Contra las políticas de austeridad
La reciente reunión semestral del FMI en Washington fue escenario de serias y generalizadas dudas sobre la eficacia de las políticas duras de consolidación fiscal impuestas por la Unión Europea para auspiciar la salida de la crisis de los países más dañados, entre ellos los que deben superar los efectos del estallido de una gran burbuja inmobiliaria, con España a la cabeza. Tales políticas, siempre onerosas para las sociedades concernidas, han ido volviéndose progresivamente insoportables con el paso del tiempo, a medida que el paro se ha ido incrementando y los sistemas de protección social se han visto desbordados por una afluencia cada vez mayor de personas que se han visto expulsadas del núcleo central de integración. Y ha sido imposible no advertir la generación de un perverso círculo vicioso, que pone en duda la eficacia del amargo remedio: los sucesivos ajustes han ido deprimiendo la actividad, lo que a su vez ha generado mayores déficit que requieren más intensos ajustes... Y así hasta la depauperación total.
España, en concreto, ha realizado en 2012 la proeza de recortar el déficit público más de dos puntos, con los que la recesión se ha agravado hasta más allá del 1,6% del PIB. Y los presagios para 2013, que aseguraban la cercanía del punto de inflexión, comienzan a torcerse, como han detectado todos los organismos internacionales, con el FMI a la cabeza.
Esta situación ha sido advertida por todos, salvo por los líderes europeos que imponen su criterio. Lagarde, interrogada al respecto en Washington: "¿Es necesaria más flexibilidad para facilitar la recuperación española?", respondió afirmativamente con gran claridad, para explicar acto seguido: "Considerando la situación del país y los esfuerzos que se han llevado a cabo, así como la tasa de paro del 25%, es claramente necesaria una consolidación fiscal, pero no vemos la necesidad de realizar un ajuste tan rápido como se había pensado inicialmente". "Este país necesita más tiempo para ser capaz de lograr su consolidación fiscal, después de lo que ya se ha hecho", añadió en rueda de prensa en la sede del FMI.
Las certezas que esgrimen los gurús de la ortodoxia europea, con el ministro alemán Schaüble a la cabeza, son cada vez menos sólidas. En Washington, durante la mencionada reunión del Fondo, se habló con interés del fallo de cálculo reconocido de dos expertos internacionales, profesores de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, en un estudio que pretendía demostrar que los países con niveles de deuda pública superior al 90% del PIB experimentaban crecimientos muy lentos; un estudio que se argumentó con insistencia para defender los duros ajustes fiscales tanto en los EEUU como en Europa. En definitiva, dada la volatilidad del trabajo de los economistas, los políticos deberían guiarse pragmáticamente por el contraste actual entre los dos modelos que circulan en Occidente: el europeo, que mantiene a la UE en recesión y a los países del Mediterráneo en situación desesperada, y el norteamericano, que ha sacado al país de la crisis y, aunque no ha restaurado todavía los niveles de empleo anteriores a ella, ha dejado atrás el dramatismo ulterior al crack. Como es conocido, Japón acaba de subirse al carro de Obama con unas políticas expansivas que pueden sacar al país asiático de la deflación crónica que ha padecido en los últimos años.
El Gobierno español no puede ser ajeno a estas dudas de la comunidad internacional, que no hacen mella en Merkel, obsesionada con su reelección en otoño. Rajoy ha relativizado en varias ocasiones la presión que recibe para que intensifique los ajustes, y hay declaraciones frecuentes del Gabinete en el sentido de que lo necesario es que los países que están en condiciones deben tirar del carro europeo, fomentando la demanda interna y el crecimiento.
Parece claro que, en cualquier caso, España no puede renunciar a la conquista de la competitividad, que, con el euro inamovible -es decir, sin poder efectuar devaluaciones competitivas-, debe proceder en parte de una devaluación interna, pero también de un esfuerzo positivo en I+D+i, que debería ser nuestra tabla de salvación.
En cualquier caso, nuestro país no resiste más recortes, por lo que es llegada la hora de movilizarse en Europa para prorratear mejor los esfuerzos y encontrar el apoyo de países en situación parecida -Francia e Italia- para presionar en pro de una flexibilidad necesaria que requiere, por supuesto, la complicidad del núcleo duro de la UE.
Antonio Papell, periodista.