Firmas
¿Está Europa fuera de peligro?
La crisis de la Eurozona se ha acabado, o por lo menos eso dicen, aunque ¿bastan unos cuantos trimestres de crecimiento económico para justificar la noticia de una recuperación?
No hay duda de que las perspectivas para Europa han mejorado desde principios de 2012. Entonces, diez países de la Eurozona acababan de ver sus calificaciones rebajadas por la agencia Standard & Poor's, la actividad económica caía en espiral y los inversores, nerviosos, huían de los bancos del sur de Europa. El gobierno español estaba a punto de nacionalizar Bankia, el cuarto mayor banco del país, pero no sabía de dónde iba a obtener los fondos para recapitalizarlo. Los tipos de interés de los bonos del estado subían como la espuma. Mientras tanto, en Grecia se acercaban las elecciones, entre el miedo a que el nuevo gobierno rechazase el acuerdo de financiación del país con la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. El país podía verse expulsado de la Eurozona. Y lo que ocurría en Grecia no iba a quedarse allí. En cuanto el proceso de la salida del euro se pusiese en marcha, no había manera de saber hasta dónde iba a llegar. La sensación generalizada era de que la moneda común estaba condenada.
Para ser justos, el pronóstico aciago no era universal. Mi recuerdo favorito de aquel periodo es de marzo de 2012, cuando compartí estrado en Nueva York con otro economista, más famoso. Nos preguntaron por la probabilidad de que Grecia abandonase la Eurozona a finales de año. Él dijo que un 100%; yo que cero. Aquello provocó no poco asombro entre los asistentes pero, al final, uno acertaba más que el otro.
Quienes predecían el hundimiento de la Eurozona pasaron por alto el compromiso de los políticos electos y sus votantes con el proyecto europeo. En Grecia, donde la tensión era más alta, el principal partido antieuropeo de izquierdas, Syriza, sólo obtuvo un 27% de los votos en los comicios parlamentarios de 2012. En vísperas de las elecciones generales de Alemania a finales de este mes, los democristianos y socialdemócratas comparten posturas proeuropeas indistinguibles. Alternativa por Alemania, el partido antieuropeo, apenas llega al 4% en las encuestas. Aun así, podría ganar algunos escaños en el Bundestag, aunque los números apuntan a que el euroescepticismo sigue siendo marginal.
Junto con ese compromiso profundo y perdurable hacia el proyecto europeo, existe el miedo a lo desconocido. Las consecuencias de abandonar el euro son muy inciertas y pocos líderes de Europa están dispuestos a averiguarlas. A la hora de la verdad, están preparados para hacer lo que haga falta para conservar la Eurozona, incluso si los pasos necesarios son económica y políticamente desagradables.
¿Qué ocurrió el año pasado? Primero, Europa ya tiene un verdadero prestamista de último recurso. En julio de 2012, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, prometió que el BCE hará "todo lo necesario" para que sobreviva el euro. Draghi era nuevo en el cargo y, por eso, los mercados interpretaron su promesa como el advenimiento de un nuevo régimen. Varios días después, el BCE instauró el programa de "operaciones monetarias simples", que prometía compras potencialmente ilimitadas de bonos de los gobiernos de la Eurozona en apuros. Una huida precipitada de los inversores ya no podía hundir a los mercados financieros de Europa.
Acto seguido, los estados miembros de Europa acordaron abordar los problemas bancarios, creando un órgano supervisor único y un mecanismo de resolución de bancos malos. España lanzó una auditoría sistemática de su sistema bancario y 100.000 millones de euros de dinero de la UE y el FMI se pusieron disponibles para la recapitalización.
Es cierto que se han hecho avances limitados en la creación de un organismo supervisor único (y ninguno en cuanto al mecanismo resolución) pero el compromiso cuenta. El espectro del hundimiento de los bancos europeos, como el de la crisis anunciada de la deuda, se ha desvanecido y permite que las economías en descenso en Europa hayan podido levantarse a tiempo.
Un aterrizaje forzoso
Aun así, Europa podría protagonizar un aterrizaje forzoso. Los bancos siguen siendo débiles. Ahora que la Autoridad Bancaria Europea ha publicado por fin unas normas prudenciales nuevas, puede ponerse manos a la obra y recaudar el capital necesario para amortiguar las pérdidas. Société Générale ha ido en esa dirección pero muy pocos bancos la han seguido hasta ahora. Mientras los bancos europeos sigan recapitalizados y sobreapalancados, una recuperación sostenible basada en préstamos bancarios sólidos es improbable.
Tampoco se ha eliminado el sobreendeudamiento. En realidad, en el primer trimestre del año el índice de deuda pública de la Eurozona subió hasta alcanzar el 92,2% del PIB. Dada la reticencia de los políticos a contemplar reducciones, sobre todo de la deuda en manos de prestamistas oficiales, los gobiernos se han visto forzados a recaudar unos impuestos altos para cumplir con sus obligaciones, deprimiendo con ello la inversión. Sería mejor aplicar al Mecanismo Europeo de Estabilidad, el BCE y otros titulares oficiales de deuda soberana los recortes que se merecen.
Limitarse a hacer lo mínimo para evitar que la Eurozona se hunda no es lo mismo que preparar el camino para un crecimiento sostenible. Sí, el rendimiento económico de Europa ha mejorado pero si los políticos no rematan el trabajo pendiente, el pronóstico será sombrío.
Barry Eichengreen, profesor de Economía y Ciencias Políticas de la Universidad de California-Berkeley.