Conocer la causa de los problemas
He dudado entre titular este artículo con la proposición que figura al final del mismo, esto es, "que la preferencia por el dinero devora los estímulos monetarios", o con el lema de la prestigiosa London School of Economics and Political Sciencie. Finalmente me he decidido por lo que es el objetivo de toda disciplina, que es conocer las causas de los problemas que perturban el objetivo de la misma.
La teoría que relaciona, coeteris paribus, las variaciones en los precios con las variaciones en la cantidad de dinero, esto es, que las variaciones en la cantidad de dinero provocan variaciones en el nivel de precios fue descubierta en el siglo XVI por autores españoles, todos ellos teólogos y filósofos y por consiguiente buenos analistas y conocedores de las relaciones de causalidad, como Martín de Azpilcueta (1491-1486), Domingo de Soto O.P. (1494-1560), Tomás de Mercado O.P. (1523-1575), Luis de Molina S.J. (1535-1600), o Juan de Mariana S.J. (1536-1624); y fue el resultado de aplicar el análisis de oferta y demanda para determinar el valor del dinero. La teoría se fue perfeccionando a lo largo de la historia del pensamiento económico. Hitos importantes serían los Ensayos políticos (1744) de David Hume (1711-1776), y Un ensayo sobre la naturaleza del comercio en general (1755) de Ricardo Cantillon. La teoría sería después aceptada por la escuela clásica inglesa de economía política: especialmente David Ricardo (1772-1823) y John Stuart Mill (1806-1873). Sería igualmente adoptada por marginalistas y neoclásicos: Alfred Marshall (1842-1924) y el padre de la teoría cuantitativa, tal y como la estudian los alumnos de economía en los manuales de macro (MV=PT), Irving Fisher (1867-1947).
Keynes en su Teoría General (1936) abandona la teoría cuantitativa y adopta la teoría renta de los precios, que había elaborado Thomas Tooke (1774-1858). Una teoría que a finales de la década de 1970 provocó en los países víctimas de la crisis actual unos niveles de inflación del veintitantos por ciento con unos niveles de paro semejantes. La excepción fue la economía alemana que gracias a la independencia del Banco Central Alemán y con su política monetaria de mantener estable el valor del marco, los precios a penas variaron un cinco por ciento en los primeros cincuenta años de la vida de dicho Banco Central.
Pero volvamos al principio, el valor del dinero como el valor de cualquier otra mercancía viene determinado por la oferta y la demanda del mismo. Un concepto que cuando se refiere a los precios del grano, por citar un ejemplo que se está viviendo en la actualidad todo el mundo entiende muy bien en qué consiste la oferta y la demanda del mismo, pero cuando se refiere al dinero parece ininteligible, incluso para los economistas, que con frecuencia confunden la demanda con la oferta de dinero, y presos del supuesto excesivamente fuerte de la teoría cuantitativa, como es la constancia de la demanda de dinero, prefieren hablar de velocidad de circulación del mismo en lugar de demanda. Pues bien, uno de los descubrimientos más fructíferos de Keynes fue el concepto de la preferencia por la liquidez , que en épocas de incertidumbre y de falta de confianza como la época que estamos viviendo se traduce en un aumento prácticamente ilimitado de la demanda de dinero; porque como explicó el propio Keynes en el Breve Tratado sobre la reforma Monetaria (1923) refiriéndose al supuesto de la constancia de la demanda, esto sólo es cierto a largo plazo pero "a largo plazo todos estamos muertos".
Y la teoría parece que se sigue cumpliendo, tal y como rezaba el título de una columna del 10 de julio en el Financial Times, "los aumentos en la cantidad de dinero (cuantitative easing) y el curioso caso del cubo que pierde agua". Dicho de otra forma las facilidades monetarias ni han estimulado las economías, ni han provocado subidas de precios. Y todo ello porque la gente prefiere el dinero a cualquier otro tipo de activos, pero la falta de confianza e incertidumbre hace que los propios inversores se retraigan y no emprendan nuevos proyectos de inversión.
Es cierto que el crédito no fluye porque los balances de los bancos a escala internacional están hechos unos zorros, ya que aún no saben muy bien cuál es el valor de sus activos, lo que implica que no saben lo que van a necesitar. Pero no es menos cierto que la demanda de créditos es muy inferior a la demanda de dinero. A propósito, tal vez convenga aclarar que la demanda de créditos no es demanda de dinero sino oferta del mismo, porque quien demanda un crédito es para comprar bienes o servicios porque en esto consiste la inversión, en la compra de máquinas, edificios u otro tipo de bienes o servicios.
En definitiva, parece que la teoría monetaria avalada por la historia del pensamiento económico y por la evidencia empírica, sigue explicando y explica bien. Es muy probable que la frivolidad en el manejo de las cuantitative easing esté inflando una nueva burbuja que provoque unos males mayores que los que tratan de evitar. Pues la preferencia por el dinero devora los estímulos monetarios.
Victoriano Martín, catedrático de Historia del Pensamiento Económico, Universidad Rey Juan Carlos