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¿Es creíble el programa de estabilidad?



    El Gobierno presentó a Europa un Programa de Estabilidad que de acuerdo a los números vertidos en él se conseguirá unos recursos extras de 120.000 millones a finales de 2015. La magnitud de la cifra es tal que da idea de una profunda transformación del sistema público de ingresos y gastos, o si prefieren recaudación y asignación. Coincidirán que por lo abultado de la cifra a alcanzar el Gobierno debe dotarse de un plan y una batería de medidas reformistas que permitan lograr este inmenso cambio.

    Hasta el momento el Ejecutivo dice estar ya implementando las medidas necesarias para su cumplimiento. El primer paso ha sido, como todos conocen y sufren en su bolsillo, subir los impuestos existentes y crear nuevos tributos, es decir se ha abordado la reforma por la parte más fácil políticamente pero mas lacerante para los ciudadanos.

    No sólo ha sido aumentar impuestos especiales, IVA e IRPF, suprimir desgravaciones en el IS, sino que la sociedad se ha enfrentado a nuevos impuestos como el 20 por ciento de los juegos de azar o el que se aplica ahora sobre gases fluorados de efecto invernadero. Este último nos ha puesto a la cabeza de la UE en eficiencia energética, algo que estaría muy bien si realmente fuese un impuesto verde pero lo único que se busca es la recaudación pura y dura, impuesto que además se repercutirá antes o después a los ciudadanos. La organización empresarial CEOE ponía blanco sobre negro en su reciente documento: Las reformas necesarias para salir de la crisis. En el capítulo dedicado a la fiscalidad recordaba que tras las sucesivas reformas fiscales los tipos de gravamen de los principales impuestos son superiores a la media de la UE, sin embargo y debido al deterioro económico así como por los gravámenes mas altos, el ya archiconocido efecto de la curva de Laffer, la recaudación disminuye, y lo que es peor, la tendencia se acelera.

    En el aspecto de los impuestos la reforma del gobierno, así como la de las comunidades autónomas, ha sido la de acribillarnos y prácticamente expoliar los ingresos de los ciudadanos y las empresas. Se ha acudido a lo fácil, es decir a, recaudar. Fruto de ello es que, en la actualidad, tenemos un sistema fiscal con una cantidad de impuestos enormes, y que se amplía mucho más cuando consideramos los impuestos autonómicos, además, la legislación de los mismos está totalmente fragmentada en un batiburrillo que complica y dificulta la gestión de los impuestos. La carrera recaudatoria nos ha llevado a que España sea uno de los países cuyos gravámenes se encuentran por encima de la media Europea, a una caída de la renta disponible de los ciudadanos lo que repercute en una contracción del consumo debilitando aún más la demanda interna, además se han eliminado deducciones en el Impuesto de Sociedades que permitirían apoyar el crecimiento a la contratación o salida al exterior.

    Si ahora nos pasamos a la otra cara necesaria del ajuste, es decir, la del gasto las cosas, tampoco son mucho más halagüeñas. La reforma del gasto se ha llevado a cabo posteriormente del ajuste de los ingresos o si lo prefieren de la subida de los impuestos. Prácticamente la mayor parte de las medidas asumidas se han realizado durante este año, es decir un año después de haber asumido el gabinete de Rajoy el gobierno, cuando ésta era una de las medidas más necesarias en acometer.

    Aún con una mayoría absoluta suficiente para sacar adelante los ajustes necesarios, las negociaciones se han alargado mucho y en muchos casos las medidas, como por ejemplo el déficit a la carta de las Comunidades Autónomas, no son más que soluciones pactadas que crean importantes agravios comparativos como ya estamos viendo. Soluciones por cierto que se topan con importante handicap como, por ejemplo, las cortapisas del Consejo de Estado. Parece que hay demasiado interés en conjugar necesidades a la carta y no tanto en ver las necesidades globales de reducción y esfuerzo global que el país debe hacer, especialmente cuando nos encaminamos a un nivel de deuda pública del 100 por cien sobre el PIB, y donde las fuentes de financiación para organismos locales y comunidades permanecen cerradas.

    Credibilidad de cifras

    Pero el principal problema viene cuando uno intenta ver la credibilidad de las cifras. Hay más un ejercicio teórico que base donde agarrarse. La actual situación económica y financiera es muy inestable, y en las proyecciones oficiales ésto se nota.

    Las cifras que se vierten son muy generalistas, parecen realizadas como un ejercicio voluntarista donde la recuperación vaya tomando protagonismo y ganando en fortaleza, sin embargo, la salida de esta grave crisis está envuelta en grandes debilidades y desde luego la recuperación va a ser muy lenta. Quizá por este voluntarismo el Gobierno pospone hasta el 2015 medidas que una y otra vez se reclaman desde diferentes ámbitos, como, por ejemplo, la anhelada bajada de impuestos directos, IVA e IRPF, que desde la misma Europa a foros económicos nacionales se le pide al ejecutivo.

    Somos muchos los que seguimos pensando que una bajada de impuestos tendría un efecto de impulso, disminuyendo las prestaciones y aumentando recaudación. El ejercicio de 2015 es, salvo convocatoria anticipada de elecciones, fecha electoral; cuidado por tanto, que la gestión que se está haciendo en Europa de esta crisis es bastante deficiente y los electores están desaprobando con sus votos a los diferentes gobiernos.

    Miguel Ángel Bernal Alonso. Profesor y coordinador del Departamento de Investigación del IEB.