¡Más crédito: a endeudarse!
- La liquidez inyectada está siendo absorbida por administradores y gobernadores
Parece haber acuerdo casi unánime en que no hay crédito y su necesidad perentoria. Todos los que están, ejercen o se acercan al poder -incluidos grupos de interés y presión, como empresarios y sindicatos- claman por la apertura del grifo del crédito para empresas y familias para, así, poder llevar adelante proyectos de vida e inversión que la supuesta rapiña de las instituciones financieras ahora niegan. Pues bien, se trata de un gran engaño, un enorme truco, con que los políticos desvían nuestra atención y comprensión de lo que realmente sucede en la economía, además de -una vez más- presentarse como la solución y remedio a un mal que ellos han creado, y con profusión.
Primero, quede claro que el principal problema -que fue una de las causas de los excesos y ulteriores dificultades- ha sido, y sigue siendo, la prodigalidad de crédito o endeudamiento con que vino asociada la actual crisis, sobre todo en el sector privado. Familias, empresas -especialmente- y muchos gobiernos se encontraban con toda una serie de decisiones de gasto, a veces tornado en auténtico despilfarro, o proyectos de inversión de todo tipo y dudosa viabilidad o rentabilidad, facilitados por la liberalidad del crédito y las posibilidades de colocación de títulos de deuda (privada y pública) orquestada desde los poderes públicos, con los bancos centrales de principales actores y ejecutores de tal situación. Decisiones que, además, habían sido enormemente distorsionadas en sus rentabilidades futuras esperadas por una política de bajísimos tipos de interés y facilidades de crédito y liquidez. ¿Y ahora pedimos más de lo mismo?
Las familias realistas se ajustan el cinturón
Con tal panorama, entrado 2009 y 2010, las familias y empresas ya habían empezado a aplicar y adoptado buena parte de sus ajustes, aumentando el ahorro y cumpliendo con sus pagos y reducción de deudas, cuando la mayor parte de los gobiernos empezaron a gastar con fruición (especialmente algunos con ideología simple, mentecata y muy populista), aumentando su déficit, cuando no ocultando gastos y facturas por todas partes, y su endeudamiento hasta el punto de incrementar la presión y el esfuerzo fiscal en medio de las dificultades que sorteaban los ciudadanos.
Es decir, familias y empresas fueron y son conscientes por su forma de actuar (a pesar del mensaje machacón de la necesidad de gastar y de más crédito) que lo que precisan no es más crédito, más endeudamiento, sino depurar sus errores de gasto e inversión del pasado, pagar sus deudas y disminuirlas lo más posible y pronto y, para ello, apretarse el cinturón (como suele decirse) y trabajar duro. Que es lo que intentan hacer.
Pero cuanto más lo intentan, menos les queda en forma de renta disponible porque los políticos o asimilados, los grupos de presión, los burócratas, presionan para que el gasto siga aumentando. Si no, ¿por qué el Gobierno ha aprobado tanto un aumento del presupuesto total para 2013 como un incremento en el techo del gasto no financiero del 2,7% -dicen- para 2014? Los administradores públicos, el Estado en su conjunto, deberían reducir su tamaño, y mucho, para facilitar las cosas, contrariamente al mantra de toda la izquierda -sobre todo del socialismo-, que propone más gasto, más impuestos (penalizando el ahorro y la creación de riqueza y el trabajo) y la paralización de las reformas emprendidas por el actual Gobierno sobre unos dispendios insostenibles en una sociedad con libertad de decisión y responsabilidad de los individuos. Cuando los políticos afirman que "la austeridad es el camino del abismo", están pensando no en los ciudadanos, que no han hecho sino colaborar en la solución a sus problemas, sino en lo que les afecta a ellos; a sus programas de gasto, que ellos manejan, ejecutan, administran y, a veces, también otras cosas.
No es viable el crédito si falta confianza
La manía de querer o pretender relanzar el crédito a pymes y familias (por cierto, ¿es que los grandes proyectos de inversión, las grandes empresas, ideas o programas que precisan de grandes sumas de financiación, no tienen también derecho a acceder al crédito?) no se sostiene cuando lo que falta es la credibilidad, la confianza, sobre unas empresas o familias que pueden pedir endeudarse pero cuya solvencia puede ser más que dudosa por muy diversas razones (entre ellas, la evolución de la actividad y el desempleo), o cuando la viabilidad de muchos proyectos de inversión no está en absoluto clara o genera dudas para unas entidades financieras escaldadas del pasado y acusadas de otorgar dinero con excesiva alegría o de financiar e invertir en cosas más que dudosas.
De hecho, aunque en menor medida y de forma mucho más prudente, las entidades financieras siguen concediendo créditos a particulares y empresas. Sin ir más lejos, Bankia, una de las entidades con problemas y rescatada, otorgó unos 6.900 millones en créditos de ese tipo hasta junio y prevé otorgar 10.000 millones en todo 2013. La banca debe incrementar sus fondos de capital y las exigencias de reservas y provisiones por mandato internacional y europeo, para afianzar su solvencia, lo que recorta sus posibilidades de otorgar créditos. Pero pocos, sin embargo, son los que alzan la voz para señalar que los ríos de liquidez inyectados por la banca central en todo el mundo y que llegan a las entidades financieras están siendo literalmente acaparados y absorbidos por los administradores y gobernantes que emiten deuda sin descanso; esos mismos que claman -¡cuánta bondad!- por que el crédito fluya a los ciudadanos... tan poco necesitados de endeudarse más.
Fernando Méndez Ibisate, de la Universidad Complutense de Madrid.