Firmas

Análisis | Putin lleva las de perder

    El presidente de Rusia, Vladimir Putin.


    Siete reuniones de emergencia del Consejo de Seguridad sirvieron para dialogar, no para decidir. La crisis de Crimea vuelve a constatar la inoperancia de la ONU, si bien la condena de Moscú recibió un gran apoyo en la Asamblea General. La Federación Rusa se limitó a vetar la resolución sobre Crimea, por lo que no se pudo declarar la ilegalidad del polémico referéndum de independencia. No obstante, la agresividad de Vladímir Putin se volverá en su contra a medio plazo.

    Barack Obama amplió la lista de funcionarios y empresarios cuyos bienes en EEUU serán bloqueados y denegados el visado. Moscú respondió con medidas similares. En la nueva lista figuran, entre otros, contratistas de la compañía de gas rusa, Gazprom. Obama anunció asimismo sanciones contra el banco Rossiya, que se verá en dificultades para tener liquidez en dólares. La entidad elegida por el Departamento del Tesoro está muy ligada a los funcionarios y asesores de Putin sancionados por la anexión de Crimea.

    Para intentar frenar la guerra de sanciones, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, verá la próxima semana a su par ruso, Sergei Lavrov, en La Haya al margen de una cumbre sobre seguridad nuclear en la que Obama invitó a sus homólogos del G-7 a tratar sobre la crisis en Ucrania. Washington y Bruselas exigen que Moscú dé marcha atrás en la anexión de Crimea. Un hecho consumado que el Kremlin no va a negociar. Asombra la imprudente política exterior de EEUU y de la UE al apoyar sin mayores cuestionamientos las protestas del Euromaidán.

    No se contó con las eventuales provocaciones de Putin. Su megalomanía es de sobra conocida pudiendo muy bien convertirse en algo más que simples bravatas como mostró la guerra de Georgia en el verano de 2008. Lo sucedido en Crimea indica que Moscú está preparado para usar la fuerza militar para salvaguardar lo que considera sus intereses esenciales y dispuesto a pagar por ello a nivel internacional. Quizá sus desafíos ayuden -pasajeramente- a Putin a asentar su poder interno. Su popularidad se ha disparado en Rusia al 70%. Pero el nacionalismo no es un antídoto eficaz contra una pésima gestión económica y el inmovilismo político. Es muy improbable que Rusia extienda sus ambiciones a países del antiguo Pacto de Varsovia integrados en la UE y la OTAN.

    Cosa distinta ocurre en países del Este europeo, como Moldavia, Bielorrusia, Ucrania, el Cáucaso y Asia Central, donde Putin podría iniciar nuevas aventuras en la zona de influencia de la antigua URSS. Aquí se le plantea a Putin otro riesgo mucho mayor que las sanciones económicas y la confrontación política con Occidente: puede suponer el fin de sus planes para crear una Unión Euroasiática. La actual Unión Aduanera entre Rusia, Bielorrusia y Kazajstán podía haber avanzado hacia una unión política el año que viene, con la incorporación de Armenia, Kirguistán y Tayikistán. Mas el encanto del proyecto se ha roto.

    Ha quedado patente que el poder se concentrará en Moscú distando mucho de ser una asociación entre iguales. Los líderes autoritarios de esas repúblicas temen tanto las amenazas a la estabilidad interna como a la presión externa del Kremlin. Espera a Rusia el aislamiento político y económico en un mundo cada vez más interdependiente. Putin tratará de vengarse negando su cooperación en asuntos como el programa nuclear de Irán o el conflicto de Siria. Pero, ¿puede describirse su actitud hasta ahora precisamente como de 'colaboración'?

    Desde hace tiempo un Putin envuelto en la bandera de la emoción y retórica nacionalistas viene siendo una presencia incómoda en el G-8. El nacionalismo ruso crea aprehensión, sobre todo en Europa. Una Europa cuyos líderes también decidieron ampliar las sanciones contra Rusia aunque mide sus pasos debido a la dependencia energética de la mayoría de sus países respecto de Rusia. El 30% del gas natural del bloque proviene de Rusia. Sin embargo, la contemporización europea está dejando paso a una determinación para hacer sacrificios que incluyen cambios en la estrategia energética.

    Con la imposición de represalias ciertamente todavía muy tímidas, se está mostrando unida. Si llega a haber sanciones económicas, estas perjudicarán más a la vulnerable economía rusa que a la europea. Si fracasa toda negociación son el arma más poderosa de la UE. Putin se ha excedido y lleva las de perder. La influencia rusa así como sus ambiciones euroasiáticas se reducirán a medio plazo.

    Marcos Suárez Sipmann, Analista de relaciones internacionales. @mssipmann