Firmas
Julio Anguita: Pangloss Montoro, entre el desmesurado optimismo y el drama de la complacencia
Julio Anguita
Voltaire (1694-1778) publicó en 1759 la novela Cándido. En la obra era figura central Pangloss, cuya característica era su desmesurado y permanente optimismo porque, según él, todo acontecimiento personal positivo o negativo, redundaba al final en beneficio del sujeto que lo protagonizaba.
El panglossianismo, pues, es una actitud de permanente instalación en la autocomplacencia. Y no de otra manera pueden calificarse las intervenciones del ministro Montoro en el Congreso o en el Senado. Cualquier décima que suponga un freno o una ligera remontada dentro del decrecimiento en el que nos hallamos es celebrada como la anunciación venturosa e incontestable de una recuperación.
Pero todas estas delirantes profecías, acompañadas de la pueril vanidad de considerarse como guía y faro para el resto de Europa, no osan extender la gozosa nueva a la concreción del número de puestos de trabajo que se van a crear. Eso se deja para un futuro que cada año se pospone para el siguiente.
¿En qué se basan los vaticinios del Gobierno?
Creo que la ciudadanía se merece una detallada explicación sobre los fundamentos en que se basan los vaticinios gubernamentales. Disminuidos el consumo, la inversión y el gasto público hay que saber en qué otros parámetros o en qué tiempo de los presentes comenzará la tan pregonada recuperación. Pero me temo que al hablar de recuperación el panglossiano Montoro se refiera a determinadas operaciones de capital especulativo que como lluvia munífica contabilicen en cifras globales pero sin incidencia sobre la economía real y el empleo.
Para desesperación de la razón, el sentido común y la inteligencia. El Gobierno recibe cada mañana, convenientemente edulcorados la consigna, el mensaje, el slogan de cada día para que durante veinticuatro horas la farsa pueda aparentar visos de seriedad y de proyecto consolidado. Nada de eso, son los chutes de panglossina con los que se instalan en el cuelgue cotidiano. No es fácil mantenerse sin decir nada un día y otro.