Un mercado de trabajo interior más efectivo
En una larga entrevista a la canciller Merkel, que han publicado algunos diarios con motivo de la reunión que convocó en Berlín para tratar del paro juvenil, se tocó, entre otros muchos, un tema que puede tener más transcendencia que la que puede parecer a primera vista.
Aunque con varias preguntas se trató de hacer que resaltara que el discutible cambio de rumbo de la politica de Berlín es una de tantas maniobras electoralistas, consideramos que lo más importante de la entrevista es lógicamente lo que se refiere al paro juvenil de la Unión Europea, que fué el motivo de esa convocatoria, tan bien acogida, por los jefes de gobierno de los países comunitarios.
La canciller dice expresamente en la entrevista que "Europa necesita mayor movilidad en el mercado laboral"... y que "la normalidad con la que se mueven los estudiantes y académicos en el mercado interior aun puede mejorarse entre los trabajadores cualificados para quienes a veces las barreras lingüísticas, por ejemplo, representan un problema".
Mercado de Trabajo europeo
El transfondo de estas palabras nos ha hecho recordar la segunda parte sobre el estudio del Mercado de Trabajo europeo, al que nos referimos en una colaboración publicada recientemente en estas mismas páginas.
Aunque en estos momentos pueda parecer utópico hablar del potencial que un mercado de trabajo interior europeo podría suponer para el desarrollo económico de Europa, si se eliminaran las fronteras, reales o imaginarias, que hacen tan escasa la movilidad para la búsqueda de trabajo, las reflexiones del autor de la segunda parte del estudio mencionado, Wido Geis, actualmente colaborador del Instituto alemán de investigación económica de Colonia (IWK), y especialista en la política familiar y en emigración, pensamos que merecen que se les preste especial atención.
El autor parte de esa clara dualidad, que caracteriza al mercado de trabajo europeo, con unos países que demandan mano de obra, porque no pueden cubrir sus puestos de trabajo con la propia población, y los países que tienen un exceso de oferta, porque no crean los puestos de trabajo necesarios y por eso tienen un elevado paro estructural. En estas circunstancias la movilidad de la población activa europea resulta muy inferior a la que se podría esperar de esas fuertes diferencias en el mercado de trabajo.
Barreras de idioma
Geis reconoce, con todo realismo, las barreras que significa el idioma, como indica también la canciller en su entrevista, y otras, que Geis añade, como las diferencias culturales, los prejuicios emocionales y el derecho laboral de los países comunitarios. Y, con razón destaca también la poca identificación de gran parte de la población con la ciudadanía europea. ¡A muchos ciudadanos comunitarios les falta todavía asimilar esa nueva identidad!.
La superación de esas barreras enriquecería notablemente el potencial económico europeo. Se aumentaría así el potencial que ya existe gracias a los intercambios de productos, no condicionados por los impedimentos referidos, e incluso todavía más con las transacciones financieras, que si no se controlan pueden originar perturbaciones como las que estamos experimentando en las crisis actuales.
Si se reconocieran las muchas ventajas que tendría un funcionamiento efectivo de ese mercado de trabajo interior, ventajas no sólo de tipo económico sino también por el efecto integrador que tendrían los intercambios culturales y la convivencia, lo natural sería que nos preguntáramos si se están aplicando las medidas adecuadas para que, a medio y largo plazo, se pudiera hacer realidad ese mercado. Y empezando por el idioma, aunque es verdad que el inglés ofrece muchas más posibilidades en el mercado global, no se le pueden reconocer los favorables efectos que tendría para la movilidad del trabajo dominar los idiomas de los países que actualmente, y también en el futuro, como consecuencia de la evolución demográfica, tendrán una demanda no totalmente satisfecha por su propia población de mano de obra.
Pero aparte de este factor, que es el más difícil de superar, convendría también que examináramos si con los diversos mecanismos que pueden contribuir a ello, se fomenta el desarrollo de esa identidad europea a la que nos hemos referido, evitando prejuicios más o menos inveterados, y contribuyendo a aclarar los planteamientos o incluso las exigencias de esos "rescates" que tan mal ambiente están creando en la opinión pública, respecto al proyecto europeo.