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Europa: El dilema de la dependencia energética



    A lo largo de los siglos, poco a poco, y sin darnos cuenta, la energía ha pasado a ser tan necesaria en nuestras vidas como el aire que respiramos. De ella dependemos para cosas tan básicas de nuestro día a día como comer, darnos una ducha, desplazarnos, trabajar, leer, comunicarnos o producir los medicamentos que necesitamos.

    Cuanto mayor es el grado de desarrollo de una sociedad, mayor es la dependencia. Y es este espacio de gran desarrollo en el que vivimos nosotros, los europeos. Y es este espacio en el que a nadie se le pasa por la cabeza que algún día podamos sufrir algún tipo de limitación energética. Y es este espacio, Europa, donde la dependencia energética va a incrementarse exponencialmente en las próximas décadas. El aumento de la demanda (sólo algo suavizado en estos últimos años por la crisis económica), combinada con la quiebra de la producción endógena (principalmente en el Mar del Norte) convierte este escenario de garantía de abastecimiento en una gran preocupación. Sobre todo cuando está claro que vamos a tener que competir por el acceso a estos suministros con mercados emergentes (con pocos recursos energéticos propios), donde el crecimiento de la demanda es exponencial y la capacidad financiera de compra, muy significativa.

    La Unión Europea ha definido tres ejes en la política energética: competitividad, seguridad del abastecimiento y sostenibilidad. El tema de la (in)dependencia energética se encuadra dentro del eje ?Seguridad del Abastecimiento? y debe ser debatido en contexto de equilibrio con los otros dos ejes. Al hacerlo, pueden surgir cuestiones como: ?¿por qué la inversión en energías renovables afecta a la competitividad de Europa?? o ?¿cómo podemos desarrollar otras fuentes alternativas (ej: shale gas) sin poner en peligro el medio ambiente y la sostenibilidad??. En la búsqueda de este equilibrio surgen otras muchas preguntas.

    Los tres ejes son indiscutiblemente importantes, pero el equilibrio entre ellos es muy complicado. Alcanzar estos tres objetivos al mismo tiempo es una tarea gigantesca, a nivel de cada uno de los Estados soberanos, pero más aún para el conglomerado de Estados ?unidos por una Unión?.

    No tengo ninguna duda de que los responsables de las diversas políticas energéticas del espacio común europeo son conscientes de esta difícil realidad a la que nos enfrentamos. Pero también, todos deberíamos ser capaces de hacer un juicio de valor sobre si estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para reducir esta dependencia. Europa nunca ha sido capaz de hablar con una única voz sobre el tema, y este hecho limita mucho nuestras capacidades para encontrar soluciones a este asunto. A lo largo de las décadas, han sido los países, a menudo a través de sus ?gigantes empresariales nacionales?, quienes han buscado el acceso a esas fuentes, sin ningún tipo de coordinación.

    En este contexto, y al mismo tiempo en que se desarrollan fuentes renovables de abastecimiento (donde la equivalencia coste/beneficio tiene que estar clara), creo que es fundamental considerar el acceso a otras fuentes de abastecimiento endógenas de una forma más transparente, coordinada y decisiva. Tenemos el ejemplo de EE.UU con el desarrollo del ?shale gas?, donde prácticamente se puede decir que han encontrado su independencia energética. Las reservas testadas apuntan a una independencia de centenares de años, que será mayor o menor, en función de si son capaces de utilizar esta fuente de energía primaria en varios segmentos de consumo (principalmente en el transporte).

    Es obvio que optar por una vía como ésta siempre llevará a discutir sobre el medio ambiente y el eje de la sostenibilidad; pero si otros fueron capaces de tener esta discusión y avanzar, Europa también debe ser capaz de conseguirlo. Es fundamental que este debate se haga con la mayor transparencia posible, con mucha objetividad en el análisis de los datos y que,por encima de todo, seamos capaces de liberarnos de los prejuicios que siempre minan los procesos de cambio.

    Además de esto, Europa debe recorrer otro camino: el de la reafirmación de sus raíces históricas en materia de innovación y de la relación con otras culturas. Menciono la innovación, por un lado, porque fue en Europa donde se iniciaron muchos de los desarrollos tecnológicos hoy existentes en el sector de la Energía, y esta apuesta por la innovación como fuente de ventajas competitivas no podemos perderla de vista, apuntando a las inversiones rentables que estén justificadas.

    Menciono también la relación con otras culturas y pueblos, porque muchos países europeos tuvieron un pasado estrechamente relacionado con el resto de continentes, en los que están y estarán muchas de las reservas existentes y otras a descubrir. No debemos avergonzarnos de ese pasado, y creo que en las últimas décadas hemos ido perdiendo parte de la influencia que podríamos tener ahora ? influencia que otros han ganado. Aquí, seguramente, hay mucho trabajo por hacer.

    Nuno Moreira da Cruz, Country Manager de Galp Energia en España

    Artículo de opinión incluido en la edición de septiembre de la revista Energía. Suscríbete gratuitamente.