Firmas

Estado económico de la nación



    Decir que la situación económica de España es muy complicada y difícil no es aportar mucho. Volver a la herencia recibida quizás tampoco sea nada nuevo, aunque los gestores políticos de la etapa anterior miren para otro lado. Pero la economía es como es, y cuando el motor se ha gripado por los excesos de un mal conductor no hay otra posibilidad que tratar de arreglarlo. Y en eso se está, con más o menos acierto.

    España, de forma parecida a los Estados Unidos, por poner un ejemplo extremo, se vio sacudida por una burbuja inmobiliaria de enormes dimensiones. Burbuja que se dejó crecer en años de mirar para otro lado, cuando se decía que ya habíamos adelantado a Italia y estábamos a punto de hacerlo con Francia. Nadie de los que ahora piden dimisiones sin aportar una sola solución dijo entonces nada. Las comodidades de aquellos Gobiernos quizás no les permitían ver la realidad.

    Pero el caso es que la burbuja del ladrillo, la afluencia masiva de emigrantes y la deuda privada de hogares y empresas se llevó por delante el sistema financiero. Con ello, se paralizó el crédito, se inició una escalada del desempleo que hoy tiene tintes dramáticos, se obligó a un aumento de la deuda pública nunca visto, se bloqueó la economía metiéndola en recesión, se inició una huida de capitales muy dolorosa y se paralizó el consumo. Ésta ha sido la herencia económica recibida. De la estrictamente política, mejor no hablar.

    Con estos mimbres, sin capacidad para gestionar la política monetaria y sin posibilidad financiera para arreglar solos el enorme problema, España se ha visto forzada a hacer un ajuste de tal magnitud y en tan corto tiempo que las heridas están todavía abiertas. Dadas las imposiciones de Bruselas y de nuestros socios europeos, especialmente Alemania; las elevadas primas de riesgo debidas a la presión de los mercados, sumadas a la incapacidad para gestionar los tipos de interés y el valor de la moneda, y la ausencia de recursos financieros propios, nos hemos visto obligados a una política fiscal y presupuestaria tan restrictiva que se ha cobrado el mayor desempleo de la historia reciente. Magnitud que se ha llevado la gran parte del ajuste y donde reside el problema esencial no sólo económico, sino fundamentalmente humano.

    Diferencias entre España y EEUU

    Si se quisiera comparar a Estados Unidos con España, salvando las enormes distancias que separan uno y otro país, se podría comprobar por qué los primeros han sido capaces de salir del atolladero con mucha mayor rapidez.

    Primero, las tasas de interés, que han permitido a los Estados Unidos mejorar la posición de deuda de sus hogares, cosa que no ha sucedido aquí.

    Segundo, la capacidad de la Reserva Federal americana para gestionar las emisiones de deuda pública y los tipos de interés a largo plazo, cosa imposible para el Banco de España.

    Tercero, la política presupuestaria, que no es restrictiva en América, mientras que aquí ha de ajustarse a los acuerdos de déficit y deuda marcados por nuestra pertenencia a la Eurozona.

    Cuarto, como ya hemos apuntado, el ajuste del sistema financiero, que aquí debe someterse a múltiples acuerdos y corsés, lo que hace muy difícil tener la rapidez necesaria, aunque haya muchos liberales patrios que clamen por dejar caer a los bancos u otras entidades con problemas como si a ellos no les fuera a ir nada en el descalabro general.

    Quinto, la inversión exterior, que ha vuelto -en realidad nunca se fue- con fuerza a los Estados Unidos, mientras que aquí salió en masa, y sólo el sector exterior, la exportación de las empresas españolas ha sido capaz de mitigar algo el problema.

    Y sexto, la inmigración. No es que en Estados Unidos no exista, es que aquí se abrió la puerta sin control, y de aquellos polvos tenemos ahora los lodos de un inmenso paro. No todo el desempleo es debido a los emigrantes, evidentemente, pero sí en gran parte.

    ¿Todo se ha hecho bien? Seguramente no. A algunos no nos gustan las subidas de impuestos, porque inciden en los males económicos. Ni tampoco las nacionalizaciones, porque está bien demostrado que donde aparece el Estado gestionando actividades que deberían ser privadas los ciudadanos acabarán pagando las ineficiencias en forma de impuestos. Y ahí veremos el caso de la Sareb compitiendo con el sector inmobiliario privado, o el de Iberia, participada por Bankia, y por tanto con el Estado sobrevolando decisiones que deberían ser únicamente empresariales, incluida la marcha de sus gestores si así lo entendieran sus accionistas.

    Por desgracia, la cortedad política que se deja ver en nuestro país nos priva a los ciudadanos de debates parlamentarios donde se puedan ver alternativas, propuestas y soluciones. Aquí no se sale del "váyase, señor presidente", de pedir elecciones a poco más de un año de las anteriores o de cantos absurdos, como ése que nos devuelve a las dos Españas, ahora en forma de sobres y de suicidios, como clamaba ayer con poca fortuna un parlamentario. Y el caso es que, con enorme esfuerzo, tímidamente, se van dando pasos hacia la salida de este desgraciado túnel en el que otros nos metieron.

    Eduardo Olier, presidente del Instituto Choiseul España.