común se mantiene en proceso de cambio. Hace unos meses, el consenso era que había pasado el tiempo para rediseñar el euro y que la eurozona viviría con la arquitectura heredada de sus reformas impulsadas por la crisis. Ya no es el caso. Puede tomar tiempo llegar a un acuerdo y que se tomen decisiones, pero las discusiones se deben reanudar. Esas sí son buenas noticias.

    Jean Pisani-Ferry. Comisario de Estrategia y Planificación del Gobierno de Francia. Profesor de la Escuela Hertie de Gobernanza de Berlín.