Análisis: Uso y abuso del IVA
- Es momento de racionalizar a fondo la estructura hipertrofiada de lo público
La consolidación fiscal se ha basado más de lo previsto inicialmente en medidas vinculadas a la recaudación de ingresos a costa de elevar los impuestos existentes. Se ha optado por las soluciones fáciles, en vez de ampliar la base tributaria para crear un sistema más sólido y equitativo".
Un juicio que no es producto de mentes radicales, sino de esa institución tan contenida en sus opiniones como es el FMI que, en su informe Monitor Fiscal de Octubre 2013, vuelve a subrayar que en la mayoría de los países desarrollados no queda ya mucho margen para aumentar la recaudación, por lo que ahora el ajuste deberá recaer necesariamente sobre el gasto público.
En Europa gozamos del llamado Estado de Bienestar al que no debemos renunciar, pero sí reformar. Los estados de la Unión Europea absorben con sus presupuestos un 45% del PIB de media, frente al 24% de Estados Unidos. Ahora ha llegado el momento de racionalizar a fondo las estructuras hipertrofiadas de lo público. No sólo porque sean ineficientes, sino porque su financiación absorbe recursos que no se traducen en una mayor productividad.
Diecisiete administraciones. Diecisiete cuarteles y un ejército de generales para tan pocos soldados. En la segunda fase de la recuperación es indispensable, como propone el comité de expertos, centrarse en reducir el gasto público para pasar del 47% actual al 39,7% del PIB en 2016. "Y mas allá", añadiría, parafraseando al inefable Buzz de Toy Story.
Y prosigue el FMI: "A partir de los años 80 los sistemas impositivos han perdido progresividad al orientar la recaudación hacia los impuestos indirectos tales como el IVA, en detrimento de los impuestos directos y el Impuesto sobre Sociedades". Una ampliación de la base impositiva según el FMI debería orientarse hacia la cúspide de la pirámide de ingresos "que permitiría en algunos casos cubrir una proporción nada despreciable del ajuste requerido". Esto, apunta el FMI, sólo será posible con una mayor exigencia ciudadana frente al fraude fiscal y los diversos coladeros de deducciones esotéricas existentes que, acompañada de una mayor cooperación y armonización fiscal entre países con bases fiscales diferenciadas, evitaría que personas físicas y empresas, mediante una primorosa ingeniería fiscal, dejen la base impositiva en un estado extremo de anorexia. Una reforma que solamente en el Impuesto de Sociedades podría añadir un 20% a los ingresos fiscales de los países desarrollados.
Dificultades técnicas y sobre todo -no nos engañemos- políticas empujan a los países por el camino fácil al recurrir a ese otro impuesto diario, mejor dicho horario, que no se ve pero se paga: el IVA. El impuesto más regresivo de toda la panoplia impositiva que castiga a la población con menor renta, esa nueva clase que alguien definió acertadamente como el precariado. No es lo mismo tributar de media un 15% en concepto de IVA para un mileurista que gana un sueldo de supervivencia que para otro que gana 4.000 y puede regular su nivel de gasto.
La Federación de la Industria Alimentaria calcula que la eliminación del IVA del tipo reducido del 10% para pasar al 20% afectaría al 65% de la cesta de la compra. Un impuesto con efectos nocivos como el propio FMI reconoce, pero que salda airosamente con una sola frase: "En la mayoría de los casos puede ser fácilmente combinado con una adecuada protección a los pobres". Debe referirse a esos dignificantes mean test, test de pobreza que dan derecho a los food stamps o cupones de comida tan en boga en los Estados Unidos.
La recaudación efectiva que una subida del IVA pueda aportar es incierta al incentivar la ocultación de operaciones para evitarlo. Y el efecto que sobre el crecimiento del PIB pueda resultar es mas incierto todavía. Un impuesto que lastre ese motor clave en las economías modernas que es el consumo perjudica también al sector productivo que es, finalmente, el único que genera empleo.
Los modelos econométricos del FMI establecen que una subida del 1% en el IVA, incluso si va acompañada de una reducción de la misma magnitud en el IRPF, sólo se traduce en un 0,167% de crecimiento del PIB. Muchas alforjas para tan poco viaje.
Ignacio Nart, analista financiero.