Firmas
Y de repente, se quieren
Los conservadores (CDU) de la canciller Angela Merkel y los socialcristianos bávaros han llegado a un acuerdo con los socialdemócratas (SPD) de centroizquierda. ¿Sorprendente armonía súbita? No. Los actores han seguido el guión y la puesta en escena responde a lo previsto. Las negociaciones han sido largas y complicadas. El SPD se ha hecho de rogar. En Alemania, que empezaba a impacientarse, se comenta con sorna: "Y, de repente, se quieren".
Sin embargo, el documento del acuerdo no será definitivo hasta ser aprobado el próximo día 14 por parte de los 474.000 miembros del SPD. Es la primera vez que el partido se somete a una votación así. Con que en esa consulta interna participe el 40% de los miembros, bastarían 100.000 votos negativos para llevar a Alemania a lo que algunos -quizá exageradamente- califican como "crisis de Estado".
Conviene recordar que en las negociaciones la actitud escéptica -cuando no abiertamente contraria- de las bases socialdemócratas ha sido un factor de peso. Ha sido su opinión la que ha presionado a la directiva y no al revés. Es cierto que eso no es nuevo. Al contrario de lo que sucede en el partido conservador, donde los liderazgos verticales son apreciados, en la socialdemocracia es tradicional que las bases sean más críticas con sus líderes. Esto es especialmente así en el caso del dirigente actual, Sigmar Gabriel, que mantiene una posición vulnerable por sus pocos logros. La estrategia de Gabriel es muy osada. Si su propuesta de formar gobierno no encuentra eco en el partido, caerá. La negativa de las bases llevaría a nuevas elecciones. Sería uno de los peores escenarios para el SPD.
Aunque muchos decidirán de manera puramente racional a raíz de pasados resultados electorales, será importante que el documento cuente con marcados acentos socialdemócratas. En temas tan diversos como pensiones, doble nacionalidad o transición energética.
Y, sobre todo, Merkel ha aceptado las demandas del SPD de un salario mínimo de 8,5 euros por hora. Algunos economistas han advertido que podría aumentar el desempleo, en particular en el este de Alemania. Para evitarlo, se introducirá escalonadamente, con excepciones específicas en algunos sectores hasta 2017, cuando se aplicará en todo el país. La tasa de desempleo alemana es una de las más bajas del mundo. Nunca ha habido tanta gente trabajando en Alemania: 41,8 millones de personas a mediados de 2013, lo que significa un incremento de 2,5 millones de personas en relación a 2003. El problema es que la casi totalidad de ese aumento se debe a empleos precarios de tiempo parcial sin apenas protección social y con salarios de miseria. Los llamados mini-jobs.
El acuerdo se ve con alivio en las capitales europeas. Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo e importante negociador del SPD, lo califica como "conclusión excelente". Las largas negociaciones han retrasado reformas clave en Europa, entre ellas la creación de una unión bancaria, un ambicioso proyecto para evitar que se repita la crisis de deuda.
En cualquier caso, no se prevén grandes cambios en la política europea. Continuarán las dolorosas reformas económicas en los países de la Eurozona, pese a las promesas en campaña del SPD de un enfoque más orientado al crecimiento en un bloque afectado por un alto desempleo. En cuanto al pacto alcanzado sobre la unión bancaria, deja clara la responsabilidad de los estados de lidiar con sus propios bancos en apuros. Sólo podrán dirigirse a los fondos europeos en busca de ayuda cuando se haya agotado el resto de alternativas.
Alemania cerrará 2013 con un superávit comercial en torno al 7 por cien. Según las normas de la Eurozona, tal magnitud es contraproducente porque hace a la economía excesivamente dependiente de la demanda internacional.
El superávit alemán significa además déficit para sus socios en Europa, destino de la mayoría de sus exportaciones. La Comisión Europea pide a Berlín que aumente la demanda interna que Alemania debe fomentar. ¿Cómo? Asignando más dinero para infraestructuras y acometiendo más inversiones públicas. Y por encima de todo, aprobando un salario mínimo ya que hay más de siete millones de alemanes cobrando menos de 400 euros al mes.
El conjunto de medidas sociales e inversiones acordadas representa más de 23.000 millones de euros. Financiar esa cantidad sin nuevos impuestos y deudas -una de las principales promesas conservadoras- es pues el mayor reto de la nueva gran coalición liderada por Merkel, que podría ser investida por el Bundestag el próximo día 17.
Marcos Suárez Sipmann, analista de relaciones internacionales. @mssipmann