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Polonia, un cuarto de siglo de éxitos

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    ¿Cuál ha sido el caso de éxito económico más sorprendente del último cuarto de siglo? Mucha gente respondería que China. Otros la India, Brasil, Turquía o Dubai... Pero se trata de un país en el que pocos pensarían de inmediato: Polonia.

    Mañana se cumplen 25 años de la caída del comunismo en Polonia. En aquel momento, pocos apostaban por su prosperidad. Anquilosada por unas industrias pesadas de la era soviética, una mano de obra poco cualificada y pocos recursos naturales, tenía pocas perspectivas de una transición rápida a los niveles de prosperidad de Europa occidental. Pero Polonia acertó con cosas importantes.

    Grandes aciertos

    Privatizó la industria y devolvió la libertad y competitividad a los mercados. Limitó los impuestos, limitó la deuda, puso techo a los sueldos estatales, y ha escalado sin descanso las listas de economías libres y competitivas. En consecuencia, el caso de Polonia ha sido un éxito.

    Desde que se unió a la UE en 2004, su economía ha crecido un promedio del 4% al año, una de las tasas más rápidas de todo el continente. El PIB per cápita sobrepasa los 10.000 dólares. Es verdad que todavía le quedan retos, pero es el mejor anuncio mundial de que rebajar los impuestos y liberar los mercados puede generar éxito económico.

    La Bolsa no se ha puesto al día aún pero lo hará en los próximos años. El comunismo soviético llevaba moribundo mucho tiempo en Polonia. Los huelguistas dirigidos por el sindicato Solidaridad hacía años que cuestionaban el sistema pero el momento decisivo fue el 19 de agosto de 1989, cuando el editor y activista anticomunista Tadeusz Mazowiecki fue nombrado primer ministro. Pese a las peticiones de otros países de Europa del este a Rusia para que interviniese como lo había hecho antes en Hungría y Checoslovaquia, no lo hizo.

    En cuestión de días, el sistema comunista se había dejado de lado. A finales de año, casi todo el bloque del este había derrocado a sus gobiernos comunistas pero Polonia fue la primera y el 19 de agosto fue el día en que, en retrospectiva, su control del poder se debilitó.

    Nadie habría apostado mucho por su progreso. De los satélites soviéticos, la República Checa y Hungría habían sido los países más ricos antes de la guerra. Los programadores soviéticos la obligaron a concentrarse en la minería de carbón y la agricultura, junto con varias industrias pesadas como la construcción naval.

    Para cuando cayó el régimen, Polonia no fabricaba prácticamente nada que el mundo quisiera y no tenía habilidad en la que apoyarse. Era difícil pensar en un país con peores perspectivas económicas. Al otro lado de la frontera, Ucrania, un país con el que comparte una historia parecida, es el ejemplo de en qué podría haberse convertido. Ucrania sigue siendo pobre, subdesarrollada y políticamente caótica. Polonia, sin embargo, hizo bien un par de cosas y han funcionado.

    La industria se privatizó enseguida. No se permitió que los oligarcas se apropiaran de los activos del Estado. Al contrario, se establecieron empresas privadas propiamente dichas, que tuvieron que competir en mercados libres y competitivos. Al principio, muchas no tenían ni idea de qué hacer o fabricar pero podían aprender tan rápido como cualquiera y Polonia ahora cuenta con sectores privados florecientes.

    Los impuestos se han controlado con mano férrea. Las empresas cotizan al 19%, uno de los niveles más bajos de Europa, aparte de Irlanda y varios paraísos fiscales. El tipo máximo del impuesto personal es el 32%, también uno de los niveles más bajos de la UE. El gobierno no puede pedir prestado para gastar dinero que no pueda recaudar con los impuestos. La constitución limita el índice deuda/PIB al 60% y todavía le queda margen para llegar a esa cifra. Los polacos normales son frugales también, con una deuda total de los hogares del 37% del PIB. En Gran Bretaña supera el 130% del PIB y en casi todas las economías desarrolladas alcanza niveles similares. Polonia no es el mercado libre perfecto. En sus clasificaciones de libertad económica, Heritage Foundation, la sitúa en el número cincuenta, entre España y Hungría. Mejora su posición y liberaliza su economía a medida que se enriquece. Su posición aumenta cada año de los últimos veinte, va en la dirección correcta.

    Los resultados impresionan. Entre 1989 y 2007, su economía creció un 177%. Navegó por la crisis con un único año de recesión. Este año está previsto que crezca al 3%, pese a las duras condiciones de Europa occidental, el principal mercado de sus exportaciones. De todas las grandes naciones europeas, es la única equivalente a Alemania en constancia en la pasada década, y dado que Alemania está a punto de caer, podría adelantarla. Aunque persisten algunos problemas, son pocas las empresas polacas que salen al mundo.

    Al consumidor medio le costaría pensar en un producto polaco que haya comprado. Gran parte de su crecimiento ha tomado forma de sede manufacturera para empresas alemanas. Su demografía es un problema. La población empieza a descender a consecuencia de un índice bajo de nacimientos y unos niveles altos de emigración.

    Sin embargo, a medida que se enriquece, la diáspora polaca podría volver a casa. Se calcula que hay 500.000 polacos en Gran Bretaña. Si algunos decidieran volver, sus cualificaciones beneficiarían a la economía. El misterio es que la Bolsa no se haya dado cuenta aún. Apenas por encima de 50.000, el índice de Varsovia sigue por debajo de los 67.000 que alcanzó en 2007. No ha seguido el ritmo de otros mercados emergentes. Pero eso va a cambiar. China se ralentiza. Brasil decepciona a los inversores. Rusia ya no es la idea de inversión segura para nadie. Pero Polonia construye una economía moderna y quien invierta se verá recompensado.

    Matthew Lynn, director ejecutivo de Strategy Economics.