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Los impuestos, en la encrucijada



    Con un entorno económico adverso, aliñado con un convulso marco político salpicado con continuos escándalos, el debate sobre los impuestos queda relegado a la mera adopción de medidas estrictamente coyunturales para tratar de recaudar a cualquier precio con tal de que el desfase en las cuentas públicas siga la senda marcada hacia el famoso tres por ciento de déficit.

    De esta manera los impuestos se encuentran, a mi juicio, en una seria encrucijada como consecuencia del incremento -de tipos- tan notable experimentado en los últimos años, de la crisis de actividad, del nivel de fraude fiscal y del hastío de buena parte de los contribuyentes que ven cómo la devaluación interna, combinación de reducciones salariales y alzas de impuestos, hace mella en sus economías. El cuadro macroeconómico refleja, a través de las grandes cifras de nuestra economía, la delicada situación del país, donde el dato del paro, sobre el 25%, lidera a todas luces los problemas.

    Situación del IRPF

    Ya en harina de los impuestos, tras una carrera a la baja en los años previos e iniciales de la crisis, los tipos del IRPF se han posicionado muy arriba en el ranking mundial. Así, la normativa nacional contempla tipos marginales máximos del 52% -hasta 2010 el 43%-, estando Cataluña y Asturias en el entorno del 56%.

    Pero no debemos olvidar los tipos iniciales, a mi entender mucho más importantes porque "todos pasamos por ellos"; pues bien, el primer euro que tributa lo hace al 24,75%, nada más y nada menos, y el segundo escalón de renta, a partir de 17.707 euros, a la friolera del 30%, y el tercero, desde 33.007 euros, al 40%, etc. A todas luces el IRPF, el impuesto de las nóminas, supone una excesiva carga para todos los contribuyentes, en especial para las rentas bajas y medias, acrecentada por la miserable cuantificación de los mínimos exentos, congelados además por los siglos de los siglos.

    Además, el IVA ha experimentado dos importantes subidas en los últimos años. Tras el mini 16% vigente hasta junio de 2010, desaprovechando momentos de bonanza años atrás para situarlo en los estándares europeos, primero se eleva al 18% y en septiembre de 2012 al 21%, además del incremento del tipo reducido del 7% al 8% y luego al 10%, y el trasvase de productos a tipos más elevados. Parece claro que ya no hay recorrido racional para más subidas, al menos a corto plazo.

    En cuanto a los impuestos especiales, las continuas subidas del tipo del tabaco, seguramente justificadas por distintos motivos, están alentando el fraude más que disminuyendo el consumo, con el consiguiente efecto recaudatorio.

    En este contexto las Comunidades han apurado sus tributos mediante la creación de múltiples figuras sobre los depósitos bancarios ?frenado por el gobierno central con su impuesto con tipo cero-, sobre las bolsas de plástico, sobre las bebidas refrescantes, sobre los grandes establecimientos comerciales, etc. A mi juicio todo un despropósito puesto que finalmente la mayor parte recaerá, como bien sabemos, en los consumidores, agravando sus finanzas, a la par que complicando aún más nuestro sistema tributario a base de figuras con escasa recaudación y difícil justificación más allá de la misma.

    Y finalmente los ayuntamientos juegan la baza del impopular IBI, donde sigue sin tenerse en cuenta aspectos relevantes como si es vivienda habitual o la capacidad económica del contribuyente, por ejemplo.

    La recaudación no crece

    Con todas las medidas adoptadas, la recaudación por tributos logra siquiera mantenerse. En el cuadro se recogen las tasas de variación, siendo el dato de 2012 provisional hasta noviembre. El incremento del 0,5% se justifica por el aumento del 13,9% en Sociedades, ya que tanto IVA como impuestos especiales descienden significativamente.

    Y todo ello con las cifras de fraude fiscal en España a la cabeza de los países desarrollados. Según la Comisión Europea, la economía sumergida española se estima sobre el 24% del PIB, con una pérdida recaudatoria aproximada de 72.700 millones de euros.

    En este sentido, flaco favor nos ha hecho a todos la amnistía fiscal, favoreciendo a los grandes defraudadores para casi nada -aflorando unos 40.000 millones pero recaudando tan sólo un 3%, 1.192 millones-, máxime en un momento en el que las diferentes encuestas en materia fiscal ponen de manifiesto un preocupante aumento de los que consideran que pagamos muchos impuestos (66,3% frente al 58,5% de 2008) y de los que creen que el fraude fiscal es mucho o bastante (92,2% frente al 82% de 2008).

    Francisco J. Delgado Rivero es Profesor de Hacienda Pública de la Universidad de Oviedo.