La subida de las cotizaciones o hacer un pan como unas tortas
- La subida de las cotizaciones son un aumento de impuestos para hacer caja
- Otro gallo cantaría si el dinero embargado fuera a parar a la cartilla del trabajador
Dice el profesor Amando de Miguel que la expresión formulada en mi título denota la comisión de un grave error y procede de la diferencia entre la elaboración del pan y de las tortas o tortillas, como también se denominan en diversos lugares, siendo éstas el pan sin levadura o ácimo. La distinción aludiría tanto a la raigambre del castellano viejo y, por tanto, cristiano de pura cepa frente al judío o converso (recuérdese la Pascua judía o Pésaj), como a cierto indicio de posibles o de la posición económica de aquellos hogares que ni siquiera podían permitirse tener horno.
Pues bien, nuestro Gobierno, presidente a la cabeza y ministro de Hacienda de brazo ejecutor, han hecho un pan como unas tortas con la subida de cotizaciones que afectará tanto a empresas como a trabajadores y que, lejos de las mil formas de disfrazar o justificar -como siempre- la medida o de las supuestas y retorcidas luchas contra el fraude encubierto, según Hacienda, en los vales de comida o los planes de pensiones complementados por las empresas (por cierto, porque lo que sí es un fraude es el sistema de pensiones existente y único), no es más que una mera subida de impuestos con el único objetivo de incrementar la recaudación de las Administraciones Públicas, en este caso la Seguridad Social que tiene serios problemas de financiación históricos, pues ni son de ahora ni coyunturales.
La remuneración o rentas derivadas por cualquier trabajador de su actividad, denominada salario atendiendo a la forma en que las legiones romanas obtenían su estipendio u honorarios (de ahí también soldada o sueldo), atiende a diversas fórmulas, siendo la más importante o sustancial la remuneración monetaria o en dineros (denarios), aunque no la única. Pues los trabajadores, que además son todos capitalistas, también perciben remuneraciones o salarios no monetarios, a veces difíciles de cuantificar, como por ejemplo la comodidad o condiciones del puesto de trabajo, el propio prestigio de la marca, las oportunidades que la empresa otorga para la promoción interna, las opciones de promoción o formación propia (incluidas facilidades para estudios) o la sensibilidad de las empresas para aceptar, reconocer y valorar las aportaciones de los empleados en cosas tales como productividad o innovación dentro de su puesto de trabajo.
Les aseguro que no pagar por todas esas cosas a la Administración (Hacienda, Seguridad Social, etc.) no es defraudar ni estafar, salvo que creamos que el Estado, el poder, debe quedarse con al menos una parte de todo lo que nos supone una renta o remuneración, como por ejemplo la contemplación de una puesta de sol. Aunque, no se preocupen, todo se andará si los dejamos. Es más, muchos de los conceptos señalados suelen ser subjetivos, poco cuantificables y muy personales, cambiando continuamente incluso para cada persona.
Se trata de remuneraciones en la sombra o no monetarias del trabajo, ventajas que ofrecen las empresas más allá de las remuneraciones salariales monetarias y que además sirven para fomentar la cooperación o colaboración entre empresarios o dueños de las empresas y trabajadores, en cualquier nivel. Tales fórmulas remunerativas minoran problemas derivados de las diferencias en los objetivos entre el principal (propietarios) y sus agentes (trabajadores, directivos, gerentes o administradores, que no dejan de ser también trabajadores).
Los pluses por productividad, las retribuciones mediante acciones, las participaciones en beneficios de diversas formas, las ayudas de guardería, transporte o los vales de comida y los planes de pensiones son fórmulas ideadas por el mercado para resolver problemas de agencia e incluso, también, de información asimétrica, riesgo moral o inducido y selección adversa (por ejemplo, existe un salario igual para un determinado grupo o nivel de trabajadores, pero luego no todos rinden, saben o aportan igual).
La inclusión de esas fórmulas de remuneración en las cotizaciones que empresarios (que pueden ver incrementada su aportación en torno al 30%) y trabajadores (en torno al 7%) deberán abonar a la Seguridad Social tiene como único fin recaudar más a costa de la actividad laboral y de la contratación. En última instancia, tales cuotas o cotizaciones son salarios que paga y cuestan al empresario pero que el trabajador no percibe; ni siquiera cuando afronta cualquiera de las contingencias que dice cubrir el Estado de Bienestar.
Otro gallo nos cantaría si ese dinero así embargado fuese a parar a una cuenta o cartilla propia de cada trabajador (para aquellos recelosos, puede ser en una entidad privada o pública y el sistema obligatorio) y éste pudiese decidir su uso en sanidad, prestación de desempleo, jubilación...
Si nuestro sistema de pensiones topa las percepciones y topa las cotizaciones (la diferencia, por cierto, es a favor de lo que ingresa la Seguridad Social) el problema no está en las aportaciones a planes de pensiones que hagan las empresas, sino en un perverso, fraudulento, siempre insuficiente e interesado sistema de protección, que jamás es social.
Fernándo Méndez Ibisate, profesor de la Universidad Complutense de Madrid.