¿Cómo será España dentro de diez años?
- Baja natalidad, población envejecida y paro amenazan el Estado de Bienestar
¿España dentro de diez años? Es mucho pedir. Nadie se atreve siquiera a plantear cómo será España en 2018. El caso es que otros países, aquellos que miran hacia el futuro para tratar de mejorar el presente, si se plantean este tipo de cuestiones. Estados Unidos lo hace regularmente. Incluso lanzando la vista mucho más lejos, hasta 2030. Otros, como es el caso de Francia, se plantean lo que hay que hacer, de forma que mejorando lo que no funciona, las generaciones futuras puedan tener un mundo mejor. Es la gran responsabilidad que tienen los que gobiernan: dejar un mundo mejor a los que vengan.
En Francia se acaba de publicar el informe Quelle France dans dix ans? Les chantiers de la décennie, bajo la dirección del Jean Pisani-Ferry, comisario general de estrategia y prospectiva del Gobierno de ese país. El informe tiene más de 200 páginas y se divide en cuatro apartados: el mundo en diez años; los impedimentos; los objetivos; y la estrategia a seguir.
Cuando se mira al mundo futuro, el primer problema que surge se centra en la demografía. Habrá más habitantes de forma global, pero los europeos, y muy singularmente los españoles, seguirán su línea de descenso: poblaciones envejecidas y fuerte caída de la natalidad. Algo que, con un elevado desempleo, tendrá un serio impacto en el modelo de Estado de Bienestar que hoy se disfruta. Todo ello en un mundo mucho más tecnificado, que presenta grandes incertidumbres en lo que toca a la economía, la seguridad y, en consecuencia, al modelo democrático. A esto -según refleja el estudio que comentamos- se unirá el crecimiento de las clases medias en las economías emergentes con grandes efectos sobre el consumo, con China como la mayor economía mundial que habrá sobrepasado a la de Estados Unidos en este período. Un hecho que, poco a poco, irá desequilibrando la balanza de la gobernanza mundial hacia un mundo multipolar, donde la degradación del medio ambiente será ya algo más que una pura especulación.
Falta de cohesión
Europa, por su parte, seguirá sufriendo esa falta permanente de cohesión. La crisis financiera de 2008, convertida posteriormente en una crisis económica de enorme calado, ha traído a la escena algo que parecía imposible en una Europa rica: una crisis social y política, donde partidos políticos al margen del sistema se irán haciendo con los controles del poder, presentando aún un futuro más incierto. Todo ello en una Europa, en la que no existen ya dos velocidades, sino varias más, debido a la incongruencia que da, entre otras cosas, la existencia de una Unión Monetaria, por un lado, y la existencia de 27 países por el otro. Estando aún a las puertas la decisión sobre la entrada de Turquía o Ucrania; algo que se ve cada día más incierto.
Saltando a los objetivos, el informe de Pisani-Ferry y sus colaboradores, aborda los problemas que en su opinión acaecen en Francia que, al final, son problemas comunes en muchos países de nuestro entorno.
Primero, reconciliar a los ciudadanos con la democracia. Una democracia que se ha ido prostituyendo debajo de los partidos políticos, donde la corrupción es una de sus lacras más permanentes y difíciles de extirpar. El ciudadano corriente no cree en la democracia porque los gestores de la misma demuestran día a día que sus puestos no dejan de ser un camino hacia el enriquecimiento personal. Ahí está el tema de las sicav que, no por ser legal, deja de ser una nueva muestra de falta de ética en los comportamientos de los dirigentes políticos. Por no hablar de las puertas giratorias que marchan siempre en el mismo sentido. Donde los políticos sin mayor experiencia en asuntos privados entran a dirigir empresas o participar en sus consejos de administración. Cuando no volver con honores a la Universidad, para explicar materias de las que saben poco o casi nada.
Reorganización territorial
Otro asunto que saca a la luz el informe es la necesidad de reformar la organización territorial francesa para asegurar una mayor eficacia y responsabilidad. Si esto aparece como necesario en Francia, el caso español debería ser el paradigma de lo que no debería hacerse. Lo que da paso a otro de los temas que se abordan en el referido estudio: la necesidad de combatir todo tipo de discriminación. En unos casos discriminación positiva y en otros negativa. Un hecho que la situación de desajustes regionales no hace sino aumentar.
Ya sea por la concentración de riqueza en unas zonas en detrimento de otras, o por la discriminación positiva que supone que unas regiones disfrutan de unas ventajas efectivas de las que otras carecen. Ya sean ventajas económicas o de inversión, o ventajas procedentes del reconocimiento de supuestos o reales derechos históricos. Y, finalmente, unos objetivos dirigidos a reconocer los derechos de los más jóvenes. En un momento donde el desempleo juvenil es una de los mayores fracasos de las democracias europeas, donde se dejan en la cuneta millones de jóvenes que vagan en busca de su primer trabajo sin que nadie se ponga manos a la obra para resolver este drama.
Convendría que un esfuerzo similar se hiciera en nuestro país para ver qué será de España en 2025 si no se ponen desde ahora los medios para encontrar una senda de mayor prosperidad para todos. Este informe puede muy bien servir de guía.
Eduardo Olier, presidente del Instituto Choiseul España